Después de un año en que el activismo ha tenido lugar principalmente en internet, los actos del Orgullo han vuelto a las calles de algunas ciudades en 2021. En los países donde hace tiempo que se realizan eventos del Orgullo, han surgido nuevos movimientos que intentan volver a las raíces radicales de las luchas por los derechos de las personas LGBTQI+ y establecer conexiones con otros movimientos, especialmente con Black Lives Matter. En todo el mundo se siguen desarrollando nuevas manifestaciones del Orgullo que reflejan las culturas locales y articulan demandas locales. El movimiento global del Orgullo es diverso y está creciendo, y seguirá bregando por conectar las luchas por los derechos de las personas LGBTQI+ con otras campañas por derechos, incluidas las que movilizan demandas de justicia racial.

Durante 2020 la mayoría de las marchas del Orgullo, que reivindican la igualdad de derechos de las personas LGBTQI+, quedaron suspendidas o se movieron al terreno virtual. Pero en 2021, al menos en los países lo suficientemente privilegiados como para tener a la mayor parte de su población vacunada, los desfiles del Orgullo retornaron con fuerza. Y en los países donde los eventos del Orgullo se han consolidado están surgiendo nuevos movimientos que adoptan un cariz más radical.

En junio, el mes del Orgullo en Estados Unidos, miles de personas participaron en marchas y protestas en numerosas ciudades. Entre los grupos más activos se contó la Coalición Reclaim Pride (“Reclama el Orgullo”), formada en 2019 en ocasión del 50º aniversario del levantamiento de Stonewall, que dio origen a los actuales movimientos mundiales del Orgullo. Reclaim Pride, que en 2019 celebró su primera Marcha de Liberación Queer, se constituyó en señal de protesta ante el patrocinio empresarial de la Marcha del Orgullo oficial de Nueva York y la participación de la policía en el desfile.

El Orgullo de Nueva York y otros eventos que se realizan desde hace muchos años enfrentan cuestionamientos respecto de la medida en que han conservado su carácter activista: se les cuestiona si al convertirse en desfiles exitosos acaso se han olvidado de ser protestas. El hecho de que muchas grandes empresas patrocinen ahora los actos del Orgullo suscita la preocupación de que el Orgullo pueda estar habilitando un discurso sobre la igualdad que se queda en palabras y no desafía al poder, una práctica criticada como “lavado del arco iris”.

La atención se ha centrado en el doble rasero de algunas empresas que hacen gala de su apoyo al Orgullo cada mes de junio -y que sin duda se benefician económicamente de ello-, pero que también financian a políticos que atacan los derechos de las personas LGBTQI+: una investigación realizada en Estados Unidos mostró que 25 empresas que expresaron su apoyo al Orgullo en los dos últimos años también entregaron donaciones por más de 10 millones de dólares a representantes políticos o candidatos que pretendían bloquear los avances hacia la igualdad de derechos.

Conexiones del Orgullo con Black Lives Matter

Cuando el movimiento global Black Lives Matter (“Las vidas negras importan”) resurgió en 2020, Reclaim Pride volvió a movilizarse a pesar de la pandemia, organizando la Marcha de Liberación Queer por las Vidas Negras y contra la Brutalidad Policial. Los manifestantes reclamaron la desfinanciación de la policía y llamaron la atención sobre los asesinatos de personas trans negras. La marcha de 2021 volvió a centrarse en la liberación y la justicia, y los manifestantes expresaron su apoyo a Black Lives Matter y al pueblo palestino y protestaron contra la brutalidad policial. La convergencia de agendas de la sociedad civil se reflejó en las demandas articuladas por el movimiento, en el contexto de la pandemia, por un seguro universal de salud. El acto puso de manifiesto que nadie es libre hasta que todo el mundo lo sea, y esto incluye a los grupos más vulnerables y menos reconocidos.

