La edición 2023 del Día Internacional de la Mujer tuvo lugar en un contexto en que las mujeres se están viendo gravemente afectadas por conflictos y crisis, procesos de erosión democrática y avanzadas antiderechos. Pero cuando las mujeres salieron a la calle el 8 de marzo, no fue para lamentar sus desgracias, sino para solidarizarse con las que están soportando lo peor de la regresión, experimentar el poder que surge del actuar juntas, manifestar una decisión colectiva de aún en épocas sombrías, las mujeres no se rinden. Hasta el día en que la igualdad se materialice y el feminismo se convierta en sentido común, la lucha continúa.

En tiempos de intensa hostilidad hacia los derechos de las mujeres, los movimientos feministas de todo el mundo salieron a la calle el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer (DIM), con renovadas energías. Las movilizaciones de mujeres lograron un justo equilibrio entre la justificada rabia frente a la persistencia de la violencia y discriminación, la indignación ante los intentos de arrebatarles derechos y libertades trabajosamente conquistados, y la celebración de las victorias que contra todo pronóstico han seguido consiguiendo.

Una mirada retrospectiva a 2022

Cuando las mujeres salieron a la calle el DIM de 2022, era difícil imaginar un panorama más sombrío para los derechos de las mujeres. La invasión rusa de Ucrania acababa de comenzar y ya había 2,5 millones de personas procedentes de Ucrania buscando refugio en Europa, en su mayoría mujeres y niños.

El movimiento por los derechos de las mujeres, que salía a las calles masivamente por primera vez desde la declaración de la pandemia, puso de relieve los peligros que enfrentan las mujeres en el marco de los múltiples conflictos que asolan al planeta, así como los problemas subyacentes sacados a la luz por la pandemia, desde la violencia de género y la falta de representación política hasta la desigualdad de derechos laborales y el reparto desigual del trabajo no remunerado. Las mujeres se mostraron desafiantes ante los ataques contra los derechos reproductivos encabezados por algunos regímenes represivos de Europa y por los Estados Unidos, a contracorriente de la tendencia dominante pero con implicaciones de largo alcance dado su fuerte espaldarazo a grupos antiderechos de todo el mundo.

Así y todo, en marzo de 2022 las adolescentes afganas aún tenían la esperanza de que se les permitiera volver a la escuela, Mahsa Amini seguía viva y en Estados Unidos la histórica sentencia de 1973, Roe versus Wade, seguía protegiendo el derecho al aborto.

Un año más tarde, el número de refugiados ucranianos en Europa ha superado los ocho millones. La Corte Suprema de los Estados Unidos anuló el caso Roe versus Wade, con lo cual la mitad de las estadounidenses vive ahora en sitios con escaso o nulo acceso a servicios reproductivos. Los derechos de las personas LGBTQI+, y en particular de las personas trans, también han sido objeto de ataques en los Estados Unidos: en 2022, legislaturas estaduales de todo el país presentaron 315 proyectos de ley discriminatorios contra las personas LGBTQI+, decenas de los cuales fueron aprobados.

Las niñas afganas han quedado definitivamente excluidas de la enseñanza secundaria, y el régimen talibán ha tomado nuevas medidas para hacer realidad el Emirato Islámico proclamado tras la toma de Kabul en agosto de 2021. En mayo, las mujeres afganas fueron obligadas a cubrirse totalmente el rostro en público. En noviembre, el líder supremo de los talibanes ordenó la plena implementación de la sharia, y se prohibió a las mujeres el acceso a gimnasios, piscinas, parques públicos y parques de atracciones. En diciembre, los últimos espacios disponibles desaparecieron cuando las mujeres fueron expulsadas de universidades y empleos en organizaciones de la sociedad civil, con dramáticas consecuencias humanitarias que sin duda perjudicarán tanto más a las mujeres y las niñas.

En septiembre, la joven Mahsa Amini, de 22 años, murió a manos de la policía de moralidad iraní por llevar “incorrectamente” su hiyab obligatorio, desencadenando las protestas que han representado el desafío más amplio y sostenido que ha enfrentado el régimen teocrático de Irán. Las autoridades han respondido con una escalada de represión, manipulando el sistema de justicia penal y recurriendo a la pena de muerte para castigar a los manifestantes e intentar disuadir a otras personas de unírseles.

En vísperas del DIM de 2023, en muchas partes del mundo las jóvenes se encontraron en una situación sin precedentes: gozaban de menos derechos que los que habían disfrutado sus madres.

¿Nada que celebrar?

El 6 de marzo, al inaugurar el 67º periodo de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas (ONU), el foro mundial más importante para los derechos de las mujeres, el Secretario General de la ONU, António Guterres, advirtió que los avances en materia de derechos de las mujeres “se desvanecen ante nuestros ojos”, y que la meta de la igualdad se aleja cada vez más. Según ONU Mujeres, al ritmo actual la igualdad de género podría estar a 300 años de distancia.

