El Orgullo 2025 marcó una nueva etapa para los movimientos LGBTQI+ a nivel global, en un contexto de reacción política y repliegue del apoyo corporativo. En Estados Unidos y otros países del norte global, la retirada de patrocinadores empresariales generó desafíos financieros, pero también abrió la puerta a liberar al Orgullo de la influencia moderadora del sector privado y recuperar sus raíces de protesta radical. La hostilidad política se intensificó en diversas regiones, como lo evidencian las órdenes ejecutivas contra las personas LGBTQI+ de Donald Trump, la prohibición del Orgullo en Hungría y la violenta represión en Turquía. Sin embargo, esta reacción ha sido respondida con campañas más audaces, mayor organización comunitaria, y redes de apoyo más amplias.

Bajo un cielo gris, miles de activistas LGBTQI+ se reunieron el 8 de junio, último día del WorldPride, frente al Lincoln Memorial en Washington D. C., en lo que los organizadores llamaron “una marcha por nuestras vidas”. Algunos manifestantes se desviaron para marchar hacia la Casa Blanca, dejando en claro que este no era el mismo Orgullo patrocinado por empresas que se había visto en años anteriores. Desde las celebraciones rodeadas por vallas de seguridad en Washington D. C. hasta las calles colmadas de Bangkok y los eventos prohibidos en Estambul, el Orgullo se ha vuelto, por necesidad, más radical.

La elección de los temas por parte de los organizadores reflejó esta urgencia política. El Orgullo de Nueva York adoptó el lema “Levántate: Orgullo en protesta”, en alusión al levantamiento fundacional de Stonewall, en 1969, cuando la comunidad desafió una redada policial en un bar gay de Greenwich Village.

Los lemas del Orgullo Trans+ de Londres, “Existencia y resistencia”, Bruselas, “Unámonos, es hora de proteger nuestros derechos” y Ciudad de México, “Diversidad sin fronteras: ¡Justicia, Resistencia y Unidad!”, fueron algunos de los muchos llamados a la acción que reflejaron la realidad política que enfrentan las personas LGBTQI+. Además de afirmar su identidad, los eventos del Orgullo de 2025 lanzaron un poderoso mensaje de resistencia.

Estados Unidos: El Orgullo en el ojo de la tormenta

Los retrocesos más recientes han dejado al descubierto la vulnerabilidad de los derechos LGBTQI+ frente a la inestabilidad política. La administración Trump desmanteló de forma sistemática los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y, en un ataque directo a las personas trans, revocó las políticas y directrices sobre identidad de género. En todo el país, los eventos del Orgullo se enfrentaron a un resurgimiento de la hostilidad política y amenazas a la seguridad que no se veían desde hacía una generación.

El epicentro fue el WorldPride en Washington D. C., celebrado por primera vez en Estados Unidos en conmemoración del 50.º aniversario del Orgullo. El evento llevó, de manera deliberadamente desafiante, el brillo del festejo a las puertas de la Casa Blanca, actual bastión del movimiento antiderechos. El clima político adverso hizo que la celebración, que se extendió durante tres semanas y que Trump se negó a reconocer, atrajera a muchos menos de los tres millones de visitantes esperados. En lo que muchos interpretaron como una respuesta a este contexto impredecible, Shakira canceló su actuación principal.

El evento combinó celebración y resistencia. Mientras otros artistas de renombre ofrecían espectáculos multitudinarios, la semana concluyó con una manifestación más sobria en el Lincoln Memorial, desde donde algunos marcharon hacia la Casa Blanca. Las medidas de seguridad dejaron en claro lo disputado que se ha vuelto el territorio: los organizadores instalaron vallas alrededor de toda la fiesta callejera de dos días en la Avenida Pennsylvania, ante rumores de posibles perturbaciones por parte de grupos de extrema derecha.