Otro punto crucial de diferenciación es el rol de la policía. Mientras que los agentes de policía LGBTQI+ uniformados han sido una parte muy visible del Orgullo de Nueva York, en los actos de Reclaim Pride no se ha permitido desfilar a los policías uniformados, llamado la atención sobre el rol de la policía en la represión de las personas negras y trans. En mayo, Heritage of Pride (“Herencia del Orgullo”), la entidad organizadora del Orgullo de Nueva York, declaró que también prohibiría la presencia de agentes uniformados en sus desfiles, alegando que muchos participantes negros, morenos y trans se sienten amenazados por su presencia.

La ausencia de carrozas y de patrocinio corporativo también tiene la ventaja de facilitar la organización de los eventos, lo que significa que las marchas han podido seguir adelante durante la pandemia, cuando los desfiles oficiales más vistosos fueron postergados.

El enfoque más radical se extendió. La primera marcha de Reclaim Pride en el Reino Unido tuvo lugar este mes de julio, cuando se retomaron las actividades en el país, y nuevamente practicó la interseccionalidad al establecer una conexión con Black Lives Matter, además de protestar contra la creciente transfobia en los medios de comunicación. Los manifestantes exigieron al gobierno británico la aprobación de una ley que prohibiera las llamadas “terapias de conversión”, reformara la Ley de Reconocimiento de Género -un compromiso abandonado por el gobierno británico en 2020- y proporcionara un sitio seguro a las personas refugiadas LGBTQI+. En agosto se celebraron eventos de Reclaim Pride en otras ciudades del Reino Unido, incluidas Liverpool y Manchester.

Al igual que en Nueva York, la marcha londinense tuvo lugar al tiempo que el evento principal del Orgullo era suspendido. El evento anual del Orgullo de Londres, que en 2021 fue cancelado al igual que en 2020, suele ser un desfile de alrededor de 1,5 millones de personas que atraviesa el centro de Londres, pero ha sido criticado por haber dejado de ser una protesta para convertirse en una atracción turística. Otra alternativa, el evento del Orgullo Negro del Reino Unido, liderado por personas negras, también ha crecido en importancia en los últimos años.

Las organizaciones del Orgullo en el punto de mira

Los activistas también han cuestionado la diversidad de quienes deciden cómo se celebran los actos del Orgullo. En 2021 en Boston, Estados Unidos, se produjo una ruptura con el pasado cuando, tras 50 años de actos del Orgullo, la organización Orgullo de Boston se disolvió. La entidad había sido criticada por tener una junta directiva exclusivamente blanca y por no abordar los problemas del racismo y la transfobia. En 2020, el 80% de sus voluntarios renunciaron y muchas organizaciones se retiraron del evento después de que se eliminara de una declaración del Orgullo de Boston un texto que condenaba la brutalidad policial y reafirmaba el apoyo a Black Lives Matter. En 2020 y 2021 los grupos que boicotearon el Orgullo de Boston organizaron un evento alternativo, la Marcha y Vigilia de Resistencia Trans.

De modo similar, este año se canceló la marcha del Orgullo de Filadelfia y el grupo que la organizaba, Philly Pride Presents, se autodisolvió a raíz de las críticas recibidas por su falta de diversidad racial, su incapacidad para abordar cuestiones de racismo y transfobia y su evidentemente estrecha relación con la policía. Ahora las personas LGBTQI+ negras y de otros grupos no blancos están liderando la creación de un nuevo evento y una organización que pueda abarcar toda la diversidad de experiencias de las personas LGBTQI+.

En cierta medida, estos movimientos reflejan el hecho de que, frente a eventos y organizaciones de larga data, las nuevas generaciones se sienten deseosas de retornar a la esencia de la protesta. En Canadá, por ejemplo, el evento del Orgullo de Montreal celebrado en agosto fue un asunto mucho menos pomposo que los de los años precedentes, ya que en un intento de regresar a las raíces quedaron excluidas las habituales carrozas de desfile. El cambio ofreció un recordatorio de la necesidad de que los movimientos de sociedad civil se autocuestionen continuamente y se reinventen periódicamente: que se pregunten si se están creando las condiciones para que los grupos más excluidos puedan tomar la iniciativa de hacer valer sus derechos. Puso sobre la mesa el rol de custodios de la puerta de entrada que pueden llegar a desempeñar quienes permanecen en sus puestos durante largo tiempo e indicó la necesidad de pasar la antorcha a las nuevas generaciones.

