Entre junio y agosto, en muchos países los colectivos LGBTQI+ y sus aliados se movilizaron nuevamente para reclamar derechos en un contexto que, en gran parte del mundo, se caracteriza por la reacción antiderechos. Allí donde les resultó posible, las personas LGBTQI+ salieron a la calle para reivindicar su derecho a existir en público, celebrar victorias trabajosamente conseguidas y luchar contra la regresión, también en solidaridad con quienes no pudieron movilizarse. Al hacerlo, conectaron con luchas más amplias: por los derechos de las mujeres, la igualdad racial, la justicia climática y las libertades democráticas y cívicas básicas. La temporada del Orgullo de este año dejó claro que, por debajo de la purpurina, las movilizaciones del Orgullo no han dejado de ser protestas, y siguen siendo tan necesarias como siempre.

Los eventos del Orgullo de este año dejaron claro que, más allá de la purpurina, las movilizaciones del Orgullo continúan siendo protestas.

Las movilizaciones del Orgullo se suceden a lo largo del año en distintas partes del mundo, pero su temporada alta es entre junio y agosto, cuando tienen lugar muchas de las marchas de mayor trayectoria y envergadura. Se concentran en torno a una fecha de especial significación, el 28 de junio, aniversario del levantamiento de Stonewall ocurrido en Nueva York en 1969, fecha de nacimiento del movimiento moderno por los derechos de las personas LGBTQI+. Tras la celebración, en 1970, de una marcha conmemorativa del primer aniversario, los eventos organizados en torno a esta fecha han ofrecido cada año una oportunidad clave para obtener visibilidad y reclamar por los derechos de las personas LGBTQI+.

En algunos países, el Orgullo se ha instalado hace décadas. En otros, las concentraciones públicas en favor de los derechos de las personas LGBTQI+ son más recientes, y la participación en ellas continúa demandando una gran valentía y acarreando serias consecuencias. En otros, donde a las personas LGBTQI+ se les siguen negando los derechos más básicos e incluso el espacio para reivindicarlos, todavía no es posible celebrar eventos públicos del Orgullo, y desde el poder se pone empeño para que siga siendo así.

Interseccionalidad y solidaridad

En las décadas que siguieron a Stonewall, las marchas del Orgullo crecieron y se extendieron. Son, en partes iguales, celebración de la alegría de estar juntos y de los logros conseguidos, y protesta por los derechos que faltan. Contribuyeron grandemente a aumentar la visibilidad y normalizar la existencia de las personas LGBTQI+, conseguir una mayor aceptación social e impulsar avances legales. En lugares como Madrid, Nueva York, San Francisco y São Paulo, su convocatoria ha llegado a contarse por millones. Cada año surgen nuevos eventos que reúnen a cientos o miles de personas, o tal vez apenas a unas pocas decenas de valientes.

Con el tiempo, algunos eventos del Orgullo se volvieron rutina o se convirtieron en espectáculos turísticos u oportunidades de negocio; en reacción a ello, sus protagonistas enfrentaron presiones para renovarlos cediendo el protagonismo a los históricamente más excluidos -en particular, a las personas trans-, abordando las múltiples capas superpuestas de discriminación que enfrentan las personas LGBTQI+ por motivos de raza, estatus migratorio o discapacidad, y conectando más estrechamente con otras luchas por derechos.

Este año en el Reino Unido, la intersección entre los derechos LGBTQI+ y la justicia climática fue puesta sobre el tapete por el grupo de acción directa Just Stop Oil, que interrumpió el Orgullo de Londres para protestar porque el evento recibía financiación de empresas que contribuyen a la crisis climática. El grupo enfatizó que los grupos más excluidos son también los que sufren las peores consecuencias del cambio climático.

Los actos del Orgullo Negro y del Orgullo Trans son ya números fijos de la temporada del Orgullo en varios países. Nacido en la década de 1990 en Estados Unidos como alternativa a los eventos LGBTQI+ mayoritariamente blancos que a menudo reproducían patrones de discriminación y segregación racial, el Orgullo Negro abrió espacios para que las personas LGBTQI+ afrodescendientes plantearan reivindicaciones y debatieran las formas de desigualdad que padecen. En la actualidad existen docenas de estos eventos en todo Estados Unidos, incluidos los dos más grandes del mundo, que se celebran en Washington DC desde 1991 y en Atlanta, Georgia, desde 1996.

