La Asamblea General de la ONU: ¿sin espacio para la sociedad civil?
La sesión anual de reuniones de alto nivel de la Asamblea General de la ONU contó con la presencia en Nueva York de numerosos líderes nacionales que pronunciaron sus discursos. Entre bastidores, las delegaciones de los países se reunieron para debatir temas centrales de actualidad, entre ellos la guerra de Rusia contra Ucrania. Pero todos los eventos celebrados en la sede de la ONU tuvieron lugar sin la participación de la sociedad civil, a la que, una vez más, le fue denegado el acceso. Aunque como siempre, la sociedad civil se esforzó por aprovechar al máximo la semana organizando eventos de campaña en Nueva York, la sesión fue otra oportunidad perdida para el diálogo y la colaboración. Se necesita una ONU más abierta y democrática para hacer frente a los numerosos problemas que los Estados son incapaces de resolver por sí solos.
Es el mayor acontecimiento del año de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando el mayor número de líderes nacionales se reúne al mismo tiempo y en el mismo lugar. El debate anual de apertura de las reuniones de alto nivel de la Asamblea General de la ONU (AGNU) tuvo lugar del 20 al 26 de septiembre. Presidentes y primeros ministros de todo el mundo viajaron a la sede de la ONU en Nueva York para pronunciar sus discursos.
Una ocasión presidencial
Este año, tras la sucesión de eventos virtuales y semipresenciales en el marco de la pandemia, la reunión volvió a tener un formato totalmente presencial, y contó con la presencia de unos 150 líderes. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, hizo su contribución a través de un video transmitido por internet, pronunciando un apasionado discurso en el que pedía que Rusia rindiera cuentas por sus crímenes. Pero se trató de una rara excepción a la regla de la participación presencial, y requirió de una votación que lo autorizara.
Naturalmente, como cada año, la atención se centró en los jugadores de primera división: el foco estuvo en los discursos de los jefes de las principales potencias y en sus pronunciamientos sobre las cuestiones clave. La crisis provocada por la invasión rusa de Ucrania ocupó la atención de muchos, ante la urgencia renovada resultante de la respuesta rusa al éxito de la contraofensiva ucraniana, consistente en convocar reservistas, celebrar referendos ilegales y manipulados para anexionar zonas ocupadas y contemplar la posibilidad de una guerra nuclear.
A la luz de ello, incluso la posibilidad de una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueada desde hace tiempo, pareció cobrar cierto impulso. En tanto que uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto del Consejo de Seguridad, Rusia ha bloqueado sistemáticamente la adopción de medidas frente al conflicto. Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, otro de los cinco miembros permanentes, ofreció esperanzas al dar un paso que su gobierno nunca había dado: pidió a los cinco permanentes que moderen el uso del veto y apoyó la petición de ampliar el número de miembros permanentes del Consejo, incluso para incluir a Estados africanos y asiáticos. En sus discursos, los líderes africanos exigieron repetidamente una representación justa.
Gran parte de lo que los líderes políticos tuvieron para decir públicamente apuntó directamente a sus audiencias nacionales. La plataforma de la AGNU representa una oportunidad tanto para los autócratas como para los demócratas, como lo dejó claro el presidente iraní Ebrahim Raisi, quien ridículamente presentó a su país como un líder en la lucha contra la injusticia, aún mientras sus fuerzas de seguridad asesinaban mujeres que protestaban.
El primer ministro Abdoulaye Maiga, en representación de la junta militar de Mali, continuó con los ataques de su gobierno a Francia y, en un momento lamentable, alabó la cooperación de su país con Rusia: es que a las tropas francesas de mantenimiento de la paz en el país han sido sustituidas por mercenarios rusos.
Para el presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, el podio fue una parada más en su campaña electoral en vísperas de las elecciones del 2 de octubre, y lo aprovechó para hablar de sus supuestos logros. China, por su parte, aprovechó la ocasión para mantener sus ataques contra Taiwán, y Rusia la utilizó para seguir difundiendo desinformación en relación con la invasión de Ucrania.
Al pronunciar sus discursos, muchos líderes subrayaron uno de los problemas de la ONU: su naturaleza altamente estatalista. En lugar de reunirse para abordar cuestiones urgentes que no pueden resolverse dentro de las fronteras nacionales, los líderes del mundo volvieron a utilizar el evento para insistir en cuestiones de estrecho interés nacional e incluso partidista.
Más allá del circo, puede que el valor del evento resida más en lo que ocurre entre bastidores. Estos pocos días en Nueva York ofrecen una oportunidad única para mantener conversaciones bilaterales. Si en los próximos meses se produce alguna acción internacional -sobre Rusia, sobre las crisis alimentaria y energética relacionadas con la guerra, y sobre otras cuestiones urgentes, como el cambio climático- puede que tenga su origen en esas reuniones, y en las interacciones que éstas facilitaron no solamente entre líderes nacionales, sino también entre los altos funcionarios que los acompañan.
