En junio y julio, que en buena parte del mundo es la temporada del Orgullo, multitudes se movilizaron por los derechos de las personas LGBTQI+. El regreso de algunos grandes eventos tras la pandemia estuvo marcado por un renovado sentido de la oportunidad, pero también por una sensación de urgencia en los muchos contextos donde grupos de derecha están montando un ataque concertado contra los derechos de las personas LGBTQI+. Los manifestantes están estableciendo conexiones cada vez mayores entre sus reivindicaciones y otras luchas más amplias: por el derecho al aborto, la justicia racial, el cambio democrático y las libertades cívicas fundamentales. De ahí que las protestas del Orgullo sean hoy más necesarias que nunca.

Este ha sido en muchos países el Mes del Orgullo, y las personas LGBTQI+ y sus aliados se han movilizado para visibilizar a la comunidad LGBTQI+ y reivindicar sus derechos. Aunque hay eventos del Orgullo a lo largo de todo el año, muchas de los más antiguos se celebran entre finales de junio y principios de julio, en torno de una fecha de particular importancia: el 28 de junio de 1969, el levantamiento de Stonewall en Nueva York marcó el inicio del movimiento organizado por los derechos de las personas LGBTQI+. Un año después se celebraron en Estados Unidos las primeras marchas del Orgullo.

Desde entonces se han organizado movilizaciones en esta época del año. Pero en 2022 muchos de los eventos fueron acompañados de un nuevo sentido de urgencia, ya que los derechos sexuales y reproductivos se han convertido, cada vez más, en terreno en disputa.

De vuelta a las calles de Nueva York

En Nueva York, el 25 de junio fue una ocasión especial ya que la gente regresaba a las calles por primera vez desde los eventos de 2019, tras los cuales la pandemia obligó a convertir las reuniones masivas en eventos online. Esa no fue la única razón por la que el Orgullo de Nueva York de este año se sintió diferente: tuvo lugar apenas unos días después de la sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos que revirtió el fallo en el caso Roe vs. Wade. En expresión de solidaridad, la marcha estuvo encabezada por representantes de Planned Parenthood y los y las manifestantes reclamaron por el derecho al aborto.

Esto hizo que el desfile fuera algo más que una fiesta. Cuando se ataca el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, también se atacan los derechos de las personas LGBTQI+, y muchas personas en la comunidad LGBTQI+ piensan que son las siguientes en la línea de fuego: el mismo razonamiento que la mayoría republicana de la Corte Suprema utilizó para despojar a las mujeres del derecho al aborto puede aplicarse también para desconocer el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo. Así ya lo ha insinuado el juez de la Corte Suprema Clarence Thomas.

La ley “no digas gay”, aprobada en el estado de Florida a principios de este año para prohibir el debate en las aulas sobre orientación sexual e identidad de género, es una señal más de que la agenda anti-LGBTQI+ de la derecha estadounidense ha ido en ascenso junto con sus ataques contra el derecho al aborto. La ley de Florida fue apenas uno de los más de 300 proyectos de ley anti-LGBTQI+ presentados por legisladores republicanos en Estados Unidos en lo que va de año.

El mismo partido que está detrás de estos ataques también está motorizando un ataque descarado contra la democracia, reflejado no solamente en la insurrección de enero de 2021, sino también en la sistemática manipulación, racialmente motivada, del trazado de los distritos electorales y en la supresión de votantes que busca privar del derecho al voto a la población negra y a otras minorías estadounidenses. La lucha de narrativas que lo acompaña está resultando en la prohibición de libros en las escuelas, política que ha apuntado específicamente contra la literatura de temática LGBTQI+ racial.

El activismo sabe que tiene una larga lucha por delante, y está decidida a ganarla. Lo hará multiplicando la solidaridad, conectando las luchas contra la exclusión de las mujeres, las personas LGBTQI+ y las minorías raciales y exigiendo avances en materia de derechos en todos los frentes.

Orgullo trans en Londres

La política del Reino Unido está cada vez más inmersa en el mismo tipo de funesta guerra cultural que ha llegado a dominar el discurso público estadounidense. Aquí, las personas trans son el blanco preferido. En la actual competencia por el puesto de primer ministro del Reino Unido, casi todos los candidatos han redoblado sus críticas a los derechos de las personas trans.