El Orgullo Negro del Reino Unido se celebra en Londres desde 2005, poniendo de relieve un importante problema que sigue afectando a las personas LGBTQI+ de toda la Commonwealth: el legado maldito del colonialismo británico que condujo a la criminalización actual. Su edición del año pasado reunió a unas 25.000 personas.

El Orgullo Trans se celebra en Norteamérica y Europa desde hace casi ese mismo tiempo. El más conocido en Estados Unidos es el de San Francisco, que se realiza desde 2004, y el más famoso de Canadá es el de Toronto, que tiene lugar cada año desde 2009. En París, por su parte, ExisTrans se celebró por primera vez en 1997. En Londres, la quinta edición del Orgullo Trans+ atrajo este año a más de 25.000 personas.

Aún allí donde el Orgullo tiene una historia más larga, la movilización masiva sique siendo necesaria. La reacción antiderechos que se está afirmando en todo el mundo se origina en el mismo sitio que el Orgullo: Estados Unidos, en efecto, es uno de los principales financiadores de los ataques contra los derechos LGBTQI+ a nivel global y ha exportado la histeria antitrans.

Según estimaciones de la Unión Americana para las Libertades Civiles, solamente en el primer semestre de 2023 se han presentado casi 500 proyectos de ley anti-LGBTQI+ en distintos estados de los Estados Unidos. Varias de ellas apuntan contra artistas e intérpretes drag o refieren al uso de baños públicos o a requisitos de identificación. Pero la mayoría se centra en la educación, y específicamente en la imposición de restricciones curriculares para prohibir el debate sobre cuestiones de identidad de género y sexualidad. Una gran cantidad se enfoca en la salud, y entre estas abundan las que buscan prohibir el acceso de jóvenes trans a atención sanitaria de reafirmación de su identidad de género. La creciente visibilidad y la normalización de las personas LGBTQI+ también son cuestionadas por grupos de presión y consumidores conservadores mediante boicots contra marcas que han expresado posiciones favorables a los derechos LGBTQI+, algunas de las cuales reaccionaron a la presión retirando su apoyo al mes del Orgullo.

En sintonía con este contexto regresivo, la marcha del Orgullo de este año en Nueva York se celebró bajo el lema “Fuerza Solidaria”, con el que se pretendió subrayar la necesidad de que el colectivo se uniera en torno de sus integrantes más vulnerables, que actualmente enfrentan ataques de una intensidad solo comparable a la de los inicios del movimiento.

América Latina en modo celebración

En São Paulo, Brasil, la gente se movilizó el 11 de junio en el que tradicionalmente es el mayor evento del Orgullo de Sudamérica. Este año era además el 10º aniversario de la legalización del matrimonio igualitario en Brasil. También era la primera marcha del Orgullo desde el fin de los cuatro años de presidencia de Jair Bolsonaro, el líder de extrema derecha que encabezó una campaña contra la “ideología de género”. Los participantes reclamaron la recuperación de una agenda nacional de derechos humanos en la cual fueran incluidas las personas LGBTQI+. Exigieron algo más que una vuelta a la situación previa a Bolsonaro: instaron a dar un salto adelante, reclamando el acceso efectivo de todas las personas LGBTQI+ a todos los derechos sociales constitucionalmente reconocidos. Decenas de marchas adicionales del Orgullo se celebraron antes o tendrían lugar más adelante en numerosas ciudades brasileñas; la segunda más grande, la de Río de Janeiro, tendrá lugar en septiembre.

El 28 de junio, el Orgullo celebró su 45º aniversario en Ciudad de México. Fue el primer Orgullo mexicano desde que el matrimonio igualitario, una reivindicación planteada por primera vez por activistas LGBTQI+ en Ciudad de México, se extendió a todos los estados mexicanos el pasado mes de octubre. Una vez conseguida esta victoria, la atención del movimiento se desplazó hacia otros cambios legales imprescindibles, tales como la prohibición de las llamadas “terapias de conversión” -desacreditadas prácticas que prometen falsamente modificar la orientación sexual o la identidad de género, y que las instituciones de derechos humanos consideran comparables a la tortura- y el reconocimiento del derecho a la identidad de las personas trans. El movimiento también trabaja para acabar con los prejuicios subyacentes a la denegación de derechos, la discriminación y la violencia contra las personas LGBTQI+. Las personas más expuestas a la discriminación y la violencia se ubicaron en la primera línea de la marcha del Orgullo, que incluía a personas que viven con VIH-Sida, mujeres trans, trabajadoras sexuales, personas indígenas y personas con discapacidades.

