Grandes desafíos para el nuevo Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos
Volker Türk es el nuevo Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Funcionario de la ONU de larga trayectoria y hombre de confianza del secretario general António Guterres, asume el cargo tras un proceso de selección envuelto en secretismo. Su nombramiento se produce en un momento crucial de reacción global contra los derechos humanos, en el que Estados poderosos como China y Rusia desafían el derecho internacional e intentan reescribir las reglas del multilateralismo en beneficio propio. Türk debe erigirse en el defensor de los derechos humanos que el mundo necesita. Para ello, debe trabajar con la sociedad civil y defender el espacio cívico.
El cargo máximo del sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas (ONU) tiene un nuevo ocupante: Volker Türk acaba de ser nombrado Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en reemplazo de Michelle Bachelet, quien anunció su partida en junio, tras cumplir un único mandato.
Türk, de nacionalidad austríaca, empezó como abogado y hizo una larga carrera en la ONU: tras incorporarse a la organización en 1991, pasó a ocupar un alto cargo en la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados y, más recientemente, desempeñó un rol de coordinación en la oficina del secretario general de la ONU.
No cabe duda de que está muy bien considerado dentro de la ONU, y evidentemente el secretario general António Guterres -el anterior Alto Comisionado para los Refugiados bajo quien se desempeñó Türk- lo considera un par de manos seguras en las cuales puede depositar una tarea enormemente compleja y demandante.
Muchos grupos de sociedad civil que participan activamente en los procesos de derechos humanos de la ONU en Ginebra, y en particular en el Consejo de Derechos Humanos, depositarán en él sus esperanzas, trabajarán con él y harán todo lo posible para que su mandato sea un éxito.
La sociedad civil sabe lo mucho que está en juego. Türk llega al cargo en un momento crucial. Los derechos humanos básicos -incluidas las libertades cívicas fundamentales de asociación, reunión pacífica y expresión, vitales para la existencia de la sociedad civil- están bajo ataque en más países que nunca antes. Estados poderosos, como China y Rusia, están perpetrando flagrantes violaciones de derechos humanos a gran escala. La sociedad civil espera que Türk defienda los derechos humanos frente a los embates de los poderosos.
Un proceso opaco
Sin embargo, el procedimiento de nombramiento de Türk estuvo lejos de ser ideal. La sociedad civil reclamó apertura y transparencia: pidió que los criterios de selección se publicaran por adelantado y demandó la oportunidad de formular preguntas a los candidatos a ocupar el cargo. Lo ideal habría sido que los candidatos fueran interrogados acerca de sus prioridades, perspectivas y enfoques para defender de los derechos humanos. Un proceso de este tipo habría contribuido significativamente a la legitimidad del mandato del candidato seleccionado.
Pero nada de eso ocurrió. El proceso de selección fue totalmente opaco. El nombramiento de Türk fue simplemente anunciado tras recibir la aprobación formal de la Asamblea General de la ONU. No es la primera vez que Guterres es acusado de tratar a los altos cargos de la ONU como posiciones de gabinete que puede distribuir entre su gente de confianza en vez de funciones de importancia mundial que requieren un proceso de selección transparente e inclusivo.
Para la sociedad civil, esto es indicativo de que sus opiniones siguen siendo ignoradas y que no se les presta la debida atención cuando realmente importa. Más en general, es un síntoma de un problema estructural de opacidad en la toma de decisiones de la ONU.
China, la prueba decisiva
Ahora que el nombramiento ya se ha producido, la sociedad civil estará a la espera de las primeras señales del tipo de Alto Comisionado que será Türk. Se espera que el funcionario sea un intrépido defensor de los derechos humanos, alguien que siempre se ponga del lado de las víctimas y que demuestre una clara comprensión del rol del sistema de derechos humanos de la ONU como conciencia de la ONU y del mundo. El mundo no necesita otro burócrata, sino alguien que encarne el propósito y el mandato más amplio de una de sus instituciones clave en materia de derechos humanos.
La sociedad civil no encontró esas virtudes en la predecesora de Türk. Bachelet fue acusada de adoptar la vía de la diplomacia silenciosa con violadores de derechos humanos en vez de desafiarlos y obligarlos a rendir cuentas. En lo que concierne al tema que marcó su mandato, la vasta campaña de violaciones de derechos humanos emprendida por China en su región de Xinjiang, fue a menudo criticada por sus medias tintas, en lo que parecían ser intentos de negociación con un Estado que nunca le iba a corresponder. China nunca actuó de buena fe en esas interacciones, y la visita de Bachelet a Xinjiang en mayo de 2022 fue utilizada por el Estado para blanquear su reputación al tiempo que silenciaba las críticas de Bachelet. Una institución que debería ser intrépida se mostró tímida en el mejor de los casos.
El una y otra vez demorado informe de la ONU sobre las violaciones de derechos humanos en China fue finalmente publicado el 31 de agosto, minutos antes del final del mandato de Bachelet. Resultó alentador que llevara sus críticas más allá de lo que la ONU lo hiciera nunca antes, aportando pruebas claras de la escala industrial de las violaciones de derechos que se están llevando a cabo en Xinjiang. El informe llega la conclusión de que podría tratarse de crímenes bajo el derecho internacional, y específicamente de crímenes de lesa humanidad.
