Contra los vaticinios de las encuestas, el oficialista Partido Colorado ganó cómodamente las elecciones paraguayas del 30 de abril. En vez de producirse la esperada alternancia, el partido que ha dominado la política paraguaya durante décadas aumentó su cuota de poder. En la campaña, los ataques personales, las acusaciones de corrupción, la difusión de desinformación y las narrativas antiderechos prevalecieron sobre el debate informado sobre alternativas de política pública. Una preocupante novedad fue el desempeño de un nuevo partido populista de derecha que reflejó el descontento de mucha gente con las maquinaciones de una clase política autocentrada que no daba respuesta a sus problemas. Las masivas protestas postelectorales movilizadas por su líder emergente son un mal presagio para la democracia paraguaya.

El 30 de abril más de tres millones de paraguayos -el 63% del padrón electoral- acudieron a las urnas. Tenían mucho para decidir: debían elegir presidente y vicepresidente, 45 senadores, 80 diputados, gobernadores en cada uno de los 17 departamentos del país y miembros de los consejos departamentales. Los sondeos de opinión arrojaron un amplio abanico de predicciones, pero a medida que se acercaba la votación parecieron indicar que los dos principales candidatos presidenciales iban cabeza a cabeza.

Sin embargo, la reñida contienda que se esperaba no se materializó, ni tampoco se produjo la alternancia en el poder. El economista Santiago Peña, de 44 años, el rostro renovado de la gobernante Asociación Nacional Republicana -más conocida como el Partido Colorado-, ganó las elecciones, definidas por pluralidad simple, con el 42,7% de los votos. Se impuso con holgura sobre su principal contrincante, el abogado Efraín Alegre, de 60 años, aspirante a la presidencia por tercera vez y líder de la coalición opositora Concertación Nacional para un Nuevo Paraguay, que obtuvo el 27,4%.

El conservador Partido Colorado -el mismo del dictador General Alfredo Stroessner, que gobernó entre 1954 a 1989, en el poder durante la mayor parte del tiempo desde entonces- no solamente conservará la presidencia sino que también aumentará su representación en ambas cámaras del Congreso y controlará 15 de las 17 gobernaciones, dos más de las que tiene ahora. A pesar de llegar a las elecciones dividido, controlará los tres poderes del Estado por primera vez en décadas.

Si se produjo algún cambio, no fue exactamente el que la sociedad civil esperaba. Llegó encarnado en un outsider autoritario y antiderechos cuyo meteórico ascenso -que aún puede continuar- lo convierte en una amenaza para la democracia y los derechos humanos. Las protestas de sus partidarios, movilizados tras las elecciones, parecen sugerir que el desafío recién comienza.

Liberales contra conservadores: más de lo mismo

Dos partidos tradicionales dominan la escena política de Paraguay: el Partido Colorado y el Partido Liberal Radical Auténtico, más conocido como Partido Liberal. Ambos tienen sus orígenes en el siglo XIX y ambos -especialmente el Partido Colorado- han construido identidades partidarias muy fuertes y cuentan con grandes bases de apoyo.

La única vez que el Partido Colorado no ha estado en el poder desde que terminó la dictadura fue entre 2008 y 2012, tras las elecciones ganadas por Fernando Lugo, ex obispo y líder de la Alianza Patriótica, una amplia coalición de movimientos sociales y partidos de centroizquierda que incluía al Partido Liberal. Fue una prueba fe fuego para la democracia paraguaya: el Partido Colorado fue desbancado mediante elecciones, aceptó los resultados y entregó el poder. Pero la presidencia de Lugo se vio truncada mediante un proceso de juicio político que fue ampliamente cuestionado como políticamente motivado. Le sucedió su vicepresidente, Federico Franco, del Partido Liberal.