Entre junio y agosto también se celebraron “marchas de la diversidad” en varias ciudades de la mayoría de los países sudamericanos, incluidos Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Las excepciones fueron Uruguay, donde el evento anual tiene lugar en septiembre, y Argentina, donde se celebra en noviembre. También ocurrieron en Centroamérica, desde Costa Rica y El Salvador hasta Guatemala y Honduras, así como en la República Dominicana, en el Caribe hispanohablante.

Sin embargo, una vez más no fue posible celebrar una marcha del Orgullo en Nicaragua, sumida ahora en un autoritarismo descarnado, con un gobierno que ha cerrado el espacio cívico y desmantelado la sociedad civil. En cambio, numerosos nicaragüenses LGBTQI+ se unieron a la marcha en Costa Rica, el país que acoge, con mucho, al mayor número de nicaragüenses en el exilio.

La participación osciló entre cientos de miles de personas en Chile y Colombia y unos mil o dos mil en Honduras y Paraguay. Dependiendo de los avances logrados en cada contexto, las demandas se centraron principalmente en exigir protección contra la discriminación y la violencia o en promover la igualdad matrimonial y los derechos de las personas trans. Los nicaragüenses, por supuesto, también exigieron la restauración de la democracia en su país de modo de poder reanudar su lucha por los derechos en su propia casa.

El Caribe, en la cresta de la ola de la despenalización

En la mayoría de los países del Caribe de la Commonwealth, las marchas del Orgullo Gay son relativamente nuevas: la mayoría se ha instalado en los últimos cinco años, a medida que la situación comenzó a cambiar. En esta ocasión, la gente marchó con expectativas renovadas luego de que el año pasado en tres países de la región -Antigua y Barbuda, Barbados y San Cristóbal y Nieves- los tribunales derogaran los resabios regresivos de la dominación colonial británica que penalizaban las relaciones entre personas del mismo sexo.

Seis países de la Commonwealth en el Caribe siguen criminalizando las relaciones homosexuales: Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas. Además de instar al cambio legal en estos países, las reivindicaciones de las marchas del Orgullo generalmente se centraron en la búsqueda de mayor aceptación social para facilitar el acceso efectivo a los derechos.

En Guyana, el Festival del Orgullo de este año, que tuvo su comienzo el 1 de junio, enarboló la bandera de la descriminalización. También lo hicieron los eventos del Orgullo en Jamaica, celebrados durante la semana de la “Emancipendencia”, que conmemora al mismo tiempo la emancipación de los africanos esclavizados en todo el Imperio Británico y la independencia del país. Los activistas jamaicanos enmarcaron su lucha por los derechos como una lucha por la plena ciudadanía y vincularon la liberación de la represiva legislación de la época colonial con la ruptura potencialmente inminente del país con la monarquía británica.

El camino a seguir lo sugiere Barbados, cuyo tercer Orgullo, celebrado este mes de junio, fue el primero desde que el país se convirtió en república en noviembre de 2021, tras lo cual despenalizó la homosexualidad en 2022. El activismo LGBTQI+ ahora exige el reconocimiento de las personas trans y protecciones efectivas contra la discriminación.

Trinidad y Tobago, por su parte, celebró su cuarto Orgullo a finales de julio, intencionadamente justo antes del Día de la Emancipación, un recordatorio de la naturaleza interseccional de los desafíos que enfrentan las personas LGBTQI+ en ese país.

Luces y sombras en Asia

La manifestación del Orgullo de este año -conocida como “Pink Dot” (punto rosa) por su uso generalizado del color rosado en vez de los colores del arco iris- recibió un nuevo impulso en Singapur, cuyo gobierno recientemente derogó una ley de la época colonial británica que penalizaba las relaciones sexuales entre hombres; sin embargo, dejó en claro que no tenía previsto reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. La reivindicación de la igualdad matrimonial se reflejó en el lema de la marcha, “Un Singapur para todas las familias”, contrario al ideal de la familia tradicional impuesto por las autoridades.

