Argentina se zambulle en lo desconocido
El 19 de noviembre, por primera vez un outsider de la política ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas. En medio de una profunda crisis económica, se impuso por una amplia diferencia Javier Milei, un economista libertario de extrema derecha que había incursionado en la política apenas dos años atrás. Durante la campaña atacó a lo que calificó como una clase política parasitaria y prometió medidas económicas shock. Su matrimonio de conveniencia con la derecha socialmente conservadora pone en riesgo victorias duramente conquistadas en materia de derechos sexuales y reproductivos. Desde las elecciones, sin embargo, los esfuerzos por construir una coalición de gobierno han exhibido un Milei más pragmático y dispuesto a moderar sus propuestas. La sociedad civil debe permanecer atenta para garantizar que las libertades no sean afectadas bajo la nueva administración.
Para muchos votantes argentinos, la elección del 19 de noviembre consistió en elegir el mal menor: Sergio Massa, el ministro a cargo de una economía con la tercera tasa de inflación más alta del mundo, o Javier Milei, un excéntrico outsider libertario de extrema derecha cuyas promesas – cerrar el Banco Central, adoptar el dólar estadounidense como moneda nacional, recortar impuestos y gastos y privatizar empresas estatales y servicios públicos – fueron gráficamente simbolizados en sus actos de campaña por un billete gigante de 100 dólares con su rostro y una motosierra con la cual supuestamente reduciría el tamaño del Estado.
Tras obtener resultados decepcionantes en la primera vuelta de octubre, Milei se impuso en segunda vuelta por una diferencia de 12 puntos. Con una participación del 76,3% del padrón y cantidades insignificantes de votos nulos y en blanco, el 55,7% optó por el cambio.
Muchos hicieron su apuesta guiados por la desesperación. Argentina atraviesa una prolongada crisis económica, con una moneda devaluada, escasa actividad económica y crecimiento nulo. El declive económico se ve agravado por la extendida corrupción. Milei fue el único candidato que pareció tomarse en serio las preocupaciones de la gente ofreciéndole un plan para darles respuesta.
Milei se destacó por ponerse del lado de una mayoría trabajadora y productiva que, según su relato, está siendo desangrada por desmesurados impuestos que sirven para mantener los privilegios de una “casta” política parasitaria y corrupta. Milei supo encarnar la furia que sienten muchos argentinos. Su inexperiencia e improvisación, que podrían haber condenado al fracaso a su campaña, lo hicieron en cambio parecer más auténtico. Cuando los políticos de los partidos establecidos se unieron para atacarlo o ridiculizarlo, se identificó con él mucha gente que se sentía igualmente maltratada por la clase dirigente.
El primer economista en llegar a la presidencia, Milei centró su campaña en las medidas económicas de shock que pensaba implementar. Aunque éstas pudieran perjudicarles, muchos lo eligieron en la convicción de que nada podría ser peor que el statu quo. La candidatura de Milei atrajo especialmente a votantes jóvenes que nunca habían experimentado otra cosa que una crisis permanente.
Este síntoma de disfunción es ahora el próximo presidente de Argentina.
VOCES DESDE LAS PRIMERAS LÍNEAS
Yanina Welp es investigadora del Centro Albert Hirschman sobre Democracia de Ginebra, Suiza.
El triunfo de Milei, como el de cualquier otro político, no se puede explicar por una sola razón. Hay por lo menos tres grandes explicaciones de su victoria.
En primer lugar, la situación económica. Además de tener un elevado nivel de pobreza – 40% y creciendo –, Argentina tiene una inflación muy alta, y hace muchos años que la economía no crece. Lo mismo pasa con el empleo formal. Es decir, hay mucha precariedad y mucha gente vive con altos niveles de incertidumbre.
En segundo lugar, la incapacidad de la clase política para dar respuesta a estas demandas. En los últimos tiempos los gobernantes incluso han actuado con arrogancia. Han aumentado la inseguridad, los escándalos de corrupción y la pasividad de las autoridades ante todos estos problemas. El liderazgo de Milei vino a encarnar el sentimiento de rechazo de la ciudadanía. Mucha gente lo ha votado porque expresa bien el rechazo de las últimas gestiones, y no necesariamente porque apruebe o adhiera a las políticas que ha propuesto implementar.
En tercer lugar, el rol de la dirigencia política, y en particular del oficialismo, no solamente por no haber hecho nada frente a esta amenaza sino por haber alentado la candidatura de Milei con el objeto de dividir el voto opositor, pensando que así tenía más posibilidades de ganar. Eso lo hizo primero el peronismo, en la antesala de la primera vuelta, y en la segunda lo hizo el expresidente Macri poniendo en crisis su propia coalición, Juntos por el Cambio.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Yanina. Lea la entrevista completa aquí.