La exclusión de la sociedad civil
Pero hay un problema central: durante estos eventos las estrictas medidas de seguridad excluyen completamente a la sociedad civil de la sede de la ONU. Las organizaciones de la sociedad civil (OSC) que en tiempos normales tienen acceso -siempre que hayan pasado por burocráticos, prolongados y a veces controvertidos procesos de acreditación controlados por los Estados- quedan fuera en este momento crucial.
La sociedad civil está acostumbrada a quedar al final de la fila. Cuando hubo pasado lo peor de la pandemia y se permitió que incluso los turistas volvieran a entrar en la sede de Nueva York, las OSC siguieron quedando fuera. En las sesiones anuales de alto nivel de la AGNU, las OSC tienen prohibido el acceso desde hace tiempo. Daría la impresión de que se les considera un riesgo para la seguridad.
Durante la semana del debate de alto nivel, esto priva a la sociedad civil de lo que podría ser una oportunidad vital de enfocar en gobiernos y funcionarios de la ONU las actividades de incidencia, presión y campaña en que han estado trabajando todo el año. De no ser porque son excluidas de la sala, sería el momento para que las OSC intentaran influir sobre las posiciones que adoptan los Estados y conseguir compromisos de seguimiento.
No solamente la sociedad civil critica esta situación. Thomas E. Garrett, líder de la Comunidad de Democracias, hizo un llamamiento para que se revirtiera la prohibición durante la reunión de la coalición intergubernamental de esa semana, señalando la contribución esencial que la sociedad civil tiene para hacer en cuestiones tales como el cambio climático, el Estado de Derecho y la guerra en Ucrania.
“I call upon the United Nations @UN to reverse the suspension of annual and temporary NGO access to the General Assembly”- said SG @ThomasEGarrett following CoD Civil Society Pillar meeting on the margins of #UNGA77
— CoD (@CommunityofDem) September 22, 2022
Full statement: https://t.co/kBMjS6LF8i pic.twitter.com/EajMrcG5KG
La agenda reformista de la sociedad civil para la ONU
Para la sociedad civil, la denegación de acceso es la manifestación extrema de un problema más amplio. A pesar de que su Carta comienza con la memorable frase “nosotros los pueblos de las Naciones Unidas”, la ONU sigue siendo una institución dominada por los Estados. La sociedad civil lucha incluso por conseguir el mismo tipo de acceso que se concede al sector privado.
Las OSC que colaboran con la ONU llevan años presionando para mejorar el acceso de la sociedad civil con el objetivo de democratizar la ONU, haciéndola menos dependiente de los Estados y más capaz de reaccionar frente a problemas urgentes. Las esperanzas aumentaron en 2020, cuando el secretario general de la ONU, António Guterres, emitió un Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos en el que se comprometía a situar los derechos humanos en el centro del trabajo de la ONU. Este llamamiento iba acompañado de notas de orientación para toda la ONU en materia de espacio cívico, clave para que la sociedad civil pueda desempeñar plenamente su rol. Pero dos años después, es poco lo que se sabe sobre su implementación.
Cuando la ONU cumplió 75 años en 2020, también aprovechó la oportunidad para lanzar un importante proceso de consulta sobre su reforma. La sociedad civil participó ampliamente. Pero en 2021, cuando la ONU publicó el resultado de ese proceso de consulta, el informe Nuestra Agenda Común, las ideas presentadas estaban muy lejos de lo que reclamaba la sociedad civil.
La sociedad civil está a la vanguardia del desarrollo de ideas de reforma, trabajando con los Estados que la apoyan y haciendo campaña para convencer a los restantes.
Las ideas democratizadoras más importantes, como la Iniciativa Ciudadana Mundial de la ONU, que permitiría ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo presentar sus propuestas a la ONU, no fueron aceptadas. Las propuestas no estuvieron a la altura de la ambición en materia de derechos humanos sugerida por el Llamamiento a la Acción. Y, de nuevo, hay poca información sobre la implementación, incluso en lo que se refiere a uno de sus llamamientos más directos: que todos los organismos de la ONU establezcan puntos focales de sociedad civil, lo cual sería un primer paso vital para mejorar los vínculos de la ONU con la sociedad civil.