Bajo el liderazgo del primer ministro saliente, Boris Johnson, el gobierno del Reino Unido ha retrocedido en materia de derechos de las personas trans. En abril de 2022 el gobierno se echó atrás en su intención de prohibir las llamadas “terapias de conversión” y excluyó a las personas trans de esta protección legal. Ese mismo mes, el gobierno se vio vergonzosamente obligado a cancelar la conferencia mundial LGBTQI+ que tenía prevista, después de que muchas organizaciones LGBTQI+ se retiraran en protesta por el retroceso en relación con las “terapias de conversión”.

Los participantes de la marcha del Orgullo de Nueva York comprendieron instintivamente que el derecho al aborto formaba parte de su lucha, aunque la guerra cultural que impulsa la derecha hace uso de la táctica de dividir para gobernar. En un contexto en que políticos y grupos antiderechos atizan el odio hacia las personas trans, presentan los derechos como un juego de suma cero, tratando de persuadir a la gente de que los derechos de las personas trans son una amenaza para los derechos de las mujeres, aun cuando también atacan los derechos de las mujeres. Esto vuelve aún más vital el tipo de solidaridad interseccional exhibido en Nueva York.

También aumentó la importancia de la temporada del Orgullo para las asediadas personas trans del Reino Unido. El 9 de julio más de 20.000 personas participaron en la manifestación del Orgullo Trans en Londres, convocada bajo el lema “El orgullo es protesta”. Superaron con creces el anterior récord de asistencia a la protesta, que era de 7.500 personas. Los organizadores se preocuparon de que el acto fuera totalmente accesible para personas con discapacidad, en reconocimiento de las múltiples capas de discriminación que resultan en denegación de derechos.

Orgullo radical en el Reino Unido y los Estados Unidos

El Orgullo Trans de Londres fue un evento independiente del desfile oficial del Orgullo de Londres, celebrado la semana anterior, el 2 de julio. En los últimos años el evento oficial ha sido acusado de descuidar a las personas trans y de excluir a las personas negras y a otras minorías del Reino Unido. En 2021, el consejo asesor de la organización dimitió alegando que había un “ambiente hostil” para las personas voluntarias no blancas.

Allí donde las manifestaciones del Orgullo llevan mucho tiempo establecidas, como Canadá, Estados Unidos y muchas partes de Europa, los desfiles oficiales han sido recientemente criticados por haberse despolitizado. Los críticos afirman que han olvidado sus raíces radicales para convertirse en fiestas y oportunidades de relaciones públicas para sus auspiciantes corporativos.

El resurgimiento en 2020 del movimiento Black Lives Matter (“Las vidas negras importan”) impulsó a algunos eventos del Orgullo largamente establecidos a reconocer las intersecciones entre género, identidad sexual y raza y a hacer frente a las estructuras de poder que deniegan derechos no solo a las personas LGBTQI+ sino también a las personas negras y a otros grupos excluidos. Los agentes de policía LGBTQI+ se habían convertido en participantes visibles de las marchas del Orgullo en Londres, pero en 2022 los organizadores prohibieron la participación de policías uniformados, en respuesta a las recientes revelaciones de racismo, homofobia y misoginia sistémicos en las fuerzas policiales del Reino Unido.

En respuesta a ello, están surgiendo eventos más radicales, como el Orgullo Trans. Este es también el caso de Nueva York, donde la Marcha de la Liberación Queer tuvo lugar el 26 de junio, al día siguiente del Orgullo de Nueva York. Organizada por la Coalición Reclaim Pride, establecida en el 50º aniversario de Stonewall en 2019 para repolitizar el Orgullo, este año el evento puso el foco en las personas de color que se verán más afectadas por la pérdida del derecho al aborto, y en la necesidad de derechos sexuales y reproductivos y autonomía corporal para todos y todas.

2022 fue un aniversario importante en Londres, ya que se cumplieron 50 años de la primera y desafiante protesta protagonizada por 700 personas en la ciudad. En la víspera del evento oficial, el 1º de julio, los veteranos de la protesta que en 1972 habían marchado bajo la bandera del Frente de Liberación Homosexual volvieron a recorrer la ruta original, reclamando un Orgullo abierto a todo el mundo, sin patrocinio empresarial y con los derechos humanos en primer plano.