El Partido Liberal, que engloba a varias facciones heterogéneas, ha buscado repetidamente alianzas con otros partidos para desafiar el poder del Partido Colorado; sin embargo, a diferencia de 2008, cuando tuvo que dejar al volante a un outsider popular, esta vez estuvo al frente de la coalición opositora. Alegre, un liberal relativamente progresista, fue acompañado en la fórmula por una ex ministra políticamente independiente y más centrista.

Esto no significa que la oposición estuviera unida: también compitieron en la elección un partido de oposición más progresista, el Frente Guasú, cuya apuesta fracasó estrepitosamente, y un partido más nuevo y regresivo, el Movimiento Cruzada Nacional, cuyo excelente desempeño fue la principal novedad de estas elecciones.

Mientras que un segmento del Frente Guasú se incorporó a la Concertación, la cúpula del partido -incluido el ex presidente Lugo, fuera de juego a causa de graves problemas de salud- se unió a otra coalición, La Nueva República, y vio desplomarse su apoyo. Pasó de tercera fuerza de Paraguay a su casi extinción, con un magro 1,4% de los votos par presidente y apenas un senador electo.

La Concertación también se negó a entrar en una alianza ideológicamente cuestionable con el candidato emergente, José Luis Cubas, al frente del Movimiento Cruzada Nacional. Cubas, un líder empresarial y ex senador y diputado que la jugaba de outsider político, consiguió casi el 23% de los votos. Lo hizo desde una plataforma antipolítica y con un discurso ultraconservador antiderechos. Interpeló a los descontentos con la política tradicional denunciando a todos los políticos como parte de una casta política corrupta y reclamó la ampliación de los poderes del Ejecutivo para permitir al presidente disolver las instituciones donde supuestamente anida la clase política, en particular el Congreso Nacional.

Con poca estructura y escasos recursos, Cubas y su movimiento gozaron, sin embargo, de una exposición constante en los medios de comunicación vinculados al padrino político de Peña, el ex presidente y magnate tabacalero Horacio Cartes, quien buscó apuntalar a Cubas para dividir el voto opositor. La táctica funcionó: Alegre sufrió su tercera y peor derrota y el partido gobernante ganó por el margen más amplio de las últimas tres décadas.

Nuevas reglas

Hace un par de años, el sistema electoral paraguayo fue modificado. Antes de la reforma, los votantes elegían entre listas partidarias cerradas y bloqueadas, mientras que con el nuevo sistema de listas desbloqueadas pueden optar por favorecer a algún candidato individual dentro de la lista del partido de su elección. El nuevo sistema obliga a los candidatos de un mismo partido a competir entre sí, dando ventaja a aquellos que tienen más carisma y más recursos.

El nuevo sistema se utilizó por primera vez en las elecciones municipales de 2021 y -aunque la reforma no fue idea suya- favoreció al Partido Colorado, que cuenta con mayor acceso a recursos y tiene un conjunto mucho mayor de potenciales candidatos en condiciones de traccionar votos. Las nuevas reglas ayudaron al partido a aumentar su representación en el Congreso permitiéndole hacer lo que mejor le sale: abarcar un amplio espectro de opciones políticas y comportarse simultáneamente como gobierno y oposición, ofreciendo alternativas de recambio procedentes de su seno.

Las divisiones internas también jugaron a favor del Partido Colorado en la carrera presidencial: le protegieron de las consecuencias de haber producido al presidente menos popular de América Latina, Mario Abdo Benítez, cuyo índice de popularidad se ubicaba en el 12%. Ello no supuso un problema para Peña, alineado en el bando del ex presidente Cartes, el mortal enemigo interno de Abdo Benítez.

Una vez en el cargo, estas divisiones y el apoyo de Cartes pueden dejar de ser una ventaja para Peña. Es probable que las bancadas legislativas del Partido Colorado se dividan entre la que responde a Cartes y la que obedece a Abdo Benítez; así, Peña podría encontrar la oposición más fuerte dentro que fuera de su propio partido. Y Peña carece de una base de poder propia, por lo cual también es posible que Cartes siga moviendo los hilos entre bambalinas.