También se notó la ausencia de patrocinadores corporativos, en contraste con ediciones anteriores del Orgullo en Estados Unidos. Muchas empresas que durante décadas habían desarrollado campañas dirigidas al público LGBTQI+ cedieron ante la presión de Trump y recortaron sus iniciativas de diversidad, igualdad e inclusión, convencidas de que les sería más rentable complacer a Trump y a la clientela conservadora que mantener su respaldo al colectivo LGBTQI+.

Como señalaron los organizadores del Orgullo de Orlando, a pesar del reconocimiento de las empresas de que el Orgullo era su “mejor día del año”, esta vez muchas evitaron expresar su apoyo público. Este repliegue también tuvo un efecto de contagio: en Canadá, los principales patrocinadores se retiraron del Orgullo de Toronto, y en Australia, Google y Meta se retiraron del Mardi Gras Gay y Lésbico de Sídney.

Muchos activistas venían cuestionando desde hace tiempo la participación de las empresas en el Orgullo. Las recientes retiradas expusieron el carácter superficial de gran parte de estas alianzas: empresas que antes se mostraban como aliadas tomaron distancia rápidamente para alinearse con Trump. La era del “capitalismo arcoíris” – cuando el Orgullo era visto por las empresas como una oportunidad para un marketing vacío y despolitizado- podría estar llegando a su fin.

Aunque esto provocó un problema financiero —algunos eventos sufrieron recortes presupuestarios de 40 a 50%, lo que obligó a reducir su programación—, muchos activistas vieron en el cambio una oportunidad para reconectar con el espíritu original de la protesta. La nueva situación llevó a los organizadores a replantearse el propósito y la esencia del Orgullo, y muchos concluyeron que los eventos más pequeños y con base comunitaria podrían ser más significativos que los espectáculos masivos repletos de logotipos corporativos. Algunos grupos decidieron activamente romper lazos con empresas que retiraron su apoyo al colectivo LGBTQI+ y fueron pioneros en modelos alternativos de recaudación de fondos, centrados en la solidaridad comunitaria más que en la generosidad empresarial.

Este giro fue especialmente visible en la proliferación de eventos del Orgullo en pequeñas localidades de inclinación conservadora, donde los organizadores apostaron por promover la construcción de comunidades de base. En el condado de Canyon, Idaho – donde el 72 % votó a Trump en 2024-,  los organizadores siguieron adelante pese a la oleada de críticas en redes sociales y las acusaciones de «promover la inmoralidad». En Boise, Idaho, un evento contrario al Orgullo, autodenominado “Orgullo Heterosexual”, fracasó con apenas unas decenas de asistentes, y solo captó la atención cuando un músico interpretó un himno de protesta a favor de las personas trans.

América Latina: tierra de contrastes

Latinoamérica ofreció un panorama de grandes celebraciones, pero también de violencia y represión.

El Orgullo de San Pablo, en Brasil, siguió siendo uno de los eventos más multitudinarios del mundo, con más de tres millones de participantes el 2 de junio. La masiva concurrencia fue tanto una celebración como una movilización política, con fuerte presencia del gobierno. Sin embargo, Brasil muestra un marcado contraste entre un Ejecutivo de orientación progresista y un Congreso profundamente conservador, donde los movimientos religiosos de derecha tienen una amplia representación, lo que genera tensiones constantes en torno a los derechos LGBTQI+, pese al respaldo del gobierno.

En Ciudad de México, más de un millón de personas marcharon el 28 de junio durante el Orgullo Latinoamericano, mientras que el Orgullo de Puerto Vallarta ofreció actividades durante todo el día a más de 20.000 asistentes. En Chile, más de 100.000 personas participaron del Orgullo de Santiago el 21 de junio, reclamando protección frente a la discriminación y los discursos de odio.

