Guatemala ante la oportunidad de un nuevo comienzo
Tras recorrer un camino largo y accidentado, Bernardo Arévalo finalmente ha sido juramentado como presidente de Guatemala. Arévalo, un outsider político que lidera un nuevo partido nacido de una ola de protestas anticorrupción, enfrenta ahora la enorme tarea de desmantelar la densa red de corrupción e impunidad que ha desfigurado la democracia guatemalteca. Las élites corruptas cuyos privilegios se ha comprometido a eliminar con toda seguridad opondrán resistencia. La ciudadanía que se movilizó para impedir la investidura de Arévalo no debe bajar la guardia. Junto con la comunidad internacional, deben asegurarse de darle a Arévalo la oportunidad de triunfar.
El nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, debía asumir el cargo el 14 de enero a las dos de la tarde – el 14 a las 14, como se repitieron ansiosos durante meses los numerosos guatemaltecos que anhelaban un cambio. Sería un acontecimiento trascendental, pero no podía darse por descontado que efectivamente se produjera.
Un año atrás, el cofundador del progresista Movimiento Semilla, un partido político nacido de las masivas protestas anticorrupción de 2015, era apenas un diputado ignoto que acababa de ser designado como candidato presidencial de su partido. Ni siquiera estaba en el radar de las encuestas de opinión. Tras una larga cadena de acontecimientos improbables, se ha convertido en el primer presidente guatemalteco de que se tenga memoria que no integra las élites autocentradas que los guatemaltecos llaman “el pacto de corruptos”, al cual ha prometido creíblemente desmantelar.
El temor que esto causó entre los beneficiarios de la cleptocracia autoritaria que lleva tanto tiempo gobernando Guatemala se reflejó en una larga cadena de intentos de impedir la toma de posesión de Arévalo. La masiva y sostenida movilización que se produjo en reacción a ello fue en gran medida responsable de haber mantenido encendida la llama de la democracia en Guatemala.
Retrasos de última hora
Todo lo que el Congreso guatemalteco tenía que hacer en la mañana del 14 de enero era certificar a los diputados recién elegidos para que el cuerpo pudiera tomar juramento al nuevo presidente. Pero este procedimiento administrativo de rutina se prolongó durante largas horas. La suspensión arbitraria del Movimiento Semilla, asediado judicialmente desde que quedara segundo en la primera vuelta del 25 de junio, fue utilizada como argumento para intentar que sus 23 diputados fueran declarados independientes en vez de parte de un bloque, con el propósito de excluirlos de toda posición de autoridad en el cuerpo.
Por ley, el nuevo Congreso debía quedar constituido antes del final del día. Mientras los políticos daban largas al asunto y las horas pasaban, la gente congregada afuera empezaba a enfadarse. El movimiento indígena, al frente de las protestas que durante meses habían logrado mantener a raya sucesivos intentos de revertir los resultados electorales, hizo un llamamiento a las comunidades indígenas de toda Guatemala para que permanecieran en estado alerta hasta que se concretara la toma de posesión.
La presencia de invitados internacionales, normalmente parte de un ritual sin importancia, también resultó vital. En las últimas horas de la tarde, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, rodeado de miembros de numerosas delegaciones extranjeras, leyó una declaración en la que urgía al Congreso guatemalteco a entregar el poder al presidente electo “como exige la Constitución”. Fue una señal de que el mundo estaba mirando lo que ocurría en Guatemala.
Mientras aumentaban las tensiones, Semilla alcanzó un acuerdo para que uno de sus diputados fuera elegido presidente del Congreso. Esto permitió reanudar el proceso de certificación, y Arévalo finalmente juró en su cargo poco después de la medianoche. Los festejos duraron la noche entera.
#LHVideo | Las autoridades indígenas llaman a que todas las comunidades se unan en sus territorios y manifiesten pacíficamente para que se cumpla con la Constitución y se dé el cambio de Gobierno. Asimismo, indican que en su momento comunicaran si se trasladarán al Congreso para… pic.twitter.com/MlNGoP8ChM
— Diario La Hora (@lahoragt) January 14, 2024
Tentativa de golpe por etapas
La elección de Arévalo fue inesperada. Llegó a la segunda vuelta del 20 de agosto porque otros aspirantes que no eran del agrado de la élite fueron descalificados antes de la primera ronda electoral. Nadie se molestó en bloquear su candidatura porque las encuestas prácticamente no la registraban. En esa oportunidad las expectativas de los votantes fueron extremadamente bajas, al punto que el primer puesto fue para el voto nulo.
Pero una vez que pasó a la segunda vuelta, el ascenso de Arévalo fue imparable. Las amenazas de muerte no tardaron en llegar, y días antes de la segunda vuelta salió a la luz un plan de asesinato que involucraba a actores tanto estatales como no estatales. Para protegerlos, el 24 de agosto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos concedió medidas cautelares a Arévalo y a su compañera de fórmula, Karin Herrera.
