CIVICUS conversa sobre los resultados de las elecciones presidenciales de 2024 y la inminente inauguración de un gobierno de izquierda en Uruguay con Alicia Lissidini, docente e investigadora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

Con una participación que rozó el 90%, la segunda vuelta de la elección presidencial uruguaya se desarrolló en un clima de respeto y debate constructivo, en fuerte contraste con la polarización que caracteriza a otros países de la región. La campaña giró en torno de los temas del desarrollo económico, el empleo y la seguridad ciudadana. Con el triunfo del Frente Amplio frente a la coalición gobernante de centro derecha, el 1º de marzo la izquierda regresa al poder tras un período en la oposición.

¿Cuáles fueron los principales temas y el tono de la campaña electoral?

Al igual que en 2019, y como sucede en muchos países latinoamericanos, la seguridad fue el principal tema de campaña. Uruguay tiene una alta tasa de homicidios vinculada al narcotráfico: 11,2 por cada 100.000 habitantes, el doble que Chile. Durante el gobierno de Luis Lacalle Pou, del centroderechista Partido Nacional, se implementaron medidas punitivas que elevaron la tasa de encarcelamiento a la tasa récord de 458 por cada 100.000 habitantes, sin aportar mejoras significativas en los niveles de seguridad.

El día de las elecciones realizó un plebiscito, impulsado por la coalición gobernante, para habilitar los allanamientos nocturnos para combatir el narcotráfico. Apoyada por poco más del 39% del electorado, la medida quedó lejos del 50% necesario. El resultado se alineó con los de otras consultas populares de “mano dura” que también fracasaron, como la de 2019 que propuso crear una Guardia Nacional. La ciudadanía uruguaya tiende a rechazar las propuestas que asocia con el legado de la dictadura de 1973-1984.

Otros temas destacados de la campaña fueron la baja tasa de finalización de estudios secundarios, que es inferior al 50%, el desempleo, los bajos salarios y la pobreza infantil, que UNICEF estima en un 30%. Aun así, la campaña careció de profundidad: los problemas estructurales y otros temas clave para los movimientos sociales, como la violencia de género, la situación de calle, las condiciones en las cárceles y el acceso al agua potable, fueron en gran medida ignorados. La izquierda tampoco destacó estos temas, a pesar de que mantiene vínculos históricos con los movimientos sociales.

En la segunda vuelta electoral, la atención se centró en la figura de Yamandú Orsi, el presidente electo por el centroizquierdista Frente Amplio, y su capacidad de gobernar, más que en los problemas nacionales. El debate presidencial obligatorio careció de interacción real entre los candidatos, quienes evitaron toda confrontación.

¿Cuál fue el papel de las redes sociales?

En Uruguay, las decisiones electorales están menos influenciadas por las redes sociales porque el eje derecha-izquierda continúa estructurando ideológicamente el voto. Esta fue una campaña tradicional, donde las redes sociales ocuparon un lugar secundario. Tras su derrota de 2019, el Frente Amplio priorizó el contacto directo con la ciudadanía, mientras que el Partido Nacional apostó por la continuidad y el liderazgo del presidente Lacalle Pou.

Aunque hubo noticias falsas y agresiones, estas no polarizaron el debate público como ha ocurrido en Argentina o Brasil. Si bien existen sectores de ultraderecha, estos siguen siendo marginales, como lo demuestran los resultados obtenidos por Cabildo Abierto, con el 2,3% de los votos, e Identidad Soberana, con el 2%. Esto refleja un compromiso mayoritario con la democracia y sus instituciones.

¿A qué se debió el altísimo presentismo electoral?

Uruguay tiene la participación electoral más alta de América Latina. En las elecciones generales de octubre y noviembre el presentismo fue de casi 90%, y los jóvenes que votaban por primera vez tuvieron una participación del 92,5% en el balotaje.

Esto se debe tanto a sanciones por no votar como a una cultura política que valora la participación electoral y reconoce legitimidad a los procesos electorales. Según el Latinobarómetro, el 60% de la ciudadanía confía en la Corte Electoral, en comparación con apenas 18% en Bolivia y 30% en Argentina.

Incluso en las elecciones primarias de 2024, donde el voto no era obligatorio, participó casi el 36% del electorado, una cifra alta en comparación con países como Chile, donde no supera el 25%.

¿Qué expectativas genera el regreso de la izquierda al poder?

El Frente Amplio es el partido preferido por los jóvenes y por las mujeres. Pero, aunque la mayoría votó por un cambio, no se esperan transformaciones radicales. Durante sus anteriores mandatos, entre 2005 y 2020, el Frente Amplio mantuvo la estabilidad económica y un manejo fiscal responsable, lo que genera confianza en su capacidad de gestión.

En la campaña se mostró moderado, pero su programa incluye compromisos para mejorar la seguridad, reducir la pobreza y aumentar los salarios. La atención en salud, agravada por la pandemia, es otra área prioritaria. Además, se espera un aumento del presupuesto para la ciencia y un fortalecimiento de los consejos de salarios para mejorar las condiciones laborales.

Se espera que el nuevo gobierno adopte un estilo de gobernanza más participativo, con mayor inclusión de las organizaciones sociales en la toma de decisiones. Mientras que el gobierno anterior aprobó leyes como la Ley de Urgente Consideración con escaso debate, se espera que el Frente Amplio promueva mayor deliberación y consenso en el Parlamento. La expectativa es que se consolide un modelo de país que, hasta ahora, ha resistido la polarización y el avance de la ultraderecha.