Los eventos del Orgullo en toda la región reflejaron una creciente urgencia política. En Colombia, más de 36 ciudades se sumaron a las celebraciones el 22 de junio. La comunidad seguía conmocionada por el asesinato de la activista trans Sara Millerey, ocurrido en abril, lo que renovó los reclamos por una Ley Trans Integral. En Perú, la marcha del Orgullo en Lima, el 28 de junio, reunió a una multitud que exigió matrimonio igualitario, reconocimiento legal de la identidad de género y una ley contra los crímenes de odio. En San Juan, Puerto Rico, el Orgullo celebrado el 23 de junio fue ocasión para protestar contra la reciente Ley del Derecho Fundamental a la Libertad Religiosa, que permitiría restringir el acceso a la atención médica por motivos religiosos.

Pero también hubo momentos de tensión. En Guatemala, el Orgullo celebró su 25º aniversario con miles de personas marchando por el centro histórico de la capital, Ciudad de Guatemala, a pesar de los intentos judiciales por restringir el evento. En 2024, una orden del Tribunal Constitucional había exigido a la policía garantizar el respeto de las “buenas costumbres” durante la marcha. El desfile se desarrolló en un contexto de violencia creciente y crímenes de odio: en 2024, al menos 37 personas LGBTQI+ fueron asesinadas, y otras 11 en lo que va de 2025.

En Nicaragua, en cambio, las calles permanecieron en silencio. El régimen autoritario del presidente Daniel Ortega ha desmantelado la sociedad civil y las instituciones independientes, imposibilitando la organización de las personas LGBTQI+. En cambio, la diáspora nicaragüense marchó junto a activistas costarricenses en San José.

Europa: celebración en un contexto de polarización creciente

El calendario del Orgullo 2025 en Europa transcurrió en un escenario de creciente influencia de la extrema derecha y polarización política. Los eventos fueron multitudinarios, pero muchos se desarrollaron bajo severas restricciones y enfrentaron una oposición violenta. Al igual que en Estados Unidos, este contexto desafiante llevó a los organizadores a adoptar lemas más políticos que remitían al carácter originalmente protestatario del movimiento.

En Hungría, fue el propio Estado quien intensificó la politización del Orgullo. En abril, el país se convirtió en el primero de la Unión Europea en aprobar una ley que penaliza la participación en eventos del Orgullo, tras haber promulgado previamente leyes que prohíben lo que denomina “propaganda homosexual y transexual” dirigida a menores, y eliminado el reconocimiento legal de las personas trans. Antes de la marcha, el primer ministro nacionalista de derecha, Viktor Orbán, calificó el evento de “repulsivo y vergonzoso”, como parte de su escalada retórica antiderechos en el marco de su campaña para la reelección en 2026. A pesar de las advertencias policiales sobre multas de hasta 500 euros (aproximadamente 550 dólares) y posibles penas de prisión para los organizadores, el Orgullo de Budapest del 28 de junio se llevó a cabo sin incidentes, gracias a que el alcalde de la ciudad lo declaró evento municipal. Esto eximió a sus organizadores de solicitar autorización policial.

La consigna “Estamos aquí/en casa”, elegida para el 30º aniversario de la marcha, buscó contrarrestar el discurso oficial que presenta la diversidad como una ideología extranjera, al tiempo que reivindicó que las personas LGBTQI+ son parte integral de la sociedad húngara. Entre 100.000 y 200.000 personas participaron en la marcha, lo que la convirtió en una de las mayores protestas contra el gobierno de los últimos años. Un gobierno que rara vez da marcha atrás optó esta vez por evitar la represión violenta, posiblemente consciente de la presencia de más de 70 eurodiputados y de la condena generalizada que conllevaría.

La política también ocupó un lugar central en el Reino Unido. El Orgullo Trans+ de Londres fue una respuesta desafiante a la reciente sentencia del Tribunal Supremo británico, que definió legalmente a las mujeres en función del sexo biológico, con implicancias profundas para el reconocimiento de las identidades trans y el acceso a servicios y espacios diferenciados por sexo. Las organizaciones del Orgullo en Birmingham, Brighton, Londres y Manchester reaccionaron prohibiendo la participación de partidos políticos en sus eventos, negando así a quienes restringen los derechos trans la posibilidad de presentarse como aliados.