Votar con orgullo en San Pablo

La política volvió también al Orgullo de San Pablo, Brasil. Este ha sido durante mucho tiempo uno de los mayores eventos LGBTQI+ del mundo, al que suelen asistir millones de personas. Al igual que en Nueva York, era el primer desfile del Orgullo Gay de San Pablo que tenía lugar en forma presencial desde el comienzo de la pandemia. Y estuvo marcado por el hecho de que Brasil pronto deberá enfrentar una decisión crucial.

En octubre, los votantes elegirán al presidente y al parlamento de su país. El actual presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, no es precisamente un amigo de la comunidad LGBTQI+. Tiene un largo historial de insultos homófobos y en su primer día como presidente excluyó los derechos de las personas LGBTQI+ del mandato del ministerio de derechos humanos.

Aunque desde hace tiempo las encuestas lo colocan detrás de su contrincante, el expresidente Lula, se teme que Bolsonaro logre reducir la distancia. Ha puesto en marcha un programa de reparto de dinero en efectivo y está diseminando afirmaciones al estilo de Trump sobre un posible fraude electoral. Los votantes evangélicos son una fuerza poderosa en Brasil, y en el intento de reforzar su apoyo, Bolsonaro podría intensificar su retórica antiaborto y anti-LGBTQI+.

De ahí que la marcha de San Pablo fuera especialmente oportuna. Organizada bajo el lema “vota con orgullo, por políticas que nos representen”, pretendió demostrar que, dado que las personas LGBTQI+ pueden movilizarse masivamente, los políticos deben escucharlas. Los manifestantes exigieron que Bolsonaro sea expulsado en octubre. Están decididos a que sus derechos cuenten.

Represión en Estambul

También Turquía tiene en el poder un político de derecha que está dispuesto a emplear tácticas tóxicas para obtener su reelección. El presidente Recep Tayyip Erdoğan está desesperado por encontrar blancos fáciles de atacar para movilizar a su base de apoyo socialmente conservadora y distraer la atención de la grave crisis económica que no logra remontar.

Esta es una mala noticia para el millón de refugiados sirios del país, actualmente blanco de una ola de xenofobia politizada, y no puede sino empeorar el clima para las personas LGBTQI+. El año pasado, Erdoğan dijo que “no hay” personas LGBTQI+ en Turquía. En consonancia con esta negación, los actos del Orgullo han sido prohibidos y reprimidos sin piedad en los últimos años.

El Orgullo de Estambul, celebrado por primera vez en 2003, es el primero y más grande de su tipo en un país de mayoría musulmana. Solía ser un evento importante, al que asistían miles de personas, pero desde 2015 el gobierno de la ciudad ha denegado sistemáticamente el permiso para el desfile. Año tras año, la gente ha seguido acudiendo de todos modos, y cada año ha enfrentado una represión violenta.

Lamentablemente, la historia no fue diferente este año cuando los organizadores intentaron realizar el evento el 26 de junio. La policía, armada con equipo antidisturbios, bloqueó el acceso a la céntrica plaza de Taksim y a las calles aledañas y obligó a la gente a abandonar los cafés locales. Las autoridades clausuraron el transporte público para impedir a la gente llegar a la protesta. Cuando los grupos de manifestantes intentaron reunirse, la policía los persiguió por las calles. Más de 370 personas fueron detenidas y la policía impidió que los medios de comunicación filmaran las detenciones.

En Turquía, el Mes del Orgullo fue testigo de un patrón sistemático de represión policial que incluyó actos de violencia contra el activismo. La policía también impidió que la gente llevara banderas del arco iris y otros emblemas LGBTQI+ a los actos del Día Internacional de la Mujer en marzo, y las autoridades están intentando clausurar una organización de la sociedad civil que organizó un evento sobre niñez LGBTQI+. Lamentablemente, es probable que la hostilidad continúe aumentando a medida que se intensifican los intentos de Erdoğan por aferrarse al poder.

