CIVICUS conversa sobre los cambios políticos y los desafíos para la sociedad civil en Bolivia tras las recientes elecciones con María Galindo, activista, filosofa e integrante fundadora del colectivo feminista Mujeres Creando.

El 20 de octubre, el líder del Partido Demócrata Cristiano, Rodrigo Paz, ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con el 54,5% de los votos, poniendo fin a dos décadas de gobierno del Movimiento al Socialismo. Su victoria se produjo en medio de la peor crisis económica que ha sufrido el país en una generación, caracterizada por una inflación cercana al 25%, la escasez de dólares y combustible y largas colas para adquirir productos básicos. El programa de Paz combina reformas de mercado, programas sociales y posturas conservadoras en temas de género que generan inquietud en el movimiento de mujeres. Su falta de mayoría en el Congreso complicará todo intento de reforma.

¿Podrías describir el panorama preelectoral?

En vísperas de las elecciones Bolivia atravesaba una crisis profunda que las elecciones, por sí solas, no podían resolver. En el plano económico, el país sufrió una fuerte fuga de capitales, especialmente por parte del sector exportador, y un colapso financiero vinculado al Banco Fassil, cuya quiebra en 2023 dejó un enorme vacío en el sistema bancario. A esto se suma el déficit fiscal estructural, alimentado por una burocracia ineficiente y permeada por la corrupción, y una crisis del sistema de pensiones, que enfrenta graves riesgos debido a préstamos otorgados al Tesoro General de la Nación cuyos fondos fueron mal administrados o desviados. El modelo estatal de desarrollo, basado en la creación de fábricas públicas, ha mostrado sus límites: muchas no funcionan o generan pérdidas constantes.

En el plano político, la crisis es igualmente severa. El sistema de partidos prácticamente ha desaparecido; las siglas partidarias se han vuelto simples vehículos electorales sin sustancia ideológica. Esta debilidad se refleja en una Asamblea Legislativa de baja calidad, dominada por tránsfugas – políticos que cambian de partido según su conveniencia – y figuras sin trayectoria política, que acceden al poder por vínculos personales antes que por méritos o convicciones.

¿Qué propone Paz para enfrentar la crisis?

Aunque Paz cuenta con una presencia parlamentaria significativa, su programa sigue siendo difuso. Hasta ahora no ha presentado una hoja de ruta clara para enfrentar la crisis estructural del país, marcada por desequilibrios fiscales, corrupción y debilidad institucional. Su victoria parece haber sido más un voto de rechazo hacia su rival, el candidato de extrema derecha Tuto Quiroga que una adhesión genuina a su proyecto político.

Sin embargo, en Bolivia, todo intento de reforma económica debe tener en cuenta la fortaleza del tejido social: sindicatos, movimientos indígenas, campesinos, vecinales y feministas con una larga tradición de resistencia y movilización. El gobierno difícilmente podrá imponer medidas unilaterales sin enfrentar una fuerte respuesta social.

¿Cómo evalúas las posturas del gobierno en materia de derechos de las mujeres?

Las posturas conservadoras del gobierno contrastan radicalmente con la realidad social. Las mujeres están fuertemente movilizadas. Hoy en día, entre el 50 y el 60% de la población universitaria son mujeres, y la idea de la familia nuclear patriarcal está en crisis.

La violencia machista se denuncia a diario, y las mujeres están desafiando el orden patriarcal desde todos los espacios, particularmente fuera del Estado y los partidos, que siguen siendo profundamente violentos y excluyentes. Las mujeres están cuestionando las estructuras de poder de forma cada vez más consciente. A esto lo llamo “feminismo intuitivo”: una transformación que no depende de discursos institucionales sino de prácticas cotidianas. Hoy, cualquier mujer en Bolivia sabe que puede trabajar en lo que quiera, vestirse como desee y decidir sobre su maternidad, aunque deba hacerlo en condiciones de hostilidad y clandestinidad. El gobierno puede tener posturas conservadoras, pero no puede revertir un proceso social que ya está arraigado en la vida cotidiana de millones de mujeres.

¿Cuáles son los desafíos y oportunidades para la sociedad civil boliviana?

El nuevo gobierno es esencialmente un administrador de la crisis. No tiene margen político ni económico para emprender transformaciones profundas. Está conformado por una coalición frágil de tendencias diversas sin una visión común, y su principal objetivo será mantenerse a flote y gestionar la coyuntura.

Sin embargo, en ese contexto de parálisis institucional, la sociedad civil tiene un papel crucial. Los movimientos sociales, las organizaciones comunitarias y las redes feministas siguen siendo el motor del cambio social en Bolivia. Aunque el espacio cívico enfrenta múltiples restricciones, la capacidad de organización y resistencia de la ciudadanía continúa siendo la principal garantía de que las demandas de justicia, igualdad y transparencia no serán silenciadas.