Argentina: opciones poco atractivas en elecciones plagadas de incertidumbre
Cuando elijan a su próximo presidente el 19 de noviembre, los votantes argentinos tendrán que elegir entre el actual ministro de Economía, Sergio Massa, candidato de un gobierno desacreditado en un contexto de profunda crisis económica; y el ultraderechista Javier Milei, que encarna el rechazo generalizado a la política y la clase política. Milei promete acabar con la élite política y sus privilegios, posiblemente destruyendo a las instituciones democráticas en el proceso. Muchos temen que un voto en contra de Milei se malinterprete como una opción por la continuidad. La clase política debe asumir la responsabilidad por haber creado las condiciones para el ascenso de Milei y comprometerse a una reforma profunda, o el desafío de la extrema derecha estará lejos de haber terminado.
Muchos votantes argentinos sienten que en la segunda vuelta presidencial del 19 de noviembre deberán optar entre el menor de dos males. Sus opciones se reducen a Sergio Massa, ministro de Economía de una gestión que está presidiendo el mayor colapso económico de las últimas décadas, con una tasa de inflación del 140%; y Javier Milei, un libertario de extrema derecha que admira a Donald Trump, quiere cerrar el Banco Central y en sus actos de campaña esgrime una motosierra para simbolizar su voluntad de recortar el Estado y eliminar los privilegios de lo que él llama la “casta política”. Muchos se arrepentirán de haber llegado a esto.
Un outsider muy peculiar
Hasta ahora Argentina había esquivado la tendencia regional al ascenso de empresarios políticos a la cabeza de fuerzas nuevas que han ganado terreno denunciando a la política tradicional y a los políticos convencionales. Esto se vio en Chile, El Salvador, Honduras y Perú en 2021, Colombia y Costa Rica en 2022, Guatemala en 2023 y dos veces en Ecuador – en 2021, con Guillermo Lasso, y en 2023 con su recién elegido sucesor, Daniel Noboa.
Pero ahora un outsider tiene posibilidades en Argentina y es más excéntrico que la mayoría. El estilo de Milei, una celebridad mediática posmoderna, encaja a la perfección en las redes sociales. No se atiene a las convenciones. Se enfada con facilidad, reacciona con violencia e insulta copiosamente. Rechaza todo lo que sea políticamente correcto. Es sexista sin tapujos y se burla de las políticas identitarias.
Fundador del partido La Libertad Avanza, Milei defiende el anarcocapitalismo, una ideología ultraindividualista para la cual el mercado tiene preeminencia absoluta: a principios de año, describió a la venta de órganos humanos como “un mercado más” y se negó a condenar la posibilidad de “vender” niños.
Para llegar más allá del nicho de quienes comulgan con esta teoría económica extrema, forjó una alianza con la derecha culturalmente conservadora. Su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, representa la reacción conservadora contra el aborto –legalizado en 2020 tras décadas de campaña de la sociedad civil–, la oposición a las políticas de diversidad sexual e igualdad de género, y la revalorización de la dictadura militar asesina que gobernó Argentina entre 1976 y 1983.
GENIAL 😂@iamjohnoliver sobre las elecciones argentinas y @JMilei.
— Javier Smaldone (@mis2centavos) October 30, 2023
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En el período previo a las elecciones primarias celebradas en agosto, las dos coaliciones mayoritarias –la oficialista de centroizquierda, Unión por la Patria (UP), y la opositora de centroderecha, Juntos por el Cambio (JxC)- mostraron una notable falta de liderazgo y se sumieron en disputas internas en las que exhibieron escasa empatía con las dificultades cotidianas de la gente. Todo lo que tuvieron para ofrecer ante la preocupación generalizada por la inflación y la inseguridad fueron las candidaturas del actual ministro de Economía y de una ex ministra de Seguridad. Ambas coaliciones le hicieron a Milei muy fácil la tarea de responsabilizarlos por décadas de corrupción, ineficacia y fracaso.
En el discurso de Milei, la mayoría trabajadora y productiva es despojada mediante impuestos para mantener los privilegios de una “casta” política parasitaria y corrupta. Su propuesta es engañosamente simple: reducir el Estado al mínimo para destruir a la casta que vive de él y acabar con los privilegios de esta minoría para restaurar las libertades de las mayorías, despejándoles el camino hacia el progreso individual.
Milei ganó adeptos entre los votantes jóvenes, sobre todo entre los hombres, a través de TikTok. Encontró terreno fértil en una generación que ya no espera que su vida sea mejor que la de sus padres. Aunque muchos de sus seguidores admiten que posiblemente sus ideas sean extremas e incluso un poco locas, parecen dispuestos a correr el riesgo de abrazar lo desconocido, ya que la verdadera locura sería permitir que quienes llevan tanto tiempo gobernando conserven su poder esperando que esta vez las cosas salgan de otra manera. Líder de la llamada “derecha rebelde”, Milei ha sacado partido de la desesperación, la desesperanza y la rabia que siente, con justa razón, tanta gente.