De regreso en Bangkok

La espera para salir a la calle en Bangkok ha sido aún mayor. El 5 de junio, la capital tailandesa celebró su primer evento oficial del Orgullo en más de 15 años, bajo el lema Naruemit Pride, palabra tailandesa que significa “creación”.

Durante la última década y media, Tailandia ha vivido cinco años de gobierno militar. En la actualidad, los militares conservan el poder, aunque ahora bajo ropajes civiles. En los últimos años se ha producido una campaña de protestas por la democracia, liderada por la juventud, y se ha intensificado la represión de los derechos humanos.

Esto podría parecer un telón de fondo poco prometedor para una protesta del Orgullo, pero la hizo aún más vital. El evento fue posible gracias a que Bangkok tiene un nuevo gobernador, el independiente Chadchart Sittipunt, que obtuvo el cargo en mayo por un amplísimo margen. Conocido partidario de los derechos de las personas LGBTQI+, se apresuró a poner en práctica sus convicciones, lo que permitió que el evento siguiera adelante en un contexto en que el partido gobernante tiene muy escasa tolerancia hacia las protestas.

Tailandia tiene fama de ser un país más hospitalario para las personas LGBTQI+ que otros de la región, y se promociona de ese modo de cara al turismo extranjero; sin embargo, el activismo local señala la falta de reconocimiento legal de sus derechos, sin lo cual la tolerancia es una dádiva de los poderosos que éstos siempre pueden retirar. La discriminación sigue siendo una realidad cotidiana, especialmente para las personas trans.

Miles de personas acudieron al desfile en demanda de matrimonio igualitario. Este año el gobierno rechazó una propuesta para reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo, y el año pasado el Tribunal Constitucional declaró que el matrimonio entre personas del mismo sexo “anularía el orden natural”. Es posible que se produzca algún avance en dirección del reconocimiento de las uniones civiles, pero esto no llega a la plena igualdad exigida.

Estas reivindicaciones no están aisladas del movimiento más amplio que persigue una Tailandia democrática. La juventud LGBTQI+ está desempeñando un rol muy visible en protestas por la democracia que también desafían los tabúes sociales. Los grupos prodemocracia han apoyado la igualdad matrimonial como parte de la Tailandia progresista por la que luchan.

El movimiento de los “malos estudiantes” considera que la lucha por la democracia está íntimamente relacionada con su demanda de reforma del sistema educativo, caracterizado por normas anticuadas y draconianas que restringen el comportamiento y la apariencia de los y las estudiantes, obligándoles a adoptar estrechas identidades binarias. Las luchas por la democracia y los derechos de las personas LGBTQI+ seguirán estando entrelazadas en Tailandia.

Desafío en Oslo

Incluso en países donde sus derechos fueron consagrados largo tiempo atrás, las personas LGBTQI+ pueden seguir sufriendo discriminación, discursos de odio y violencia.

Noruega, uno de los países europeos con mayor protección legal de los derechos LGBTQI+, ofreció un recordatorio de estos desafíos persistentes. En la víspera del Orgullo de Oslo, el 25 de junio, un hombre armado atacó un conocido bar gay, matando a dos personas e hiriendo a muchas más. La policía dijo que consideraba al caso como un ataque terrorista.

Por razones de seguridad el desfile oficial del Orgullo fue cancelado, pero miles de personas marcharon de todos modos, tanto para llorar a los muertos como en expresión de desafío, insistiendo en que no se acobardarían a la hora de afirmar su presencia pública. Depositaron flores y banderas del arco iris en el suelo en señal de duelo y prometieron seguir luchando. Su lucha sigue siendo esencial, en todas partes. Las protestas del orgullo son hoy tan necesarias y vitales como siempre, desde Noruega hasta Brasil y desde Estados Unidos hasta Tailandia.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados deben permitir los eventos del Orgullo y garantizar la seguridad de sus participantes.
  • Los movimientos del Orgullo deberían establecer conexiones más fuertes con las luchas por los derechos de las mujeres y los derechos de las personas negras y otras personas de color.
  • La sociedad civil debe apoyar las luchas del colectivo LGBTQI+ y hacer suyas las reivindicaciones de derechos de las personas trans como una cuestión básica de derechos humanos.

Foto de portada de Lauren DeCicca/Getty Images