Nada más anunciarse los resultados de la primera vuelta, nueve partidos presentaron reclamos por supuestas “irregularidades” que, llamativamente, habían pasado desapercibidas a todos los observadores internacionales. Sus simpatizantes se concentraron ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE) para pedir la repetición de los comicios.
El Tribunal Constitucional ordenó un nuevo recuento de los votos y ordenó al TSE que suspendiera la certificación oficial de los resultados hasta que se resolvieran las demandas. Se hizo el recuento y el TSE ratificó los resultados dos semanas más tarde, el 12 de julio.
Entretanto, la fiscal general Consuelo Porras Argueta, una funcionaria sancionada por los Estados Unidos por corrupción, inició una investigación sobre Semilla por supuestas irregularidades en su proceso de inscripción e hizo allanar sus oficinas. También ordenó dos allanamientos de las oficinas del TSE, y cuando el TSE anunció oficialmente a Arévalo como uno de los competidores en la segunda vuelta, ordenó la suspensión de Semilla. Sin embargo, el Tribunal Constitucional bloqueó esta orden y la segunda vuelta siguió su curso. Arévalo recibió el 58% de los votos, frente al 37,2% de la candidata oficialista.
Los esfuerzos por detener la toma de posesión de Arévalo comenzaron de inmediato, con un nuevo intento de la Fiscalía de suspender a Semilla. El Tribunal Constitucional siguió recibiendo y rechazando recursos hasta el mismo día de la toma de posesión.
Durante 100 días se enfrentaron dos visiones diametralmente opuestas para Guatemala: la ciudadanía deseosa de cambio se movilizó y protestó sin parar, mientras que las fuerzas corruptas vinculadas al crimen organizado se esforzaron por preservar sus privilegios a cualquier precio. Aparentemente para evitar que se convirtieran en blanco de ataques, Arévalo recién anunció la composición de su futuro gabinete a menos de una semana de su toma de posesión.
Voces desde las primeras líneas
Jorge Santos es Coordinador General de la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos de Guatemala, una organización de la sociedad civil dedicada a documentar, verificar y registrar agresiones contra personas defensoras de derechos humanos en Guatemala.
El desconocimiento de la voluntad popular expresada en las urnas es el mayor agravio posible a la democracia, y frente a ello la ciudadanía se ha movilizado. A partir del 2 de octubre se convocó a un paro nacional por tiempo indefinido para exigir el respecto de la voluntad popular. El 9 de enero se cumplieron 100 días de resistencia pacífica, encabezada por los pueblos originarios e indígenas, en defensa de la democracia.
A las protestas convocadas por autoridades ancestrales indígenas de los pueblos originarios se han sumado numerosas expresiones ciudadanas espontáneas. En el pasado, las capas medias urbanas y mestizas se oponían a los procesos de movilización de los pueblos indígenas. En esta oportunidad, en cambio, las protestas lideradas por los pueblos indígenas han sido acompañadas y legitimadas por amplios sectores de la sociedad. Este hecho rompió con una larga tradición de prejuicio y discriminación racial de la sociedad urbana y mestiza hacia los pueblos indígenas, y resultó en manifestaciones masivas y muy extendidas en el territorio nacional.
Las protestas lograron aglutinar a los 23 pueblos que conforman Guatemala. Amplios sectores de la sociedad llevaron a cabo bloqueos de carreteras en los principales puntos de tránsito del país. El tránsito de alimentos y de servicios médicos o de asistencia no se vieron obstruidos, ya que los manifestantes les liberaron el paso.
Los bloqueos fueron una manifestación de alegría ciudadana sin precedentes. La ciudadanía retomó y recuperó el espacio público, hubo bailes en las calles tomadas, juegos de fútbol, clases de yoga y de ajedrez.
Una característica central de las protestas fue su carácter pacífico. Frente a las provocaciones de actores externos y de la policía nacional, la ciudadanía respondió con acciones no violentas. Durante 100 días mantuvo una concentración frente a la sede central del Ministerio Público. Los manifestantes no dejaron su lugar y continuaron reclamando la renuncia de Consuelo Porras Argueta por sus reiterados intentos de anular la victoria presidencial de Bernardo Arévalo.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Jorge. Lea la entrevista completa aquí.
Democracia en terapia intensiva
Guatemala ha sido clasificada durante largo tiempo como un “régimen híbrido” que combina elementos democráticos y autoritarios. Bajo la presidencia del mandatario saliente, Alejandro Giammattei, las libertades cívicas se deterioraron sensiblemente, al igual que la situación de las personas defensoras de derechos humanos en el territorio. Las instituciones del Estado se debilitaron aún más, saqueadas por élites depredadoras y cooptadas por el crimen organizado.