Sorpresa tras sorpresa
La primera sorpresa se produjo el 13 de agosto, cuando Milei fue el candidato más votado en las primarias. En Argentina las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias sirven para que cada partido elija a sus candidatos. Todos los partidos deben celebrarlas, aunque sólo tengan un precandidato. Dado que el voto es obligatorio, sirven como un ensayo de la elección real.
Milei recién ingresó a la política en 2021, cuando obtuvo 17% de los votos en Buenos Aires, la capital, llegando junto con otros dos libertarios al Congreso Nacional. En las primarias de 2023 avanzó mucho más: obtuvo el 30% de los votos. Superó a JxC, cuyos dos candidatos obtuvieron conjuntamente el 28% de los votos, y a UP, la actual encarnación del peronismo, que obtuvo el 27%. El grueso de los votos de UP, 21%, fueron para Massa. El hecho de que el peronismo, en otro tiempo la fuerza dominante, quedara en tercer lugar, fue un hecho histórico.
ELECCIONES PASO | Estos son los resultados de las PASO 2023 pic.twitter.com/2SGRZVUNPW
— LA NACION (@LANACION) August 14, 2023
La segunda sorpresa llegó el 22 de octubre. Tras las primarias, de lo único que se hablaba era de la posibilidad de que Milei llegara a la presidencia. Él mismo anunció que ganaría en primera vuelta, eliminando la necesidad de una segunda vuelta. Medido contra estas expectativas, el segundo puesto que obtuvo tuvo gusto a poco. Pero el hecho de que un candidato que antes de las primarias ni siquiera estaba en el radar pasara a la segunda vuelta evidenció lo rápido que puede cambiar el panorama político.
En la primera vuelta Milei obtuvo casi la misma proporción de votos que en las primarias. Massa acabó por encima, con casi el 37% de los votos, desplazando a JxC, que perdió cuatro puntos respecto de su segundo puesto en las primarias.
El hecho de que el ministro de Economía fuera capaz de distanciarse del gobierno del que forma parte – un gobierno que ha sido frecuentemente descripto como el peor en 40 años – para ocupar el primer puesto fue percibido como una notable victoria, pese a que el porcentaje que obtuvo se ubicó en torno del piso histórico de peronismo.
La mejora de los resultados de Massa posiblemente se vincule con el presentismo electoral, que aumentó ocho puntos para arañar el 78% -un porcentaje bajo para un país donde el voto es obligatorio, pero lo suficientemente alto para hacer la diferencia. Gran parte de este aumento puede atribuirse a la movilización del aparato político que salió a buscar a los votantes el día de las elecciones, auxiliado por un ministro-candidato que usó todas las herramientas disponibles para mejorar sus posibilidades. Entre otras cosas, puso una gran cantidad de dinero instantáneo en los bolsillos de los votantes, incluso mediante exenciones impositivas que beneficiaron a determinados grupos de trabajadores y consumidores.
Otra novedad fue que la edad ha pasado a ser un mejor predictor del voto que la clase social. Milei fue el candidato más popular entre los votantes de 16 a 30 años, mientras que Patricia Bullrich, de JxC, consiguió su mayor apoyo entre los mayores de 50 y el electorado de Massa fue más heterogéneo. El voto de Milei fue también el más desequilibrado en cuanto a género, con un 60% de hombres frente a un 40% de mujeres. Uno de los interrogantes ante la segunda vuelta es, por tanto, si el auge del activismo feminista en redes sociales, movilizado en defensa de derechos conquistados con mucho esfuerzo, podría marcar la diferencia.
¿Y ahora qué?
Aunque Milei salió de la primera vuelta herido, permanece la incertidumbre frente a la segunda vuelta, que se realizará en noviembre. El fracaso económico es para Milei la mejor propaganda, por lo que mucho dependerá de cómo se comporte la economía en las próximas semanas. Cada punto adicional en la tasa de inflación y cada subida del precio del dólar podrían arrastrar más votos en su favor.
Todos los votantes que se han decantado por uno u otro bando ya han dado su opinión en octubre. Massa ha obtenido el 37% y Milei el 30%, por lo que quien supere el umbral del 50% lo hará con la ayuda de los votos de mucha gente que no quiere a ninguno de los dos. Los candidatos saben que les conviene apelar al centro, y por eso en la noche de la elección ambos pronunciaron discursos de victoria sorprendentemente moderados.
Los dos contendientes no podrían ser más distintos, pero sus diferencias no encajan en el continuo ideológico derecha-izquierda. Massa solamente puede presentarse como una opción de izquierda por contraste con su adversario de extrema derecha.