Multitudinarios festivales, exposiciones y marchas también tuvieron lugar en junio en Filipinas, donde la tradición del Orgullo se remonta a mediados de la década de 1990. Y el 1º de julio fue el turno de Corea del Sur, a cuyo Festival del Orgullo asistieron decenas de miles de personas. Este año, sin embargo, el evento se vio obligado a cambiar de ubicación después de que el gobierno de la ciudad de Seúl le diera a una organización declaradamente anti-LGBTQI+ autorización para utilizar su espacio habitual, en el cual se celebró en cambio un concierto para jóvenes cristianos.

Una de las marchas del Orgullo más multitudinarias de Asia, la de Tokio, tuvo lugar a principios de año, en abril, y la otra de grandes dimensiones, la de Taipéi, Taiwán, recién tendrá lugar en la última semana de octubre. El Orgullo Arco Iris de Tokio atrajo a más de 200.000 personas para -tal como rezaba su lema- “presionar hasta que Japón cambie”. Japón es el único país del G7 que aún no reconoce la igualdad matrimonial y, a pesar de que cada vez tiene más aceptación de la opinión pública, recientemente ha habido sentencias judiciales contradictorias al respecto y el gobierno le está dando largas al asunto.

Taiwán es hasta ahora el único país asiático que reconoce legalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo, tras haberlo legalizado en 2019. Sin embargo, se espera que el cambio llegue pronto a Nepal, donde en junio el Tribunal Supremo dictaminó que el gobierno debe registrar inmediatamente los matrimonios entre personas del mismo sexo a la espera de que se reforme la ley. Por su parte, los activistas indios que lideran la lucha en el Tribunal Supremo de su país esperan seguir el mismo camino, a pesar de los intentos del gobierno de desestimar la cuestión por considerarla poco importante. En junio se celebraron concentraciones del Orgullo en varias localidades de la India. La consigna de este año fue “Furia y resiliencia”, reflejo tanto del auge global de las fuerzas antiderechos como del impulso que ha cobrado la estrategia de litigio LGBTQI+ en el país.

Pero no todo son buenas noticias en Asia, donde 22 países siguen penalizando las relaciones entre personas del mismo sexo y varios Estados prohíben todo tipo de manifestaciones en defensa de los derechos y, por motivos políticos, tienen cada vez más en el punto de mira a las personas LGBTQI+. En China, donde antes el Estado las toleraba tácitamente, cada vez se restringe más la expresión de la identidad y la organización de manifestaciones por parte de las personas LGBTQI+, y actualmente solo es posible realizar eventos discretos que pasen desapercibidos.

Entre los países que criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, Malasia ha avanzado aún más en la senda represiva. Cada vez más, las personas LGBTQI+ son atacadas en busca de réditos políticos. Recientemente el gobierno prohibió los relojes y accesorios Swatch de colores que refieren al colectivo LGBTQI+, castigando su posesión con hasta tres años de cárcel. Ningún evento del Orgullo será posible allí donde un reloj de colores intensos sea considerado un peligro para los valores nacionales.

El Orgullo tampoco se celebró en Indonesia, que también criminaliza a las personas LGBTQI+. En plena temporada del Orgullo de este año, una reunión regional de activistas LGBTQI+ en su capital, Yakarta, fue cancelada en respuesta al acoso y las amenazas de muerte proferidas por grupos conservadores religiosos.

La política también quedó en primer plano en Tel Aviv, donde las aproximadamente 150.000 personas que se manifestaron por el Orgullo el 8 de junio lo hicieron en clara oposición al gobierno de extrema derecha israelí, que incluye a varios ministros que han expresado opiniones homófobas y a socios de coalición con un largo historial de votaciones anti-LGBTQI+. Pero no hubo lugar para el Orgullo en ningún otro sitio de Medio Oriente, donde la polémica más reciente se ha centrado en la película Barbie, un entretenimiento inofensivo que ha sido prohibido en Kuwait y enfrenta reclamos de prohibición en el Líbano, bajo acusaciones de promover la homosexualidad y la transexualidad, socavar los roles de género y cuestionar el matrimonio tradicional.

La ofensiva antiderechos en África

En el continente africano hubo poco movimiento en relación con el Orgullo. En parte, ello se debió a que los dos eventos más importantes del continente, ambos en Sudáfrica, se celebran en Ciudad del Cabo en marzo y en Johannesburgo en octubre. Pero ello también reflejó los avances de fuerzas regresivas. En la mayoría de los casos, todo lo que hubo fueron pequeñas reuniones y actos que debieron realizaron en secreto, lo cual hizo impidió que sirvieran para afirmar la visibilidad de las personas LGBTQI+.