Una campaña polarizada

Las elecciones se celebraron en un ambiente tenso en el cual las propuestas políticas quedaron en un segundo plano, opacadas por graves acusaciones de corrupción que involucran a altos funcionarios del Estado y preocupación ante la creciente influencia política del crimen organizado y el narcotráfico.

En lo que fue denunciado como una injerencia extranjera en la campaña, en enero de 2023 Estados Unidos impuso sanciones a Cartes y al actual vicepresidente, Hugo Velázquez Moreno, por “corrupción desmedide”, entre otras cosas por presuntos sobornos recurrentes a legisladores y vínculos con Hezbolá. Para ayudar a su protegido, Cartes se ausentó de la escena pública durante la mayor parte de la campaña.

Paraguay es el país más pobre de Sudamérica. Impulsada por las exportaciones agrícolas, su economía ha registrado últimamente una de las tasas de crecimiento más altas de la región, pero esta riqueza no se ha repartido. Paraguay es un país muy desigual y sufre un desempleo crónico. Casi una cuarta parte de sus 7,5 millones de habitantes son pobres.

Según las encuestas, las mayores preocupaciones de los paraguayos son el desempleo y el aumento de los precios de los alimentos básicos. Pero la campaña electoral no se centró en estos temas. Ni siquiera la indignación causada por el caso, ampliamente difundido, de una mujer que tuvo que dar a luz en el suelo de un hospital logró reorientar la campaña hacia el debate de ideas para mejorar la calidad de vida del paraguayo medio.

La cuestión de China

Una diferencia clave entre los principales candidatos se refirió a las relaciones con China. Paraguay es uno de los pocos países del mundo que reconoce a Taiwán en vez de a China. Peña era partidario de mantener las relaciones diplomáticas con Taiwán, mientras que Alegre anunció que planeaba cambiar el reconocimiento a China como medio para acceder a su mercado, aunque más tarde dio marcha atrás y afirmó que simplemente “lo estaba pensando”.

En sus comienzos, los lazos diplomáticos de Paraguay con Taiwán tuvieron una base ideológica: fueron establecidos en la década del ‘50 por la dictadura militar anticomunista. Más recientemente, la relación se ha replanteado como una cuestión de valores más que de ideología, tal como lo proclamó el presidente Abdo Benítez en una reciente visita a Taiwán.

Varios Estados latinoamericanos han cambiado su reconocimiento de Taiwán a China en los últimos años, incluida la mayoría de los de Centroamérica, donde Belice y Guatemala son ahora los últimos aliados de Taiwán. El último en pegar el volantazo fue Honduras, que lo hizo bajo su nuevo gobierno de izquierda en marzo de 2023, suscitando el interrogante de cómo un gobierno que dice estar comprometido con los derechos humanos puede apoyar a uno de los peores violadores de derechos del mundo. Según el ministro de Asuntos Exteriores taiwanés, Honduras pidió a Taiwán miles de millones de dólares en ayuda y comparó sus propuestas con las de China. La presidenta de Taiwán declaró que su gobierno “no participaría en una absurda competencia de diplomacia del dólar con China”.

Ahora solamente 13 países de todo el mundo -todos, salvo Paraguay, situados en Centroamérica, el Caribe y el Pacífico- reconocen oficialmente a Taiwán como Estado soberano. En su mayoría son pequeños Estados insulares que dependen en gran medida de la ayuda exterior, que Taiwán les proporciona. Pero cada vez más China intenta atraerlos con grandes cantidades de inversión y ayuda financiera. Su presión sobre Paraguay se volvió agresiva durante la pandemia, cuando hizo uso de la “diplomacia de la vacuna”, reteniendo envíos de vacunas para tratar de forzar al gobierno a cambiar de bando.