La violencia contra las mujeres y las niñas es la violación de derechos humanos más generalizada en todo el mundo, y recrudece con cada crisis política, económica y ambiental. La violencia sexual sigue siendo utilizada como arma de guerra y las personas desplazadas por conflictos, en su mayoría mujeres y niños, son a menudo víctimas de explotación sexual, trata de personas y abusos laborales.

Responsabilidad internacional por la violencia de género

días del DIM de 2023, la Unión Europea (UE) ofreció esperanzas de rendición de cuentas por parte de algunos de los perpetradores de las más atroces violaciones de derechos de las mujeres. La UE anunció sanciones contra nueve personas y tres instituciones públicas de Afganistán, Irán, Myanmar, Rusia, Siria y Sudán del Sur, por considerarles responsables de actos de violencia sexual y otras violaciones graves de los derechos de las mujeres. A todos ellos se les prohibieron los visados y se les congelaron sus activos en la UE.

Entre los sancionados figuran el ministro afgano de Enseñanza Superior, acusado de privar de educación a las mujeres, y su ministro de Propagación de la Virtud y Represión del Vicio, acusado de violar los derechos de quienes no respetan los edictos de los talibanes.

En Myanmar, las sanciones afectaron al viceministro de Interior por permitir que agentes de seguridad militar violaran y cometieran torturas sexuales contra personas detenidas por la junta, incluidas mujeres y personas LGBTQI+.

En Rusia las sanciones se aplicaron a dos policías moscovitas acusados de ordenar la detención y tortura de mujeres detenidas en protestas contra la guerra y a dos comandantes rusos cuyas unidades han sido acusadas de cometer actos sistemáticos de violación y violencia sexual en Ucrania.

En Sudán del Sur, dos comisarios fueron sancionados por el uso sistemático de la violencia sexual como táctica de guerra y como mecanismo de recompensa para los hombres que participan en el conflicto.

La oficina del jefe de Asuntos de Seguridad Militar de Myanmar fue señalada por su responsabilidad en la comisión de actos sistemáticos y generalizados de violencia sexual y de género. La Guardia Republicana de Siria fue acusada de utilizar la violencia sexual y de género para reprimir e intimidar a la población, y especialmente a mujeres y niñas. También se incluyó en la lista de sanciones a una prisión de la provincia iraní de Teherán, cuyos guardias han sometido a mujeres a abusos sexuales y las han amenazado con violarlas para obtener confesiones falsas.

En vísperas del DIM, también Estados Unidos impuso sanciones adicionales a funcionarios iraníes, mientras que el Reino Unido sancionó a violadores de los derechos de las mujeres en Irán, la República Centroafricana, Siria y Sudán del Sur.

Incluso allí donde no hay un conflicto abierto, las persistentes normas patriarcales niegan a las mujeres su condición de sujetos plenos de derechos. La consecuencia de ello es la persistencia de la violencia de género a gran escala y su máxima expresión, el femicidio.

No es de extrañar que, una vez más, tantas movilizaciones del DIM se centraran en la violencia de género. Este tema fue el foco de marchas en América Latina, Asia y Europa: entre los países donde se hizo particular hincapié en el tema se contaron México, Pakistán e Italia. En Turquía, miles de personas desafiaron la prohibición de manifestarse para participar en una “marcha nocturna feminista” para denunciar cientos de femicidios y exigir el regreso del país al Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, más conocido como Convenio de Estambul, del cual Turquía se retiró en 2021.

Incluso en países donde las protestas son relativamente infrecuentes, como Kirguistán, la gente se manifestó para exigir el fin de la violencia de género.

Las movilizaciones de mujeres lograron un justo equilibrio entre la justificada rabia frente a la persistencia de la violencia y discriminación, la indignación ante los intentos de arrebatarles derechos y libertades trabajosamente conquistados, y la celebración de las victorias que contra todo pronóstico han seguido consiguiendo.

Pero las movilizaciones rara vez se centraron en un único tema: aun cuando los femicidios y la violencia de género quedaron colocados en primer plano, las manifestantes también apuntaron contra las causas subyacentes del problema: el trato a las mujeres como seres inferiores y como objetos más que como sujetos autónomos. Esta también es, al fin y al cabo, la razón por la cual a las mujeres tan a menudo les es negada la libertad de tomar decisiones sobre sus propios cuerpos y sus propias vidas.

