“Quien asuma la presidencia recibirá un país dividido y deberá romper con una herencia autoritaria”
CIVICUS conversa sobre el panorama político de Bolivia de cara a la segunda vuelta de la elección presidencial con Gabriela Keseberg Dávalos, politóloga boliviana-alemana.
Las elecciones presidenciales celebradas en Bolivia el 17 de agosto, en un contexto de crisis económica y desconfianza política, marcan el fin de 20 años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de izquierda liderado por Evo Morales. El sorprendente resultado dio el primer lugar, con 32% de los votos, a Rodrigo Paz Pereira, que nunca había superado el 10% en las encuestas, seguido de Jorge “Tuto” Quiroga, con 27%. Ambos se enfrentarán en el primer ballotage de la historia de Bolivia, que tendrá lugar el 19 de octubre.
¿Cómo se explican los resultados de la elección del 17 de agosto?
Cerca del 15% de votantes indecisos, sumados a quienes cambiaron de opinión en el último momento o no fueron captados por los sondeos, terminaron inclinando la balanza. Los resultados no fueron los esperados, pero sí responden a una lógica electoral coherente: Bolivia quería un cambio, pero no un giro radical. La mayoría rechazaba al MAS, pero no estaba dispuesta a apostar por una derecha dura. En ese punto intermedio se posicionó Rodrigo Paz.
La caída del MAS responde a una combinación de factores políticos, económicos y sociales. La crisis económica fue determinante. Los bolivianos son profundamente pragmáticos: votan con el bolsillo. Actualmente la inflación en productos de la canasta básica roza el 40%. A eso se le suman la escasez de dólares y combustibles, la caída de la producción y el desempleo. Todo esto golpea directamente a comerciantes, transportistas y a una incipiente clase media que nació en los años de bonanza del MAS.
También debemos considerar el desgaste político y las luchas internas. El MAS ya no es un movimiento unificado. Se fragmentó en tres corrientes: los “evistas”, leales a Morales; los “arcistas”, seguidores del presidente Luis Arce; y los “androniquistas”, partidarios del joven presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, quien incluso lanzó su propia candidatura presidencial con un nuevo partido, la Alianza Popular. Estas divisiones restaron fuerza y credibilidad al MAS.
La corrupción también desempeñó un papel central. Casos de enriquecimiento ilícito, contrabando, minería ilegal y narcotráfico erosionaron la confianza ciudadana. Los bolivianos perciben al Estado no solo como corrupto, sino también como ausente e incapaz de controlar incendios y frenar la deforestación. Esto afecta gravemente la salud pública y provoca desplazamientos internos.
Pero quizás el factor más decisivo fue el propio Evo Morales. Su negativa a dar paso a nuevas generaciones terminó por dinamitar al MAS desde adentro. Lo que comenzó como un liderazgo indígena renovador terminó convirtiéndose en un caudillismo obsesionado con perpetuarse en el poder. Morales forzó los límites legales para aferrarse al cargo, manipuló las instituciones y debilitó la democracia.
¿Qué propone cada candidato?
Muchos daban por hecho que la segunda vuelta sería entre Quiroga y Samuel Doria Medina, por lo que las propuestas de Paz no recibieron suficiente atención. Ahora, con él en el balotaje, tanto su programa como la figura de su vicepresidente – un expolicía que genera fuertes divisiones – están bajo mayor escrutinio.
Hoy Rodrigo Paz representa la opción moderada, de centroizquierda pragmática en materia económica. Propone sensibilidad social, pero sin radicalismos. Su estilo sobrio y conciliador atrajo a quienes buscaban cambio, pero temían tanto al neoliberalismo de derecha como al autoritarismo del MAS. Paz logró captar tanto a votantes desencantados con el MAS como a quienes nunca lo apoyaron.
En las tierras bajas, más conservadoras y orientadas a los negocios, predominó el apoyo a candidatos tradicionales como Quiroga y Doria Medina. Quiroga encarna la vieja guardia política: fue vicepresidente y presidente interino, y promueve reformas estructurales. En materia económica, propone recurrir a un paquete de rescate del FMI, una medida que genera temor en sectores populares dada la experiencia de los ajustes de los años 80 y 90, pero que inspira confianza en el empresariado. Su propuesta más llamativa es otorgar a cada boliviano mayor de edad un “título de propiedad popular” por 1.500 dólares, como participación simbólica en los recursos naturales y las empresas estatales.
¿Quién crees que será el ganador?
El escenario electoral es incierto, con ambos candidatos con probabilidades prácticamente iguales de ganar. La división histórica del país entre oriente y occidente vuelve a hacerse visible: Santa Cruz y la región oriental tienden hacia Quiroga, mientras que el altiplano y una parte de la clase media urbana se inclinan hacia Paz.
El desenlace dependerá en gran medida de los votantes desencantados del MAS que se han convertido en el electorado bisagra, y de la capacidad de los candidatos para conquistar al oriente. Ese equilibrio no será fácil de alcanzar. Si Paz logra convencer al electorado de que él representa un cambio moderado y confiable, tendrá ventaja. En cambio, si Quiroga transmite seguridad económica sin reactivar viejos temores, podría imponerse. Pero para terminar de ganarse la confianza del electorado, ambos deberán mostrar planes concretos y creíbles. Hasta ahora han abundado los “qué”, pero faltan los “cómo”.
Pocos días después de la primera vuelta, la campaña ya empezó a tener un tono de creciente confrontación, con acusaciones cruzadas y discursos más duros. La desinformación en redes sociales y el uso de inteligencia artificial están desempeñando un papel clave.
¿Cuáles serán los principales desafíos para el próximo presidente?
Quien asuma la presidencia recibirá un país dividido, con una economía en crisis y un sistema político fracturado. Sus desafíos serán numerosos y complejos.
La prioridad inmediata será estabilizar la economía: controlar la inflación, garantizar el suministro de combustibles y divisas, y recuperar la confianza internacional. Para ello deberá enfrentar uno de sus mayores retos: la unidad política. Con un Congreso fragmentado, será necesario negociar y formar amplias coaliciones, en las que el papel del vicepresidente resultará clave.
Otro factor vital para asegurar la gobernabilidad será fortalecer la cohesión social y promover la reconciliación, recomponiendo el vínculo entre oriente y occidente, así como entre el campo y la ciudad.
A mediano y largo plazo, el nuevo gobierno tendrá que enfocarse en reconstruir la institucionalidad. Es necesario romper con la herencia autoritaria del MAS, restaurar la independencia judicial, poner fin a la persecución política y profesionalizar el servicio exterior con diplomáticos de carrera.
Finalmente, no puede quedar fuera la agenda ambiental. El nuevo gobierno deberá frenar la deforestación y los incendios que generan graves consecuencias sociales, sanitarias y económicas. Bolivia es uno de los países más biodiversos del mundo y eso debe preservarse.