Un ciclo electoral atípico
Esta es la primera vez en 40 años de democracia que la presidencia de Argentina no queda en manos de un político profesional. Los partidos políticos argentinos, relativamente fuertes, hasta ahora habían logrado eludir el fenómeno de los outsiders, observado en tantos países de la región. Pero, tras permanecer durante décadas en el poder, los políticos tradicionales no han logrado resolver ninguno de los problemas que hacen miserable la vida de la gente, y han permitido que la corrupción se arraigara profundamente, respaldando así la narrativa de una “casta” política privilegiada que vive a expensas de los “argentinos de bien”.
Por añadidura, en vísperas de las elecciones de 2023, el acorralado candidato del partido gobernante le dio su apoyo al outsider creyendo que podría utilizarlo en su favor. Evidentemente le salió el tiro por la culata: los votos de Milei procedieron de todas las clases sociales y le quitaron apoyo tanto a la coalición opositora como a la coalición de gobierno.
Habiendo debutado en la política en 2021, cuando fue elegido diputado por su recién fundado Partido Libertario, Milei fue el candidato con más apoyo en las primarias, en las que obtuvo el 30% de los votos. Desplazó a la principal oposición, la coalición de centroderecha Juntos por el Cambio (JxC), considerada hasta entonces la sucesora natural de la fallida gestión de la actual encarnación del movimiento peronista, la centroizquierdista Unión por la Patria. Massa quedó tercero con el porcentaje de votos más bajo jamás obtenido por el peronismo.
Acto seguido, Massa orquestó una remontada: antes de la primera vuelta, utilizó grandes cantidades de recursos estatales en lo que se conoció como el “plan platita”, destinado a paliar en el corto plazo los efectos de la inflación descontrolada mediante recortes fiscales y aumentos de subsidios. A ello se agregó una campaña del miedo, con advertencias a los votantes acerca de los astronómicos aumentos en los precios de los servicios públicos que sobrevendrían si Milei ganaba y eliminaba los subsidios. Como ministro de Economía de un gobierno quebrado, Massa consiguió una verdadera hazaña: ganar la primera vuelta presidencial con el 36,7% de los votos.
Pero antes de la segunda vuelta, las tácticas que habían convertido al ministro en el impensado ganador de la primera ronda ya no tenían nada que ofrecer. La nueva campaña del miedo, que buscó equiparar el triunfo de Milei con el retorno de la dictadura, presentando a Massa como el paladín de la democracia, resultó poco convincente.
Ansias de cambio
Al respaldar a un candidato de la oposición, Argentina se alineó con la tendencia regional. Desde 2018, en un contexto marcado por las dificultades económicas, todos los oficialismos de América Latina que compitieron en elecciones libres, más allá de su filiación ideológica, han sido derrotados, con la única excepción el Partido Colorado de Paraguay.
Sin embargo, Argentina dio un paso más allá del mero recambio, ya que el actual oficialismo de centroizquierda no fue derrotado por la oposición de centroderecha sino por una alternativa de extrema derecha.
data-theme="dark">Con la elección en #Argentina, se mantiene la tendencia en América Latina a la derrota de los candidatos oficialistas en elecciones democráticas. En 18 elecciones desde 2019, sólo en Paraguay (2023) ganó el oficialismo.👇 pic.twitter.com/0QyAkPIwH3
— Gerardo L. Munck (@GerardoMunck) November 19, 2023
¿Liberal o conservador?
La elección de Milei fue tan lamentada por el progresismo como celebrada como una victoria propia por la extrema derecha internacional, como se reflejó en los efusivos mensajes de felicitación enviados por Donald Trump y el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro, entre otros. Sin embargo, el ascenso de Milei parece deberse a factores más internos que internacionales.
El estilo de Milei, incluida su inclinación hacia las teorías conspirativas, ciertamente lo asemeja a figuras como las de Trump y Bolsonaro. Su parecido no hizo más que acentuarse con sus denuncias preventivas de un posible fraude electoral. Pero Milei se diferencia de estos personajes en aspectos importantes: sus ideas libertarias o ultraliberales, al menos en teoría, son más consistentes con políticas liberales de inmigración, drogas y derechos reproductivos que con las posturas nacionalistas, proteccionistas y moralistas de otros exponentes de la ultraderecha. Su brújula es el mercado: Milei sostiene que el Estado no debe asumir ninguna tarea que el mercado pueda llevar a cabo de manera más eficiente y considera que todo lo que exceda al Estado mínimo ahoga la ambición individual y la innovación.
Milei también niega el cambio climático, ridiculiza la política identitaria y desprecia al feminismo. Personalmente tiene algunas opiniones conservadoras, aunque sólo las ha politizado de forma intermitente y oportunista. Estos temas no fueron el eje de su campaña, que estuvo centrada en la economía.