En la región que ya cuenta con la mayor concentración de países -actualmente 32- que penalizan las relaciones homosexuales se está produciendo una violenta reacción contra los derechos LGBTQI+. Los intentos de articular reivindicaciones en materia de derechos y los pequeños avances conseguidos están provocando una respuesta defensiva desproporcionada por parte de fuerzas antiderechos que afirman falsamente que los derechos LGBTQI+ son una agenda occidental importada. En realidad, es exactamente al revés: fue la criminalización la que fue importada por las potencias coloniales, y también la reacción antiderechos es generosamente financiada por fuerzas extranjeras, tales como fundaciones conservadoras estadounidenses que promueven proyectos de ley represivos idénticos en un país tras otro, reprimiendo reivindicaciones autóctonas de las personas LGBTQI+.

Recientemente se ha aprobada en Uganda un proyecto de ley de este tipo. Ghana sigue sus pasos con un proyecto de ley que impondría penas de hasta 10 años de cárcel por defender los derechos de las personas LGBTQI+, y Kenia está dando indicios de que probablemente seguirá el mismo camino.

Dos Europas que se bifurcan

Entre junio y agosto hubo marchas del Orgullo a gran escala en las capitales y en muchas otras ciudades de Europa Occidental. En el punto álgido de una temporada del Orgullo en la que acogió al evento regional Orgullo Báltico, Estonia se convirtió en el primer Estado postsoviético en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Apenas un mes más tarde, la ciudad británica de Liverpool acogió el Orgullo de Kiev en solidaridad con Ucrania. EuroPride 2023, por su parte, se celebrará en septiembre en La Valeta, Malta, calificada por ILGA Europa como el lugar más hospitalario de la región para las personas LGBTQI+.

La mayoría de estos actos se desarrolló sin incidentes. Pero el ambiente fue más tenso en los países que ponen más barreras a las personas y el activismo LGBTQI+,-como Serbia, y en aquellos donde los gobiernos son abiertamente hostiles a ellas, como Polonia y Turquía.

El lado positivo es que la reacción conservadora ha provocado un aumento del apoyo social a la igualdad y la protección de los derechos de las personas LGBTQI+. Las encuestas indican que el nivel de apoyo público a las uniones civiles y la igualdad matrimonial va en aumento.

ANNAMARIA LINCZOWSKA, POLONIA

Rusia lidera la ofensiva: no hay espacio para las personas LGBTQI+ en un país donde el Estado ha acelerado la construcción de una identidad nacional estrechamente definida para ponerla al servicio de su guerra contra Ucrania. Las marchas del Orgullo nunca han estado permitidas en Rusia, donde este mes de junio se cumplen 10 años de la aprobación de una ley que prohíbe la distribución de “propaganda gay”. Recientemente se ha descalificado a organizaciones LGBTQI+ en tanto que “agentes extranjeros”, y en julio una nueva ley prohibió la provisión de casi toda forma de asistencia médica a las personas trans, incluidos los tratamientos de salud para la afirmación de la identidad de género.

En Serbia, el Orgullo de Belgrado ya había atravesado momentos difíciles en 2022, cuando enfrentó una prohibición policial y, al seguir adelante tras recibir garantías del gobierno, sufrió ataques de grupos antiderechos. De modo que cuando llegue el momento de celebrar el Orgullo de Belgrado de este año, a principios de septiembre, la gente marchará bajo un lema revelador: “No estamos ni cerca”. La campaña del Orgullo comenzó en agosto con la pintada preventiva de grafitis de color rosa favorables a los derechos LGBTQI+ sobre las vidrieras del Centro de Información del Orgullo. Hasta la fecha, el local ha sido vandalizado 18 veces y ningún perpetrador de estos ataques ha sido castigado.

El 17 de junio tuvo lugar la mayor marcha del Orgullo de Europa Central, el Desfile por la Igualdad de Varsovia. Celebrado desde 2001, también ha enfrentado habitualmente desafíos bajo la forma de contramanifestaciones de sectores conservadores y de extrema derecha. Con el telón de fondo de un gobierno de derecha que instrumentaliza la retórica anti-LGBTQI+ para enardecer a sus bases de apoyo y se vuelve cada vez más beligerante a medida que se acercan las elecciones de este año, la última edición amenazaba con no ser la excepción. Sin embargo, el alcalde de Varsovia, perteneciente a la oposición liberal, prometió que la comunidad LGBTQI+ podría desfilar con seguridad por las calles de la ciudad. Quienes así lo hicieron sumaron decenas de miles.