Derechos sexuales y reproductivos

En un momento en que el género está en el centro de una guerra cultural librada por una red internacional de fuerzas ultraconservadoras bien organizada y mejor financiada, los derechos sexuales y reproductivos -y en particular el derecho al aborto- fueron uno de los temas principales de las marchas del DIM. En países como Colombia o España, donde recientemente se han conseguido avances, las manifestantes buscaron defender el terreno ganado y presionar para conseguir más avances.

En países donde recientes cambios políticos han reavivado las esperanzas, como Brasil, las mujeres exigieron cambios en muchos frentes, desde la igualdad salarial, la libertad reproductiva y la justicia racial hasta la protección frente a la violencia doméstica. Las mujeres continuaron exigiendo la liberalización en los casos en que el aborto es gravemente penalizado, como El Salvador. Y allí donde los derechos de las mujeres están sometidos a presión junto con los derechos LGBTQI+, y en particular los derechos de las personas trans, las manifestantes del DIM trataron de defenderlos a ambos. En ningún lugar fue esto más claro que en los Estados Unidos.

Sin embargo, los derechos de las personas trans también han provocado divisiones, ya que un sector del movimiento feminista sigue rechazando públicamente la idea de que las mujeres trans son mujeres, como ha ocurrido, por ejemplo, en España. En respuesta, otras integrantes del movimiento reclaman esfuerzos más conscientes para lograr una auténtica interseccionalidad, reconociendo y cuestionando las formas superpuestas de exclusión que se refuerzan mutuamente.

Derechos económicos

El DIM también fue testigo de numerosas reivindicaciones de derechos económicos que recondujeron la conmemoración a sus orígenes en el movimiento por los derechos de los y las trabajadoras. Éstas abarcaron desde demandas de igual salario y mayores protecciones sociales hasta demandas centradas en la cuota desproporcionada de trabajo de cuidados no remunerado que realizan las mujeres. Este problema central es tanto más pronunciado en los países de renta baja y en las zonas rurales, donde las mujeres pueden llegar a dedicar hasta 14 veces más tiempo que los hombres a labores no remuneradas.

En Tailandia, grupos de defensa de los derechos de las mujeres entregaron al gobierno una lista de reivindicaciones que incluía la ratificación de cuatro convenios de la Organización Internacional del Trabajo y protecciones de seguridad social para las trabajadoras domésticas. En Indonesia, las mujeres se concentraron ante el Parlamento para exigir la aprobación de un proyecto de ley largamente postergado para proteger a las trabajadoras domésticas.

En Francia, donde continúan las protestas contra una propuesta del gobierno para subir la edad jubilatoria, las marchas del DIM se centraron en las repercusiones de los cambios del sistema de pensiones sobre las mujeres. En Uruguay, la confederación sindical reclamó el reconocimiento del trabajo no remunerado de las mujeres. En la vecina Argentina, el colectivo #NiUnaMenos también se enfocó en la autonomía económica de las mujeres como parte de la solución al problema de la violencia.

De cara al futuro

En casi todas partes, las mujeres movilizadas con motivo del DIM expresaron su solidaridad con sus hermanas de Afganistán e Irán. En marchas de todos los continentes se vieron fotos de Mahsa Amini. En varios casos se realizaron performances callejeras para llamar la atención del público sobre la difícil situación de las mujeres iraníes. Esto se vio en Londres, donde decenas de mujeres británico-iraníes marcharon vestidas con capas rojas y gorros blancos como los de El Cuento de la Criada, sosteniendo fotos de manifestantes asesinadas, mutiladas y encarceladas por el régimen teocrático.

En Irán la represión violenta continúa, pero el fin de la historia aún no se ha escrito. Las mujeres iraníes siguen resistiendo de todas las formas posibles. En el DIM, desafiaron la absurda prohibición de bailar en público, grabándose a sí mismas mientras bailaban y compartiendo los videos con el mundo entero.

Además de luchar por su supervivencia, las mujeres iraníes están enviando al mundo un mensaje de resiliencia. Aun en las épocas más sombrías, las mujeres no se rinden. Llegará el día en que el feminismo -la noción aparentemente radical de que las mujeres son personas- se convierta en sentido común. Hasta que eso ocurra, la lucha continúa.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados no deben restringir las protestas por los derechos de las mujeres, y en cambio deben garantizar que puedan desarrollarse sin interferencias de grupos antiderechos.
  • Los aliados del movimiento por los derechos de las mujeres deben apoyar las movilizaciones lideradas por mujeres, atendiendo a la expresión de sus demandas y sin tratar de moldearlas o dirigirlas.
  • Las organizaciones de derechos de las mujeres deben practicar la interseccionalidad y responder a las necesidades de las mujeres en toda su diversidad, al tiempo que forman amplias coaliciones de sociedad civil para resistir ante la reacción antiderechos.

Foto de portada de Aldara Zarraoa/Getty Images