Massa es sin duda la cara del establishment político, lo que Milei llama “la casta”. Tiene una trayectoria de décadas en el movimiento político peronista, que ha detentado el poder durante la mayor parte del actual período democrático iniciado en 1983, y ha probado todos los sabores que el peronismo ha adquirido en el trayecto, desde su versión neoliberal de los años ‘90 hasta su actual encarnación de centroizquierda.
Quien gane el 19 de noviembre probablemente tendrá que aplicar un plan de ajuste para hacer frente a la crisis económica que tiene a Argentina al borde de la hiperinflación. Es probable que las cosas empeoren, y mucho, antes de empezar a mejorar.
Si Massa gana, no le será fácil cambiar de rumbo, sobre todo porque ha prometido mantener algunas políticas redistributivas tales como los subsidios a la energía. Tendrá que hacer a desgano lo que Milei haría con entusiasmo. Los resultados de las elecciones legislativas celebradas simultáneamente con la primera vuelta presidencial de octubre parecen indicar que a Massa le resultaría más fácil gobernar.
Para aprobar leyes, el nuevo presidente tendrá que formar alianzas, negociar y buscar acuerdos en un Congreso en el que no tendrá mayoría. Al ser Argentina un Estado federal, también tendrá que buscar el apoyo de los gobernadores provinciales. Las cosas no pintan muy bien para Massa en ese frente: tras las elecciones provinciales de este año, que muchos gobernadores optaron por desdoblar para evitar verse arrastrados por la posible derrota nacional de su partido, JxC tendrá 10 gobernaciones y UP sólo ocho -el número más bajo que ha tenido nunca-, mientras que las seis restantes estarán lideradas por partidos provinciales. Pero Milei lo tendrá mucho más difícil ya que su partido, carente por completo de arraigo territorial y dependiente únicamente de su liderazgo disruptivo, no ganó la gobernación de ninguna provincia.
A Massa lo resultará más fácil construir las mayorías necesarias, tanto porque su partido tiene más apoyos como porque sus principios son más flexibles y es un negociador experimentado. Antes de ser nombrado ministro de Economía, Massa fue intendente y jefe de gabinete del presidente, y ya había sido candidato a presidente en 2015. También tiene una larga carrera legislativa: comenzó como legislador provincial y llegó a ser diputado nacional en tres períodos y senador nacional en uno.
Milei, en cambio, no tiene experiencia de gobierno y, lo que es más importante, parece desconocer el modo en que el gobierno funciona, dando signos de impaciencia ante cualquier mención de los obstáculos que puede encontrar. Algunas de sus propuestas requerirían reformas constitucionales que están completamente fuera de su alcance. Cuando se le pregunta cómo hará realidad sus promesas, parece decidido a eludir los frenos y contrapesos institucionales para imponerlas a toda costa.
Una decisión desagradable
Ni el actual oficialismo ni la principal oposición reconocen lo obvio: Milei es culpa suya. Han ejercido el poder durante la mayor parte de los últimos 40 años y no han resuelto ninguno de los problemas que más preocupan a la gente. Han administrado el Estado como si fuera de su propiedad personal, llenándose los bolsillos y utilizando los recursos públicos para premiar la lealtad y castigar la crítica, o han intentado gestionarlo como una empresa privada.
Milei ha sacado partido de la desesperación, la desesperanza y la rabia que siente, con justa razón, tanta gente.
En un comienzo Massa incluso alentó a Milei, canalizando recursos hacia su campaña y proporcionando candidatos para las listas de su partido, creyendo que así erosionaría los apoyos de su principal competidor de centroderecha. Sólo demasiado tarde se dio cuenta de que Milei estaba ganando votos tanto por derecha como por izquierda, perjudicando no solamente a JxC sino también a UP.
Muchos votantes ahora sienten que enfrentan una desagradable elección entre un gobierno corrupto y fracasado y un rebelde peligroso. Temen que, si optan por dejar fuera a Milei, sus votos puedan ser malinterpretados como una muestra de apoyo activo a una continuidad que también rechazan. Lo que está en juego es más que una elección. Aún si se logra mantener a raya a Milei, queda pendiente la tarea de corregir la dinámica política que ha conducido a la actual disfunción económica. Caso contrario, la amenaza que la extrema derecha supone para la democracia no se terminará con Milei.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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La sociedad civil debe buscar un compromiso explícito de ambos candidatos con el respeto de los derechos y libertades fundamentales.
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La sociedad civil debe apoyar un llamado a votar en defensa de las instituciones democráticas.
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Independientemente de quién gane, la sociedad civil debe prepararse para desempeñar su rol de vigilancia y exigir rendición de cuentas al nuevo presidente.
Foto de portada de Tomás Cuesta/Getty Images