Tras intentar impedir que el informe viera la luz, el Estado chino montó una furiosa reacción, acusando a la ONU de difundir desinformación y mentiras motivadas políticamente. Está claro que el proceso de exigir rendición de cuentas a China será difícil, pero es necesario afrontarlo. El informe debería dar lugar a la adopción de medidas por parte del Consejo de Derechos Humanos y a un ulterior seguimiento de las violaciones de derechos humanos cometidas por China. Esta será la primera, y posiblemente la más exigente, prueba de la voluntad y la capacidad de Türk para liderar la lucha por los derechos humanos.
Una poblada agenda
Pero no será su única prueba. No se trata solamente de China: es necesario denunciar las violaciones de derechos humanos dondequiera que se produzcan y quienquiera que las cometa -incluso cuando se trata de los Estados más poderosos-, y se debe hacer un seguimiento adecuado para recoger pruebas, escuchar a las víctimas y llamar a rendir cuentas a los autores intelectuales y materiales de los crímenes.
En la medida de lo posible, el Alto Comisionado debe actuar ante las primeras señales de alerta de violaciones de derechos humanos y emprender una diplomacia preventiva, configurando y orientando intervenciones para impedir que los abusos se produzcan, en vez de solamente informar sobre ellos a posteriori. Para ello debe trabajar para persuadir a los Estados de recibir visitas de los diversos expertos independientes en derechos humanos y titulares de mandatos de procedimientos especiales de la ONU, y garantizar que estas misiones tengan libertad para investigar y echar luz sobre las situaciones de derechos humanos en lugar de, como ocurrió en China, ser cooptadas con el objeto de limpiar reputaciones.
En ausencia de una sociedad civil libre y empoderada no será posible avanzar en dirección de la realización de los derechos humanos y en la penalización de sus violaciones. Puesto que el espacio cívico está bajo asedio en todo el mundo, el nuevo Alto Comisionado deberá priorizar la defensa y protección de la sociedad civil.
Türk llega al cargo en un momento crucial. Los derechos humanos básicos -incluidas las libertades cívicas fundamentales de asociación, reunión pacífica y expresión, vitales para la existencia de la sociedad civil- están bajo ataque en más países que nunca antes.
El nuevo Alto Comisionado también debe defender los derechos humanos dentro de la ONU. Se supone que los derechos humanos son, junto con el desarrollo y la paz y la seguridad, uno de los tres pilares de la ONU, todos los cuales tienen la misma importancia; sin embargo, en la práctica este pilar tiene mucha menor prioridad, pues recibe apenas el 4% del presupuesto ordinario de la ONU.
La sociedad civil vio aumentar sus esperanzas en 2020, cuando Guterres publicó su Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos, prometiendo situar a los derechos humanos en el centro de la labor de la ONU. La iniciativa fue acompañada de una guía para toda la ONU sobre el espacio cívico. Pero poco ha sucedido desde entonces. Y cuando la ONU publicó su informe Nuestra Agenda Común en 2021, muchos actores de la sociedad civil se sintieron decepcionados. Este plan de reforma de la ONU no reflejó los importantes aportes de la sociedad civil al proceso de consulta realizado para el informe y mayormente ignoró el llamamiento de la sociedad civil a construir una ONU más abierta y democrática.
En su cargo anterior, Türk recibió el encargo de coordinar en toda la ONU el seguimiento del Llamamiento a la Acción y Nuestra Agenda Común. Ahora debería estar en una buena posición para llevarlos adelante. Para ello, debería hacer una auditoría que abarque a toda la ONU para identificar la forma en que los compromisos del Llamamiento a la Acción pueden integrarse transversalmente en su labor, y actuar sobre la base de sus conclusiones.
Hora de empezar
Türk asume oficialmente su mandato el mes que viene. La labor que tiene por delante es inmensa. Muchos Estados están atacando el derecho internacional y socavando el concepto y la práctica del multilateralismo, al tiempo que cometen crímenes viles y se salen con la suya. El éxito de Türk se medirá por la forma en que responda y ayude a combatir estas tendencias funestas.
En su calidad de funcionario de la ONU nombrado a través de un proceso opaco, el nuevo Alto Comisionado tendrá hacerse amigos. Deberá dar prioridad al establecimiento de relaciones sólidas y duraderas con la sociedad civil y escuchar a la gente y a las organizaciones de base, que trabajan día a día y en el terreno en la defensa de los mismos derechos que a él se le ha encomendado salvaguardar a nivel global.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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El nuevo Alto Comisionado debe comprometerse a reforzar el rol de la sociedad civil en los procesos de derechos humanos de la ONU.
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El Consejo de Derechos Humanos de la ONU debe celebrar una sesión especial sobre las conclusiones de su informe sobre China y comprometerse a establecer un mecanismo de monitoreo independiente sobre los abusos de derechos humanos cometidos por China.
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La ONU debe comprometerse a hacer un seguimiento del Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos y de la guía sobre el espacio cívico.
Foto de portada de Naciones Unidas/Jean-Marc Ferré