La continuidad de la violencia contra las personas LGBTQI+ demuestra que las protestas siguen siendo esenciales, incluso en contextos donde los actos del Orgullo llevan largo tiempo establecidos y los derechos están legalmente reconocidos. En agosto y septiembre se produjo una serie de ataques violentos contra personas LGBQTI+ en el llamado “pueblo gay” (“Gay Village”) de la ciudad de Birmingham, en el Reino Unido. En junio, en Estados Unidos, la Campaña de Derechos Humanos informó que en lo que iba del año ya habían sido asesinadas 28 personas transgénero y de género no conforme, lo que hacía de 2021 el año más letal desde que la organización empezara a llevar un registro, en 2013. En julio, grupos de extrema derecha organizaron una protesta violenta ante un balneario de Los Ángeles, simplemente porque entre sus clientes había personas transgénero.

El reciente cuestionamiento de la diversidad de los movimientos del Orgullo también pone de manifiesto cómo han cambiado las formas de entender la exclusión, en gran medida gracias a nuevos movimientos que han surgido en los últimos años, tales como MeToo y Black Lives Matter. Las voces de estos nuevos movimientos deben ser escuchadas en todos los ámbitos, y ninguna esfera de la sociedad debe sustraerse de su escrutinio.

Avances y retrocesos en la visibilidad LGBTQI+

En muchos otros países, incluidos los de gran parte del sur global adonde aún no ha llegado la vacunación masiva, el panorama de 2021 ha sido sin duda bien diferente. Por segundo año consecutivo, muchos eventos del Orgullo fueron cancelados o realizados vía Internet, y aunque la gente hizo todo lo posible por mantener vivas sus demandas, fue privada de lo esencial que ofrecen los actos del Orgullo: visibilidad de las personas LGBTQI+ en espacios públicos centrales. En parte, la crueldad de la pandemia consistió en obligar a cancelar estas instancias justamente cuando las personas LGBTQI+ se encontraban entre quienes experimentaron la peor parte de sus impactos sobre sus vidas y medios de subsistencia: a muchas personas LGBTQI+ se les restringió la posibilidad de asociarse, se les privó de ingresos de la economía informal, se les obligó a volver al clóset y se les sometió a ataques y acoso.

Los Juegos Olímpicos, sin embargo, ofrecieron una nueva oportunidad para dar mayor visibilidad a las vidas de las personas LGBQTI+. En los retrasados Juegos Olímpicos de Tokio participaron tres veces más personas LGBTQI+, al menos 172, que en los de Río en 2016. Cuando algunas personas LGBTQI+ logran exhibirse como las mejores del mundo y utilizan el espacio así ganado para celebrar sus identidades, como lo hizo el clavadista británico Tom Daley, realizan una contribución intangible pero muy importante a la visibilidad del colectivo. Tras ganar el oro, y desde un podio que compartió con atletas de países -China y Rusia- donde sería considerado un criminal, Daley habló de su orgullo de ser un hombre gay casado y padre de familia.

Algunos de los que aprovecharon su participación en los Juegos Olímpicos para afirmar su identidad LGBTQI+ se expusieron a considerables riesgos. Las deportistas olímpicas polacas Katarzyna Zillmann y Aleksandra Jarmolińska, por ejemplo, salieron del clóset durante las Olimpiadas, y ambas podrían sufrir reacciones violentas en un país donde la homofobia está siendo alimentada por los principales políticos. La cobertura de los Juegos Olímpicos por parte de los medios de comunicación estatales rusos estuvo impregnada de homofobia y transfobia, y caracterizó a quienes reivindicaron su condición en momentos de celebración como parte de una suerte de agenda occidental para imponer una supuesta ideología LGBTQI+. Estas respuestas no hicieron más que evidenciar las razones por las cuales las personas LGBQTI+ sienten la necesidad de seguir reivindicando su presencia en la vida pública.