Pero el paquete completo de Milei incluye un inquietante elemento reaccionario. A diferencia de Trump, no llega al poder habiendo tomado por asalto un partido existente. Y a diferencia de Bolsonaro, no tiene el respaldo de poderosos intereses empresariales, militares y religiosos. Lo que hizo, en cambio, fue forjar una alianza con la derecha culturalmente conservadora. Su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, representa la reacción conservadora contra las políticas de diversidad sexual e igualdad de género, junto con la revalorización de la dictadura militar asesina que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Si cuenta con el espacio para ello, intentará hacer retroceder los derechos sexuales y reproductivos que tanto esfuerzo llevó conseguir.
El futuro de la democracia
Elegido por un amplio margen, Milei cuenta sin duda con legitimidad democrática. Sin embargo, las segundas vueltas crean mayorías artificiales. Apenas el 30% de los votantes – es decir, alrededor del 23% del padrón – eligió a Milei en la primera vuelta, cuando había una amplia gama de opciones. Muchos de los votos adicionales que recibió en la segunda vuelta fueron contra Massa más que a favor suyo o en virtud de sus propios méritos.
Milei debe su victoria en gran medida a su mensaje combativo contra el establishment político: fueron más los que se identificaron con su postura que los que compraron sus ideas. Entre estos últimos, fueron más los convencidos por sus propuestas económicas para abordar la crisis que los atraídos por la batalla cultural que se apresta a librar la vicepresidenta electa. Asimismo, muchos no se preocuparon por ninguna de estas cosas porque no creyeron que Milei ganaría, ni que en caso de hacerlo tendría el poder suficiente para poner sus ideas en práctica.
La gran incógnita sigue siendo cómo interpretará Milei su victoria. Aunque tiene legitimidad democrática, también la tiene el Congreso, donde su partido solo tendrá una mínima representación. Por primera vez en 40 años, el partido gobernante tendrá apenas el 15% de los escaños en la Cámara de Diputados y el 10% en el Senado. Aún si reúne el apoyo de la centroderecha de JxC, Milei seguirá estando lejos de conseguir siquiera el quórum necesario para sesionar.
En la semana transcurrida desde las elecciones, el bando ganador dio una imagen de gran desorganización. La principal carta de Milei, su condición de outsider, podría volverse en su contra. Sin el apoyo del Congreso, corre el riesgo de enfrentar el destino común a tantos presidentes latinoamericanos en posición de minoría: el abandono prematuro del cargo.
Sin embargo, hasta ahora Milei ha mostrado un sorprendente nivel de flexibilidad y pragmatismo. Aún no ha asumido la presidencia y ya ha suavizado algunas de sus propuestas. Ha pospuesto su medida más controvertida, la dolarización, obligando a sus partidarios más rígidos, incluido un posible ministro de Economía, a dar un paso al costado.
Milei pasó de rechazar a la “casta” a buscar alianzas con ella. Si es capaz de demostrar que los está usando del mismo modo en que ellos intentaron usarlo a él, podría incluso convencer a sus votantes de no abandonarlo.
Los conservadores más duros dentro de la coalición de Milei ya han sido marginados, mientras que es probable que miembros destacados de JxC e incluso algunos peronistas sean nombrados ministros u ocupen otros cargos clave en el gobierno. A diferencia de lo que ha ocurrido en otras latitudes, donde la centroderecha se corrió del centro político para competir con la extrema derecha, daría la impresión de que en este caso, habiéndole haber proporcionado a Milei los apoyos de que carecía, la centroderecha podría conquistar suficientes espacios como para acabar marcando el tono de la nueva administración.
Durante gran parte del siglo XX, la democracia en Argentina fue, como lo expresó el politólogo Guillermo O’Donnell, un “juego imposible”. El peronismo era invencible en elecciones libres y competitivas, los partidos de derecha no tenían ninguna posibilidad de ganar, y quienes no albergaban ninguna esperanza de triunfo se convertían en jugadores desleales, prefiriendo buscar el poder por otros medios.
Esto cambió con la transición a la democracia de 1983, tras la dictadura más sangrienta de la historia argentina. Las elecciones son ahora la única vía posible para alcanzar el poder. La incorporación de un outsider como Milei al redil político demostraría la fortaleza de las instituciones políticas argentinas – y tal vez, también de su casta política. La democracia argentina es lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a esta conmoción.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
-
La sociedad civil debe desempeñar su rol de contralor para asegurar el respeto de derechos y libertades fundamentales bajo el nuevo gobierno.
-
La sociedad civil debe redoblar sus esfuerzos de lucha contra la desinformación y la polarización de modo de fomentar un entorno más propicio para el debate público.
-
La sociedad civil debe mantener alta la guardia para defender derechos amenazados, y particularmente los derechos sexuales y reproductivos que tanto esfuerzo llevó conseguir.
Foto de portada de Tomás Cuesta/Getty Images