Uno de los últimos actos del predecesor y aliado de Giammattei, Jimmy Morales, fue poner fin a los 12 años de trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Encargada de apoyar al Ministerio Público, a la policía y a otras instituciones del Estado en la investigación y persecución de delitos graves, y de fortalecerlas para que estuvieran en condiciones de enfrentar a los grupos ilegales y del crimen organizado, la CICIG ayudó a presentar más de 120 casos en el sistema de justicia guatemalteco, los cuales implicaron a más de 1.540 personas, de las cuales unas 660 enfrentaron acusaciones, entre ellas 200 funcionarios gubernamentales, incluidos expresidentes, miembros del Congreso, ministros y jueces. Sus investigaciones conjuntas con la fiscalía general resultaron en más de 400 condenas.
Durante el gobierno de Giammattei, el Ministerio Público desmanteló todos los esfuerzos anticorrupción y criminalizó a los operadores de justicia que habían trabajado junto a la CICIG. Jueces y fiscales fueron investigados, detenidos, condenados y forzados al exilio.
La impunidad se extendió aún más. El Índice de Percepción de la Corrupción 2022 de Transparencia Internacional encontró evidencia de una fuerte influencia del crimen organizado sobre la política y los políticos, e incluso de casos de actores del crimen organizado que ocupaban cargos públicos.
No es de extrañar que la confianza de los y las guatemaltecas en las instituciones del Estado haya tocado fondo. Según el último informe del Latinobarómetro, en 2021 la satisfacción con el funcionamiento de la democracia se situaba en torno del 25%. Apenas el 20% pensaba que la distribución de la riqueza era justa y un porcentaje igualmente bajo creía que el país era gobernado en beneficio de todas las personas y no solamente de las élites. Apenas el 37% creía que la democracia era preferible a cualquier otra alternativa. Estas cifras evidencian la magnitud de la tarea que Arévalo tiene por delante.
Los desafíos inminentes
Arévalo llegó a la presidencia con una sólida plataforma anticorrupción. Durante la campaña reconoció que la corrupción y la impunidad han alimentado las desigualdades, consolidando los privilegios de unos pocos y normalizando la violación de los derechos de la mayoría. Su ascenso creó enormes expectativas entre los históricamente excluidos pueblos indígenas, la sociedad civil y la juventud, todos los cuales se movilizaron en masa para asegurarse de que prevaleciera la democracia.
Pero desmantelar densas redes de complicidades, erradicar la corrupción arraigada y reconstruir las instituciones del Estado no son tareas fáciles.
Los numerosos desafíos a enfrentar incluyen un Congreso extremadamente fragmentado, con 16 partidos representados y apenas 23 de los 160 escaños en manos de Semilla. Una gran mayoría del Congreso sigue en la nómina de los intereses que Arévalo ha prometido desbaratar, al igual que la mayor parte del sistema judicial. Los sucesos del 14 de enero dejaron claro que el “pacto de corruptos” buscará impedirle a Arévalo gobernar. E intentará derrocarlo si se le presenta la oportunidad.
El 16 de enero, el presidente Arévalo y la vicepresidenta Herrera tuvieron otra toma de posesión, esta vez no oficial: una ceremonia maya organizada por autoridades ancestrales en el sitio arqueológico Kaminaljuyú. Tras la ceremonia, Arévalo habló con los medios de comunicación y confirmó que sus primeras medidas constituirían respuestas a demandas expresadas por la ciudadanía movilizada en defensa de la democracia.
La lista es larga: desde reducir el gasto político y mejorar los servicios sociales hasta revertir las leyes que criminalizan la protesta y establecer un mecanismo eficaz de protección para personas defensoras de derechos humanos. Encabeza la lista la demanda de forzar la dimisión de la fiscal general Consuelo Porras, la funcionaria que ocupa el vértice superior de la vasta red judicial creada para garantizar la impunidad del “pacto de corruptos”.
Arévalo no cuenta con atribuciones para destituir unilateralmente a la fiscal general, por lo que tendrá que negociar su salida. Esta será el primer desafío que pondrá a prueba las esperanzas depositadas en él para mantener viva la democracia. Indudablemente le seguirán muchos más.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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El nuevo gobierno debe comprometerse a trabajar con la sociedad civil, empezando por revocar la legislación criminalizadora e implementar medidas largamente postergadas para garantizar la seguridad del activismo de base.
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La sociedad civil guatemalteca debe comprometerse constructivamente con la nueva administración, manteniendo la presión por el cambio al tiempo que movilizándose para enfrentar movidas reaccionarias.
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La comunidad internacional debe alentar y apoyar la reanudación de los esfuerzos anticorrupción en Guatemala.
Foto de portada de Emmanuel Andres/AFP vía Getty Images