En contextos hostiles, los eventos del Orgullo siguen siendo especialmente vitales, y están lejos de ser atracciones turísticas u oportunidades para el lavado de reputaciones. En muchos casos la participación en ellas sigue siendo un acto de valiente desafío. La necesidad de eventos del Orgullo bajo cualquiera de sus formas quedó demostrada en Hungría, donde miles de personas se movilizaron en julio para comunicar su furia contra un gobierno que pretendía convertir a las personas LGBTQI+ en un blanco político preelectoral (véase nuestro artículo aquí).

También en Rumania las personas LGBTQI+ sabían que estaban adoptando una postura política cuando participaron de a miles en el Orgullo de Bucarest, celebrado en agosto. Dos partidos de derechas están intentando aprobar una ley para prohibir la llamada “propaganda gay”, similar a la aprobada en Hungría en junio. Uno de los grupos de sociedad civil que respaldan el Orgullo de Bucarest, la Asociación ACCEPT, dejó claro que las personas LGBTQI+ exigen derechos fundamentales, de protección frente a la violencia y la discriminación, incluida la laboral, que actualmente continúan siéndoles negados.

La reacción que pueden provocar estas muestras de visibilidad pública se puso de manifiesto en Georgia, donde los ataques políticos del primer ministro contra un evento del Orgullo que estaba siendo planificado habilitó una violenta protesta de grupos de extrema derecha, que incluyó el saqueo de las oficinas de Orgullo de Tiflis. El evento se suspendió y un trabajador de los medios de comunicación, Aleksandre Lashkarava, uno de los muchos periodistas atacados, falleció pocos días después de ser golpeado violentamente por la multitud.

Pero incluso ante estos riesgos inaceptables, este año se dieron pasos vitales. Malawi celebró en junio el primer evento del Orgullo de su historia. En Jamaica, un país donde la homofobia ha saltado a los titulares, los actos del Orgullo han progresado, adaptándose al contexto local para convertirse en una parte firmemente establecida del calendario anual.

VOCES DESDE LAS PRIMERAS LÍNEAS

Karen Lloyd es directora asociada de J-FLAG, una organización de derechos humanos y justicia social que defiende los derechos, la vida y el bienestar de las personas LGBTQI+ en Jamaica, donde las relaciones entre personas del mismo sexo están criminalizadas. Karen describe la forma en que los eventos del Orgullo jamaicano han evolucionado para fomentar la participación y promover una mayor apropiación de la diversidad.

 

Desde nuestro evento inaugural del Orgullo en 2015, todos los años Jamaica ha tenido celebraciones durante el período de la “Emancipendencia”, que incluye celebraciones en conmemoración tanto del fin de la esclavitud como de la independencia del dominio colonial británico.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el Orgullo de Jamaica ha sido conceptualizado e implementado en forma adaptada al contexto cultural; por ejemplo, no incluye un desfile y en cambio adopta la forma de un conjunto diverso de eventos y actividades que son relevantes para los jamaiquinos, entre las que se cuentan una jornada de deportes, un servicio religioso, una feria comercial, un concierto, eventos festivos y una jornada de servicio. En nuestro Orgullo inaugural de 2015, la oradora principal de la ceremonia de apertura fue la alcaldesa de Kingston, la Dra. Angela Brown-Burke, que constituyó una señal de que la comunidad tenía aliados en la cúpula política y parlamentaria.

Otro éxito ha sido contar en los actos del Orgullo con la participación de artistas de renombre, como Tanya Stephens, D’Angel, Jada Kingdom, Tifa, Ishawna, Yanique Curvy Diva y Stacious. Esto enfocó la atención nacional en nuestras celebraciones y supuso un cambio positivo en relación con espacios culturales que habían sido muy disputados.