Voces desde las primeras líneas

Annamaria Linczowska es responsable de incidencia y litigio de la Campaña contra la Homofobia (KPH), una organización de la sociedad civil (OSC) polaca que lucha contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género a través de la incidencia política, social y jurídica.

 

Desde que el partido Ley y Justicia llegó al poder en 2015, hemos experimentado una reacción conservadora. El gobierno no apoya ningún acto del Orgullo y destacados políticos de Ley y Justicia son conocidos por sus discursos homófobos y transfóbicos. La televisión nacional se refiere constantemente a las marchas del Orgullo como “desfiles LGTB”, y el ministro de Educación las ha calificado de “ofensa contra la moral”. La Iglesia católica, la televisión pública e influyentes figuras políticas relacionan injustificadamente a las personas LGBTQI+ con la pedofilia, presentándonos como un peligro para el bienestar infantil y los valores tradicionales polacos. Algunos políticos de Ley y Justicia han votado a favor del proyecto de ley “Stop LGBT”, cuyo objetivo es prohibir las marchas del Orgullo en Polonia.

En los últimos años, los alcaldes de numerosas ciudades de Polonia se han opuesto a la organización de marchas del Orgullo. KPH ha apoyado a OSC locales y a activistas individuales que han cuestionado las decisiones de los alcaldes en los tribunales, lo que ha dado lugar a la anulación de sus decisiones y la autorización de marchas del Orgullo.

También ha habido casos de ataques contra las marchas del Orgullo. Por ejemplo, en 2019, personas que participaban en la marcha del Orgullo en Białystok fueron objeto de agresiones físicas violentas, que les provocaron lesiones. Este año, en Olsztyn, una persona recibió un disparo en la cabeza cuando regresaba de la marcha del Orgullo. Aunque la víctima llevaba una bandera arcoíris y otros símbolos LGBTQI+, la policía no consideró al ataque un acto de homofobia.

El lado positivo es que la reacción conservadora ha provocado un aumento del apoyo social a la igualdad y la protección de los derechos de las personas LGBTQI+. El gran número de marchas y otros actos del Orgullo que se celebran en Polonia es un reflejo visible de este apoyo. Las encuestas indican que el nivel de apoyo público a las uniones civiles y la igualdad matrimonial va en aumento.

En 2023 se celebraron más de 20 marchas del Orgullo en toda Polonia, en las principales ciudades, como Varsovia y Cracovia, y en ciudades más pequeñas, como Milicz y Sztum, que tienen poblaciones de unos 10.000 habitantes. Esta gran cantidad de marchas del Orgullo fue posible gracias a la participación activa de la sociedad civil polaca.

 

Este es un extracto editado de nuestra conversación con Annamaria. Lea la entrevista completa (en inglés) aquí.

Cuando el Orgullo de Estambul tuvo lugar por primera vez en 2003, Turquía se convirtió en el primer país de mayoría musulmana en celebrar un evento de este tipo. Pero a medida que el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan se ha atrincherado en posturas cada vez más conservadoras, las autorizaciones se han denegado sistemáticamente, supuestamente por motivos de seguridad y orden público. Cada año desde 2015, cientos y a veces miles de personas han desafiado la prohibición, y han sido reprimidas en consecuencia. Este año, la intervención policial ha arrojado un saldo de al menos 113 personas detenidas.

Voces desde las primeras líneas

Damla Umut Uzun es responsable de relaciones internacionales y recaudación de fondos en la Asociación Cultural de Investigación y Solidaridad con Gays y Lesbianas Kaos (Kaos GL). Una de las mayores y más antiguas organizaciones LGBTQI+ de Turquía, Kaos GL se dedica a crear visibilidad y comprensión y a promover los derechos humanos de las personas LGBTQI+.

 

Desde 2015, cada vez más gobiernos locales han prohibido eventos del Orgullo. La primera prohibición se introdujo en Estambul, que en 2014 tuvo la mayor manifestación del Orgullo, en la que participaron por lo menos 50.000 personas. Pero a pesar del creciente número de prohibiciones, el número de actos del Orgullo en todo el país no ha dejado de aumentar.