El EuroPride en Lisboa, Portugal fue el eje del calendario del Orgullo europeo de 2025, y marcó la primera vez que un país de habla portuguesa acogió este evento. El Orgullo de Madrid se mantuvo como el más grande de Europa, con más de dos millones de asistentes, mientras que las diversas ciudades costeras de España sumaron celebraciones junto al mar y el Orgullo de París reunió a una multitud en su desfile del 28 de junio. Los países nórdicos también celebraron grandes movilizaciones: decenas de miles de personas participaron en los Orgullos de Helsinki y el de Oslo.

Sin embargo, varios eventos debieron desarrollarse bajo fuertes medidas de seguridad. En Alemania, grupos de extrema derecha organizaron contramanifestaciones bajo el lema “celebrar a las familias convencionales” y anunciaron su intención de presentarse en actos del Orgullo previstos para fines de julio y agosto.

En Polonia, la Marcha por la Igualdad en Varsovia movilizó a un gran número de personas bajo la consigna “El amor es la respuesta”, con reclamos por matrimonio igualitario, derecho a la adopción y leyes más firmes contra la discriminación. A pesar de la reciente elección de un presidente de derecha, los activistas mantienen expectativas de avances tras la derrota del gobierno populista y nacionalista de derecha en 2023, y la eliminación de las llamadas “zonas libres de LGBT”. En Rumania, donde también crece el nacionalismo de derecha, el Orgullo de Bucarest celebró su vigésimo aniversario con una participación récord de unas 30.000 personas. La contramanifestación denominada “Marcha por la Normalidad”, cuyos asistentes portaron cruces e iconos religiosos exigiendo una nación cristiana ortodoxa, no logró eclipsar el evento.

La situación más preocupante fue la de Turquía, donde las autoridades prohibieron la marcha y la policía dispersó violentamente a la multitud, arrestando a más de 50 personas – entre ellas seis abogados, tres periodistas y un miembro del Parlamento, que además fueron sometidas a graves abusos. La represión se produjo en el marco de la declaración del presidente autoritario Recep Tayyip Erdoğan de 2025 como “Año de la Familia” y de una intensificación de sus ataques contra las personas LGBTQI+, con el objetivo de reforzar su base de apoyo tras recientes protestas masivas. El Orgullo de Estambul, primer evento de este tipo en un país de mayoría musulmana, llegó a convocar a decenas de miles de personas, pero ha estado prohibido cada año desde 2015. Las autoridades alegan motivos de seguridad pública, al tiempo que criminalizan sistemáticamente la visibilidad LGBTQI+.

@reneweurope Save the dates for Pride 2025! 🏳️‍🌈 From Malta to Helsinki, Pride 2025 is sweeping across Europe. It's not just a celebration, it's a movement. A reminder that LGBTQ joy, visibility and rights matter in every corner of this continent. Pride isn't just about one day. It's about showing up, speaking out and spreading the word! Save this list and join your local Pride parade this year! #Pride #pride2025 #lgbtq🏳️‍🌈 #europe #equality ♬ Born This Way Lady Gaga - johanna

Asia: avances y represión

El Orgullo tuvo especial protagonismo en Tailandia, que busca posicionarse como el nuevo destino del Orgullo en Asia, tras la histórica entrada en vigor de la ley de matrimonio igualitario en enero. Más de 1.800 parejas ya se han casado. Durante junio, el festival “Amazing Thailand Love Wins” ofreció actividades en decenas de ciudades, desde Chiang Mai, en el norte, hasta Phuket, en el sur.

El Bangkok Pride Festival, bajo el lema “Nacidos así: del matrimonio igualitario al reconocimiento de la identidad”, fue el eje central de la lucha por ampliar derechos. Más de 300.000 personas se reunieron el 1º de junio en lo que los organizadores describieron como un desfile histórico, con una bandera arcoíris de 200 metros y la presencia de la primera ministra Paetongtarn Shinawatra.