Para mantener a Paraguay de su lado, Taiwán también ha ofrecido beneficios económicos, incluido un trato preferencial para sus exportaciones durante el gobierno de Cartes. Gracias a ello las exportaciones de carne a Taiwán crecieron, pero siguen representando una parte muy pequeña de las exportaciones paraguayas. Aunque ha seguido apoyando a Taiwán, el presidente Abdo Benítez ha declarado que necesitaría una inversión significativa para poder resistir las presiones para cambiar de bando.

Para la oposición, todo pasa por la economía y la posibilidad de acceder al mercado chino. Pero Taiwán ha sido explícito al afirmar que los países de la región que han desplazado su reconocimiento de Taiwán a China con tales expectativas se han visto decepcionados, ya que lo único que vieron crecer fue su dependencia y su déficit comercial con China.

La campaña estuvo plagada de desinformación, incluidos sondeos de opinión falsos, teorías conspirativas y narrativas de fraude electoral. Ello empujó a la sociedad civil y a los medios digitales a realizar intensos esfuerzos de verificación de datos y exposición de la desinformación.

Gran parte de la desinformación se centró en los derechos sexuales y reproductivos, falsamente denunciados como “ideología de género” y fue acompañada de ataques misóginos y homófobos. Las candidatas de la Concertación vinculadas al movimiento feminista fueron el principal blanco de ataques, pero tampoco se salvó la candidata a vicepresidenta de la coalición opositora, Soledad Núñez, pese a la imagen moderada que se cuidó de proyectar.

Cuanto menos, la jornada electoral fue pacífica. La Misión de Observación de la Unión Europea (UE) describió al proceso como transparente y bien organizado. Sin embargo, los observadores detectaron que en torno del recientemente establecido sistema de voto electrónico proliferaba la práctica ilegal del “voto asistido”: en casi el 20% de los sitios de votación visitados registraron la presencia de representantes de los partidos que ayudaban a los votantes, presumiblemente para intentar influir sobre su voto. Los observadores también detectaron puestos de los partidos y la distribución de material de campaña a menos de 200 metros de los sitios de votación, así como algunos casos de compra de votos.

Aunque la interferencia directa en el voto pareció tener una prevalencia limitada, no cabe duda de que el Partido Colorado se benefició desproporcionadamente de su amplia red clientelar alimentada por el acceso a los recursos públicos para ganar votos.

La misión de observación de la UE también señaló que dos organizaciones nacionales de la sociedad civil, Alma Cívica y Decidamos, vieron sus solicitudes de acreditación como observadores nacionales rechazadas por el tribunal electoral sin que hubiera algún mecanismo para que esta decisión fuera revisada a tiempo.

Voces desde las primeras líneas

Marta Ferrara es directora ejecutiva de Semillas para la Democracia, una organización de la sociedad civil (OSC) paraguaya que promueve la participación ciudadana, la equidad social y el ejercicio responsable del gobierno.

 

Fueron unas elecciones relativamente pacíficas en las que prácticamente no hubo violencia. Lo que sí hubo en abundancia fue desinformación, discurso de odio y agresiones a través de las redes sociales durante toda la campaña. Estas agresiones afectaron fuertemente a las OSC, incluida la nuestra, Semillas para la Democracia.

Un elemento que definió a esta elección fue la emergencia de un tercer espacio político de oposición de carácter populista-autoritario y estilo mesiánico. Liderado por Paraguayo Cubas, representa al llamado “voto bronca”, es decir, a los descontentos con los partidos tradicionales y con la forma en que se ha llevado adelante la política durante décadas. Esta candidatura no le quitó votos al gobierno sino a la oposición, y se colocó inesperadamente en un cercano tercer lugar.

os seguidores de Paraguayo Cubas, a los que se ha sumado gente de prácticamente todos los sectores de la oposición, muchos de ellos jóvenes desafectados de la política, están saliendo masivamente a las calles de todo el país para denunciar fraude, pese a que tuvieron una votación muy buena, que ni siquiera ellos esperaban. El hecho de que un grupo antisistema esté movilizando protestas de unas dimensiones que no se han visto en mucho tiempo representa un gran desafío para el futuro de la democracia en Paraguay.

