“El mensaje del Orgullo fue claro: estamos aquí y no nos vamos a ningún lado”
CIVICUS conversa con Pedro Julio Serrano, presidente de la Federación LGBTQ+ de Puerto Rico, acerca del Orgullo 2025 y los ataques en curso contra los derechos de las personas LGBTQI+.
En junio de 2025, Puerto Rico celebró el Orgullo en un contexto particularmente desafiante, marcado por la reciente aprobación de la Ley de Libertad Religiosa, que permite a profesionales de la salud y otros funcionarios negar servicios a personas LGBTQI+ alegando motivos de conciencia religiosa. Ante este retroceso legislativo, las celebraciones del Orgullo adquirieron un carácter marcadamente político: se transformaron en un acto masivo de resistencia cívica donde activistas, organizaciones LGBTQI+ y ciudadanía en general marcharon unidos para denunciar la discriminación institucionalizada y exigir igualdad de derechos y acceso a servicios.
¿Cómo se celebró este año el Orgullo, y en qué se distinguió de ediciones anteriores?
Este año el ambiente fue distinto. Tras la aprobación del matrimonio igualitario en 2015, las marchas se habían vuelto más festivas, pero esta vez el tono fue mucho más combativo. Hubo denuncias, pancartas y comparsas que exigían el fin de las leyes discriminatorias, en particular de la Ley de Libertad Religiosa, aprobada en abril.
Organizamos una marcha multitudinaria el 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, y luego, del 6 al 8 de junio, tuvimos el Orgullo Boquerón, el evento LGBTQI+ más grande del Caribe. Fue una oportunidad de celebrar, pero también de discutir la situación actual. El mensaje fue claro: estamos aquí y no nos vamos a ningún lado. Fueron actos de orgullo, pero también de lucha y resistencia, a los que invitamos a toda la sociedad puertorriqueña. Y no estuvimos solos: unas 40.000 personas se sumaron para visibilizar la importancia de la diversidad y la inclusión. Además, el movimiento se extendió más allá de Boquerón: miembros de la comunidad también se hicieron escuchar en Guayama, Rincón y San Juan.
¿Qué establece la Ley de Libertad Religiosa y cuál ha sido su impacto?
Esta es una ley que, bajo la apariencia de proteger la libertad religiosa, institucionaliza la discriminación. Reconoce el derecho de todas las personas a profesar su religión y manifestar sus creencias sin temor a represalias o restricciones arbitrarias. Sin embargo, en la práctica funciona como una licencia para discriminar porque permite que profesionales de la salud, empleados públicos o profesionales regulados por el Estado tales como abogados, psicólogos o asistentes sociales se nieguen a brindar asistencia cuando alegan que hacerlo contradice sus convicciones religiosas.
El impacto ha sido devastador, especialmente para personas trans y no binarias. Aunque el texto prohíbe la discriminación por sexo, edad u orientación sexual, excluye de manera explícita la identidad de género. Esta omisión deliberada no solo facilita la discriminación, sino que también elimina toda protección legal para estas personas. De hecho, ya se han reportado casos de personas que acudieron a un cuartel de policía y no recibieron asistencia porque el único agente presente se negó a atenderlas invocando esta ley.
Todas las asociaciones profesionales afectadas, entre ellas el Colegio de Abogados, la Asociación de Psicología, el Colegio de Trabajo Social, la Asociación de Consejeros y el Colegio de Médicos Cirujanos, se han pronunciado en contra de esta norma porque obliga a sus profesionales a violar sus propios códigos de ética, que prohíben la discriminación.
Se trata de una ley arbitraria, vaga y peligrosa que, aunque se dirige principalmente contra la comunidad LGBTQI+, establece un precedente que podría facilitar la discriminación contra cualquier persona.
¿Cómo se están organizando contra esta ley?
La ley es inconstitucional y no vamos a esperar a que se acumulen más denuncias de personas discriminadas para actuar. Por eso hemos decidido una estrategia doble: además de mantener la movilización social en contra de la ley, ya estamos preparando el caso para llevarlo a los tribunales. Con el apoyo de organizaciones legales especializadas, estamos redactando una demanda con el objetivo de lograr que la ley sea declarada inconstitucional.
Pero sabemos que la batalla legal debe ir acompañada de un trabajo de base sólido. Para lograr nuestro objetivo necesitamos el apoyo de la gente. Además, la comunidad debe conocer sus derechos para poder defenderlos. Con este propósito organizamos una asamblea nacional y ocho regionales para informar, escuchar y empoderar a la ciudadanía, capacitándola para que pueda denunciar abusos y confrontar directamente estas agendas discriminatorias.
También aprovechamos los márgenes de autonomía de que disponemos. Aunque Puerto Rico sigue siendo una colonia, tenemos cierto margen para tomar nuestras propias decisiones mientras no haya imposiciones federales. Para aprovechar este espacio, la gente debe presionar a sus legisladores y exigirles un cambio.
Finalmente, nuestra lucha forma parte de un movimiento internacional más amplio. Sabemos que no estamos solos en esta lucha. Hemos trabajado con organizaciones de Argentina, Cuba, España, Estados Unidos y México que enfrentan desafíos similares. Gracias a estas alianzas y a su solidaridad hemos logrado que lo que ocurre en Puerto Rico se dé a conocer fuera de la isla y hemos conseguido apoyo internacional para nuestra causa. Nuestra determinación es absoluta: no vamos a parar hasta que esta ley caiga y se respete la dignidad de todas las personas en Puerto Rico.
¿Cómo ha influido en el clima político el regreso de Donald Trump al poder?
El regreso de Trump al poder, con su discurso en contra de la diversidad, la equidad y la inclusión, ha empoderado a los grupos fundamentalistas y les ha otorgado una especie de permiso tácito para atacarnos.
El caso de la comisionada residente Jenniffer González Colón – representante de Puerto Rico en el Congreso de Estados Unidos – ilustra perfectamente esta transformación. Antes de aliarse con Trump era moderada y se posicionaba a favor de los derechos del colectivo LGBTQI+. Ahora, sin embargo, apoya leyes en nuestra contra. Su estrategia es particularmente insidiosa: no lo hace abiertamente como Trump, sino de manera silenciosa, lo que hace que el daño sea igual o incluso peor porque pasa más desapercibido.
Pero nosotros tenemos claro cuáles son nuestros valores. Defendemos nuestros derechos y también los de otras minorías. Nos oponemos a las redadas de migrantes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, rechazamos la pena de muerte y defendemos los valores de solidaridad que están en nuestra Constitución. Esos principios de justicia social y solidaridad no son compatibles con los planteamientos de Trump ni de la extrema derecha estadounidense, pero representan la esencia de Puerto Rico y estamos decididos a defenderlos.