Tanto funcionarios gubernamentales como empresas respaldan la propuesta de que Tailandia albergue el WorldPride 2030. Central Pattana, la principal empresa desarrolladora inmobiliaria de Tailandia, organizó celebraciones del Orgullo en 39 centros comerciales de todo el país. Las motivaciones económicas son claras: se estima que la comunidad LGBTQI+, que cuenta con más de seis millones de personas en Tailandia, genera unos 4600 millones de dólares al año, y que los ingresos provenientes del turismo LGBTQI+ podrían sumar otros 2000 millones. Frente a este creciente protagonismo económico, los activistas tailandeses probablemente enfrenten cada vez más desafíos similares a los de países del norte global, al intentar sostener el carácter reivindicativo del Orgullo dentro de un entorno cada vez más dominado por intereses empresariales y políticos.

Japón sigue siendo líder en la región: al Orgullo Arcoíris de Tokio, celebrado los días 7 y 8 de junio, reunió a unas 270.000 personas, seguido por el primer Orgullo Juvenil, bajo el lema “Ámate tal y como eres”. En Corea del Sur, el Festival de Cultura Queer de Seúl alcanzó una asistencia récord de más de 170.000 personas, con la consigna “Nunca nos detendremos”. El evento se llevó a cabo a pesar de la reacción conservadora, que incluyó contramanifestantes con pancartas que decían “Alto a la homosexualidad” y “El matrimonio entre personas del mismo sexo destruye a las familias”. En Taiwán, el Orgullo previsto para octubre sigue siendo un evento destacado: se espera que al menos 200.000 personas se reúnan en Taipéi.

En Manila, capital de Filipinas, una multitud se sumó a las celebraciones del Orgullo el 28 de junio, pese a la lluvia. En Singapur – donde las relaciones entre personas del mismo sexo son legales desde 2022- se celebró Pink Dot, el mayor evento anual LGBTQI+ del país, junto con Pink Fest, un festival que se extendió durante todo el mes.

Sin embargo, estos avances ocurrieron en un contexto regional de fuerte criminalización y represión. Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo siguen siendo ilegales en 21 países asiáticos, y en siete de ellos (Afganistán, Arabia Saudita, Brunéi, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Qatar y Yemen) pueden ser castigadas con la pena de muerte. En muchos Estados insulares del Pacífico también permanecen vigentes severas leyes contra la homosexualidad, heredadas de la época colonial.

Esto implicó que no se celebraran eventos públicos del Orgullo en gran parte de la región; en entornos hostiles, incluso participar en eventos privados requería valentía. En Indonesia, la policía arrestó a 75 personas en un evento privado descrito como una «fiesta gay» el 22 de junio. Los detenidos fueron sometidos a controles médicos invasivos y pruebas de VIH, como parte de una campaña de represión más amplia en aplicación de leyes vagas contra la pornografía.

África: resistencia clandestina contra la criminalización

El continente africano sigue siendo el entorno más hostil para el Orgullo, con una represión sistemática y barreras legales que obligan a los activistas LGBTQI+ a organizarse de forma cada vez más clandestina.

Este clima adverso se ve reforzado por la oposición organizada, que quedó patente en la Conferencia Panafricana sobre los Valores Familiares, celebrada en mayo en Nairobi, Kenia. La intensificación de la represión por parte de varios gobiernos agrava aún más la situación.

Los eventos públicos del Orgullo son poco frecuentes fuera de Sudáfrica, donde se celebran a lo largo del año, desde el Orgullo de Ciudad del Cabo en marzo hasta el Orgullo de Johannesburgo en octubre. Incluso allí surgen dificultades: en la provincia Estado Libre, el Orgullo fue cancelado por problemas financieros.