Por primera vez este año, J-FLAG no estuvo al frente de la organización de todos los actos del Orgullo, sino que proporcionó apoyo financiero y logístico a integrantes de la comunidad para que lideraran sus propios actos. Bautizada como #PrideShare (“Orgullo compartido”), la iniciativa contó con actos dirigidos por miembros de la comunidad, incluidos eventos artísticos y una batalla de sincronización de labios, cuyo éxito indicó que nuestros esfuerzos constituyen un paso en la dirección correcta.

Tras 20 años de labor de incidencia, hoy se habla públicamente de los derechos de las personas LGBTQI+ y se observa un aumento de la tolerancia pública y una creciente voluntad entre representantes parlamentarios, líderes políticos y tomadores de decisiones de interactuar con la comunidad LGBTQI+ local, lo cual ha implicado avances en el trabajo con organizaciones y personas defensoras de los derechos LGBTQI+ para mejorar la vida de quienes integran esta comunidad.

 

Este es un extracto editado de nuestra entrevista con Karen Lloyd. Lea la entrevista completa aquí.

La vitalidad y la diversidad del Orgullo

Sea cual sea la forma que adopten, los eventos del Orgullo siguen siendo vitales. La visibilidad y la celebración públicas de la realidad de las vidas de las personas LGBTQI+ son siempre necesarias, incluso en contextos donde sus derechos están legalmente reconocidos. Pero no existe una fórmula única para la afirmación de la visibilidad y el reclamo de derechos.

Cuando los eventos del Orgullo se movilizaron por primera vez en América del Norte y Europa, la opción elegida fue la de la ostentación alegre, en parte porque se consideró que la labor de incidencia silenciosa no había logrado demasiado y existía la necesidad imperiosa de salir del clóset. Pero en otros contextos, como en el ejemplo de Jamaica, es posible adaptar los formatos de los eventos y performances para que tengan una mayor resonancia en la cultura local. En otros lugares, como en los países de Europa del Este donde actualmente la homofobia es movilizada con intencionalidades políticas, una protesta que insista en que las personas LGBTQI+ son iguales a las demás podría dar mejores resultados que un desfile que persiga el reconocimiento de su diferencia.

Aunque en todas partes se persiga la igualdad, los distintos eventos han de aprovechar las culturas locales, las oportunidades y los espacios disponibles, y tratarán de ampliar dichos espacios aunque se vean obligados a trabajar dentro de las limitaciones que imponen las leyes de cada país.

En contextos donde los actos del Orgullo tienen una larga historia son especialmente necesarios el debate, el desacuerdo respetuoso y el pluralismo. Aunque pueda darse el caso de que en algunos países del norte global las personas LGBTQI+ de clase media blanca sientan que experimentan poca discriminación activa, es importante que reconozcan que las personas LGBTQI+ no blancas y las personas trans están mucho más expuestas a la violencia. La experiencia de la brutalidad policial es uno de los hilos que conectan a diversos grupos excluidos, y no adoptar una postura a favor de la justicia racial equivale a alinearse con el opresor.

Para asegurarse de que el cambio siga adelante, los movimientos del Orgullo tienen que seguir cambiando. Deben asegurarse de permanecer a la vanguardia, sea cual sea el contexto en que se encuentren, y de trabajar para promover los derechos de quienes experimentan múltiples formas de exclusión.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados deben permitir la celebración de actos del Orgullo, entre otras cosas garantizando la seguridad de sus participantes, y desistir de toda restricción contra dichos eventos.
  • Los aliados del movimiento LGBTQI+ deben apoyar una variedad de eventos del Orgullo que sean relevantes en diferentes contextos y para diversas luchas locales.
  • Los aliados del movimiento LGBTQI+ deben seguir el ejemplo de las organizaciones locales LGBTQI+ y apoyar sus decisiones en relación con lo que se necesita para promover de forma más eficaz los derechos de las personas LGBTQI+.