El sector del Partido Colorado que ganó las elecciones es un sector cuyos dirigentes atacan a la sociedad civil. Son antiderechos, autodefinidos como “provida”, están en contra del matrimonio igualitario y de los derechos sexuales y reproductivos y atacan todos los temas relativos a la agenda de género. Por eso creo que a la sociedad civil nos esperan años muy duros. Vamos a tener que hacer esfuerzos para unirnos y articular acciones entre los distintos sectores de la sociedad civil, sobre todo los que trabajamos temas de derechos.

 

Este es un extracto editado de nuestra conversación con Marta. Lea la entrevista completa aquí.

El día después

Hay mucho margen para mejorar la calidad de la democracia en Paraguay. En 2021, el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit rebajó al país de la categoría de “democracia defectuosa” a la de “régimen híbrido”, una combinación de componentes democráticos y autoritarios, en la cual ha permanecido desde entonces.

Las denuncias de fraude y las peticiones de recuento de votos se han convertido en una especie de ritual en las elecciones paraguayas, normalmente sin grandes consecuencias. Pero lo que está ocurriendo actualmente supera con creces el pataleo caprichoso del candidatos despechados: Paraguay está siendo escenario de protestas postelectorales masivas y crecientemente violentas.

El hecho de que un grupo antisistema esté movilizando protestas de unas dimensiones que no se han visto en mucho tiempo representa un gran desafío para el futuro de la democracia en Paraguay.

MARTA FERRARA

Cubas primero cuestionó los resultados en las redes sociales, y luego tanto él como Alegre pidieron un recuento parcial de los votos; más tarde se les unió en solidaridad el Frente Guasú.

Poco después, la Organización de Estados Americanos (OEA), el organismo de cooperación regional de las Américas, emitió el informe preliminar de su misión de observación, donde afirmaba que, dada la gran diferencia en el caudal de votos recibidos por el candidato ganador y el ubicado en segundo lugar, así como el hecho de que no había observado incidentes graves o generalizados, no había motivos para dudar de los resultados.

Pese a ello las protestas han continuado, y 1.800 efectivos policiales fueron desplegados para custodiar la sede del Tribunal Superior de Justicia Electoral. Más de 100 manifestantes fueron detenidos frente al tribunal. En un dramático giro de los acontecimientos, el 5 de mayo el propio Cubas fue detenido y dejado en prisión preventiva bajo acusaciones de alteración del orden público, amenaza de hechos punibles, tentativa de impedimento de las elecciones, tentativa de coacción a órganos constitucionales y resistencia antiestatal.

El 8 de mayo, ante las protestas que continuaban, el ministro del Interior sostuvo que la oposición liderada por Cubas estaba atizando los disturbios en un intento de hacerse con “un mártir” para legitimar las manifestaciones violentas. Se trata de una situación volátil que reclama una desescalada y subraya la necesidad de crear confianza política y dar respuesta a las decepciones políticas que han hecho que la retórica antipolítica de Cubas resulte tan atractiva para tanta gente.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • El gobierno paraguayo debe apaciguar la situación creada por las protestas postelectorales utilizando las mejores prácticas internacionales relativas al manejo de manifestaciones.
  • La sociedad civil paraguaya debe trabajar unida para auditar los procesos electorales, proteger las instituciones democráticas y resistir a los avances antiderechos.
  • Los aliados y donantes internacionales deben aumentar su apoyo a la sociedad civil paraguaya para garantizar la sostenibilidad de su activismo en favor de la democracia y los derechos humanos.

Foto de portada de Norberto Duarte/AFP vía Getty Images