Este año en Estambul, varios eventos del Orgullo fueron prohibidos por gobiernos distritales, lo que dio lugar a detenciones, brutalidad policial y restricciones contra periodistas. La proyección de una película de temática LGBTQI+ organizada por el Colectivo Feminista Universitario de Şişli fue prohibida por “causar resentimiento social” y “amenazar la paz social”. En el distrito de Kadıköy se prohibió la proyección de la película “Orgullo”, programada por el colectivo cinematográfico, así como un encuentro para tomar el té organizado por la Asociación de Solidaridad LGBTQI+ LambdaIstanbul. Haciendo uso de violencia física, la policía detuvo y posteriormente liberó al menos a ocho personas que habían acudido a ver la película. Al grupo LGBTQI+ Queer Baykuş, de la Universidad de Bellas Artes Mimar Sinan, la seguridad de la universidad le confiscó violentamente sus carteles cuando iba a emitir un comunicado de prensa. El 18 de junio, durante el desfile del Orgullo Trans en el distrito de Beyoğlu, la policía esposó y detuvo a 10 personas, entre ellas un niño, y las puso en libertad más tarde ese mismo día tras tomarles declaración. Se impidió a los periodistas tomar fotografías durante el operativo.

La Fundación de Derechos Humanos de Turquía elaboró un detallado informe sobre las violaciones de derechos producidas en el contexto de los eventos del Orgullo celebrados entre el 2 de junio y el 10 de julio de 2023. Diversos eventos, entre ellas desfiles, picnics y conferencias de prensa, fueron prohibidas por múltiples gobernaciones o interrumpidas a causa de amenazas o reacciones sociales en Adana, Ankara, Antalya, Eskişehir, Esmirna, Kocaeli y Muğla. Un total de 241 personas, entre ellas cuatro menores y siete abogados, fueron detenidas en virtud del artículo 2.911 de la ley sobre reuniones y manifestaciones. Los principales motivos aducidos por las autoridades fueron incumplimientos de la normativa, alteración del orden público y violación de decisiones de prohibición. Aunque la mayoría de los detenidos solían quedar en libertad el mismo día, podían enfrentarse a procesos y juicios meses después.

Las intervenciones policiales durante los actos del Orgullo son un reflejo de la hostilidad del gobierno hacia las personas LGBTQI+. Están librando una suerte de guerra contra nosotros. La violencia recurrente se ve alimentada por la sensación de impunidad: el hecho de que los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley no enfrenten ninguna consecuencia por lastimar, insultar o acosar a personas LGBTQI+ los envalentona cada vez más.

 

Este es un extracto editado de nuestra conversación con Damla. Lea la entrevista completa (en inglés) aquí.

En distintas partes del mundo la lucha por los derechos de las personas LGBTQI+ se encuentra en fases diferentes, y la amplitud de su espacio de acción varía enormemente. Pero allí donde es mínimamente seguro hacerlo, las personas LGBTQI+ y sus aliados seguirán movilizándose para afirmar su visibilidad, exigir igualdad y ampliar su espacio de acción. La reacción violenta que enfrentan no es un motivo para detenerse, sino en cambio para empujar con más fuerza. Caracterizados por su dinamismo, los movimientos del Orgullo seguirán evolucionando para aprovechar oportunidades y crear otras nuevas, aprendiendo de las lecciones resultantes de sus luchas en contextos diversos y tornándose cada vez más interseccionales. Todos los sectores de la sociedad civil que se guían por el valor de los derechos humanos universales tenemos la responsabilidad de actuar como aliados del movimiento global del Orgullo, afirmando nuestra humanidad compartida hasta que todos los derechos estén al alcance de todas las personas.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados deben eliminar todas las barreras existentes sobre la celebración de eventos del Orgullo y garantizar la seguridad de sus participantes.
  • Los movimientos LGBTQI+ deben esforzarse por volverse más interseccionales y trabajar para establecer vínculos más sólidos con otras luchas.
  • La sociedad civil más amplia debe apoyar las luchas del colectivo LGBTQI+ y hacer suyas las demandas de derechos de las personas trans en tanto que reivindicaciones básicas de derechos humanos.

Foto de portada de Sajjad Hussain/AFP vía Getty Images