A pesar de no poder manifestarse públicamente, las personas LGBTQI+ de toda África siguen reuniéndose en espacios seguros para apoyarse mutuamente y construir comunidades. Un ejemplo notable de resistencia en medio de la adversidad fue el Orgullo de Lagos, en Nigeria. Organizado por Queercity Media bajo el lema “Estamos todos juntos en esto”, se llevó a cabo un festival discreto entre el 22 y el 29 de junio.

La resistencia clandestina es una forma distinta- pero igualmente valiosa- de vivir el Orgullo. En contextos de persecución avalada por el Estado, estas iniciativas priorizan la supervivencia y la resiliencia comunitaria por encima de la visibilidad pública, y crean espacios donde las personas LGBTQI+ pueden entrar en contacto y encontrar solidaridad. La creatividad y determinación que demostraron los organizadores son prueba de que ninguna represión puede anular la necesidad humana de identidad y pertenencia.

La resistencia como renovación

La temporada del Orgullo de este año demostró que los movimientos LGBTQI+ continúan evolucionando, responden a los ataques contra sus derechos y aprovechan las oportunidades que surgen. Los lemas elegidos por los organizadores en todo el mundo —existencia, resistencia, solidaridad, protesta— reflejan un movimiento global consciente de estar bajo asedio, pero decidido a no guardar silencio.

La retirada del sector privado, que podría haber puesto en riesgo la realización de eventos del Orgullo en Estados Unidos y otros países, terminó por impulsar un retorno a la auténtica organización comunitaria. Si bien los recortes de fondos trajeron dificultades, también ofrecieron una forma de liberación frente al riesgo de cooptación empresarial.

Los cambios en curso van más allá de una simple adaptación pragmática a la disminución de la financiación; reflejan una comprensión más profunda de que el poder del Orgullo reside en la solidaridad comunitaria más que en la validación externa. La multiplicación de eventos de base en ciudades conservadoras de Estados Unidos, la masiva participación a pesar de la hostilidad política en Europa del Este y la creativa organización clandestina en contextos restrictivos de África y Asia son prueba de que la movilización no depende del patrocinio de las empresas ni del aval gubernamental. Puede que algunos eventos hayan sido más pequeños y menos elaborados, pero se vivieron como más genuinos y políticamente urgentes.

Los desafíos que quedan por delante son inmensos. Las relaciones entre personas del mismo sexo siguen estando criminalizadas en gran parte del mundo; la legislación contra las personas LGBTQI+ avanza en numerosos países; y la violencia, especialmente contra las personas trans, persiste y se intensifica. Sin embargo, la reacción política que busca volver a empujar a las personas LGBTQI+ hacia la invisibilidad encuentra hoy una respuesta marcada por mayor solidaridad, lemas más desafiantes y la construcción de alianzas más amplias.

El camino que se vislumbra apunta a un movimiento que se fortalece en los lazos comunitarios, no en el respaldo del Estado o de las empresas; donde celebración y resistencia se entrelazan, y donde el carácter global de los ataques como de las respuestas se vuelve cada vez más evidente. Ninguna hostilidad política ni retirada empresarial podrá borrar el hecho fundamental de que las personas LGBTQI+ siempre han existido en todas partes y siempre existirán, y que tienen derecho a vivir con orgullo.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados deben eliminar todos los obstáculos a la realización de eventos del Orgullo y garantizar tanto el derecho a la protesta pacífica como la seguridad de quienes participan.
  • La comunidad internacional debe apoyar a las personas activistas LGBTQI+ en contextos hostiles y ofrecer plataformas de solidaridad.
  • La sociedad civil debe priorizar eventos del Orgullo auténticos e impulsados por la comunidad, y trabajar para garantizar su sostenibilidad financiera mediante modelos de financiación diversificados.

Para entrevistas o más información, póngase en contacto con research@civicus.org

Foto de portada de Lisa Marie David/Reuters vía Gallo Images