En lo que respecta a la idea de la sociedad civil más fácil de implementar, el nombramiento de un enviado o defensor de la sociedad civil en toda la ONU, Nuestra Agenda Común no adoptó ningún compromiso, reconociéndola únicamente como un punto a considerar en el futuro. La sociedad civil ha trabajado duro para conseguir apoyos, y la propuesta cuenta ahora con el respaldo de más de 50 Estados. Las funciones de esta persona serían las de defender a la sociedad civil dentro del sistema de la ONU, trabajar para aportar cierta coherencia y abrir espacios para la acción de la sociedad civil, lo cual en lo sucesivo podría dificultar la exclusión de la sociedad civil de los eventos de la ONU y permitiría impulsar nuevas reformas.
Nosotros los pueblos
Aunque la sociedad civil se quedó afuera de la sede de la ONU, aprovechó la semana de reuniones de alto nivel para protestar y hacer campaña lo más cerca posible mientras los ojos del mundo estaban puestos sobre Nueva York. La sociedad civil organizó una gran cantidad de eventos sobre cuestiones vitales, tales como la protección de las personas defensoras de derechos humanos, la responsabilidad corporativa, la gobernanza mundial inclusiva y la financiación del desarrollo.
La sociedad civil aportó sus puntos de vista en las reuniones organizadas por la ONU y otras entidades en los márgenes de la AGNU, incluidos múltiples eventos centrados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los 17 objetivos globales para acabar con la pobreza y la desigualdad y preservar el planeta.
La Asamblea Mundial de los Pueblos reunió a 1.300 actores de la sociedad civil que exigieron medidas urgentes para alcanzar los ODS, centrándose en cuestiones clave como la igualdad de género, la justicia climática y medioambiental y el respeto de los derechos humanos y el espacio cívico.
Actos públicos como el Festival Ciudadano Global, celebrado en el Central Park de Nueva York, pidieron la liberación de activistas encarcelados como Abdul-Hadi al-Khawaja, condenado a cadena perpetua en 2011 por reclamar libertades civiles y políticas en el espacio cívico cerrado de Bahréin.
Esta fue la otra cara de la moneda de los discursos formales que dieron los líderes mundiales desde el podio del Salón de la Asamblea General. Exhibió la vitalidad, la creatividad y la solidaridad transnacional que tanto faltan en los procesos formales, y dejó claro lo que se está perdiendo a causa de la ausencia de conexión entre ambos espacios.
Oportunidades para el futuro
El cambio es necesario y hay oportunidades por delante. Como parte de la sesión de alto nivel de la AGNU del próximo año, está prevista una cumbre para hacer un balance de los avances en la consecución de los ODS. La ambición y el fuerte enfoque de justicia social de los ODS fueron el resultado directo del rol que la sociedad civil desempeñó en su desarrollo. El Objetivo 16 exige instituciones responsables y transparentes y una toma de decisiones receptiva, inclusiva, participativa y representativa, lo cual solo es posible en presencia de un espacio cívico abierto y una sociedad civil vital. El Objetivo 17 reconoce que las asociaciones, incluidas las de la sociedad civil, son fundamentales. No tendría sentido hacer un balance de los ODS sin involucrar a la sociedad civil, que ayudó a crearlos y es un actor clave para alcanzarlos.
La Cumbre del Futuro, que tendrá lugar durante la AGNU de 2024, representa otra oportunidad. Propuesta en Nuestra Agenda Común, es presentada como un evento importante para desarrollar un “Pacto para el Futuro” que habrá de revitalizar la acción multilateral. Se trata de un diálogo en el cual la sociedad civil debe participar plenamente y que deberá incluir ideas para democratizar el multilateralismo.
Quizá el aspecto más alentador de la sesión de alto nivel de la AGNU de 2022 sea que grandes potencias como Estados Unidos dieron por fin un paso en dirección de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU. Las ideas para el cambio están ahí, desarrolladas a lo largo de años de esfuerzos de la sociedad civil. La sociedad civil está a la vanguardia del desarrollo de ideas de reforma, trabajando con los Estados que la apoyan y haciendo campaña para convencer a los restantes. La sociedad civil puede hacer una contribución aún mayor a los procesos de la ONU –si es que se le permite entrar.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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La ONU debería consultar con la sociedad civil para elaborar propuestas que permitan el acceso de la sociedad civil a la ONU y a las delegaciones estatales durante la semana de la sesión de alto nivel de la AGNU.
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La ONU debería comprometerse a crear el cargo de enviado de la sociedad civil para mejorar los vínculos del sistema de la ONU con la sociedad civil.
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Las Naciones Unidas deberían llevar a cabo una auditoría a nivel de todo el sistema para hacer un seguimiento del Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos y de la nota de orientación sobre el espacio cívico, con el fin de identificar los desafíos que supone su puesta en práctica y las posibles soluciones.
Foto de portada de Reuters/Eduardo Munoz vía Gallo Images