El Día Internacional de la Mujer estuvo marcado por protestas en todo el mundo contra el creciente retroceso de los derechos de las mujeres impulsado por Estados regresivos y grupos antiderechos. Mientras los Estados que históricamente han defendido los derechos de las mujeres incumplen sus compromisos, los movimientos feministas siguen luchando. Protestan para denunciar la violencia de género, exigir derechos reproductivos y expresar solidaridad con las comunidades oprimidas. También se movilizan en las instituciones mundiales, como la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el principal foro de género de las Naciones Unidas (ONU), y hacen campaña para elegir a una secretaria general feminista para la ONU. Los Estados con liderazgos progresistas deben reafirmar su compromiso con los derechos humanos y la justicia de género, y respaldarlo con acciones concretas.

La sesión 2025 de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) de la ONU dejó en evidencia el estado cada vez más precario de los esfuerzos para conseguir la igualdad de género. Bajo la presidencia de Arabia Saudita y con el país anfitrión, Estados Unidos, liderando una regresión global bajo la segunda administración Trump, la revisión de los 30 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing -el plan de 1995 que sigue siendo el marco internacional más progresista en materia de derechos de las mujeres- estuvo marcada por tensiones sin precedentes. Las negociaciones del documento final de la reunión reflejaron el ataque amplio y coordinado contra los derechos de las mujeres que se encuentra en curso en todos los continentes y a todos los niveles de gobernanza, desde el local al mundial.

Este ataque concertado contra la igualdad de género proviene de una poderosa alianza de fuerzas estatales y no estatales que trabajan sistemáticamente para desmantelar décadas de avances logrados con mucho esfuerzo. Desde los drásticos retrocesos en las políticas de Estados Unidos hasta las agresivas campañas contra la igualdad de género en Hungría, el patrón es inconfundible y profundamente preocupante.

En este contexto inquietante, el Día Internacional de la Mujer fue testigo de impresionantes movilizaciones en todo el mundo. Mujeres y aliados salieron a las calles para rechazar la violencia de género, la discriminación y la cultura de la violación, defender los derechos reproductivos, exigir justicia económica y derechos laborales, desafiar a los gobiernos autoritarios, y expresar su solidaridad con las personas LGBTQI+ y las comunidades oprimidas de todo el mundo, particularmente con la población palestina bajo asedio.

Lo que unió estas diversas acciones llevadas a cabo en todos los continentes fue la negativa a ceder terreno. Mientras que Estados que históricamente han defendido los derechos de las mujeres retroceden en su liderazgo internacional y las fuerzas antiderechos se vuelven más coordinadas y poderosas, los movimientos feministas evolucionan para enfrentar estos desafíos sin precedentes: construyen coaliciones más amplias, adoptan enfoques verdaderamente interseccionales y desarrollan estrategias de organización híbridas que combinan eficazmente el activismo digital con la presencia en las calles.

Los motores de la regresión global

Los impulsores más poderosos de la regresión global no son las teocracias que están imponiendo el apartheid de género en países como Afganistán e Irán, sino antiguos defensores de la igualdad de género que han cambiado drásticamente de rumbo. Estados Unidos, que alguna vez lideró la promoción de los derechos de las mujeres en la escena internacional, se ha convertido en una de las principales fuerzas detrás de este retroceso.

Una de las primeras medidas que tomó la administración Trump fue la reimplantación y expansión de la ley mordaza global, que elimina financiamiento vital para organizaciones de todo el mundo que proporcionan servicios o asesoramiento en materia de aborto o abogan por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Asimismo, congeló los fondos de USAID destinados a programas de desarrollo con componentes de igualdad de género y desmanteló todas las iniciativas federales en diversidad, equidad e inclusión. En la ONU, además de oponerse activamente al lenguaje establecido sobre la igualdad de género, ha reducido el compromiso de ampliar el papel de las mujeres en las misiones de consolidación de la paz de la ONU.

Según el Guttmacher Institute, la reinstauración de la ley mordaza privará a unas 11,7 millones de mujeres del acceso a métodos anticonceptivos, lo que podría provocar 4,2 millones de embarazos no deseados y más de 8.300 muertes maternas evitables.

Este giro radical de política por parte de una potencia mundial ha provocado retrocesos similares en todo el mundo. En Europa, los Países Bajos reorientaron explícitamente su política de desarrollo para priorizar los “intereses holandeses” en las áreas de comercio, seguridad y migración, en detrimento de sus compromisos en materia de igualdad de género. Hungría y Polonia se oponen cada vez con más firmeza a las políticas de derechos reproductivos e igualdad de género en los debates de la Unión Europea.

Paralelamente, el auge de movimientos antigénero, bien financiados y altamente coordinados, está creando un entorno cada vez más hostil para las activistas por los derechos de las mujeres y las personas LGBTQI+. A través de campañas basadas en la idea de que el feminismo ha “llegado demasiado lejos”, estos movimientos buscan restringir la autonomía corporal, revertir las protecciones contra la violencia de género y desmantelar políticas de igualdad de género en la educación y el empleo. Al mismo tiempo, cooptan cínicamente el lenguaje de los derechos humanos para promover sus agendas regresivas.

Movilización contra la regresión

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, mujeres y aliados salieron a las calles de todo el mundo para enfrentar la creciente reacción global antiderechos.

Las protestas combinaron acciones defensivas urgentes para proteger derechos ya conquistados con demandas para seguir avanzando en el logro de la justicia de género a pesar de todos los obstáculos. Muchas movilizaciones adoptaron un enfoque interseccional, reconociendo que la discriminación de género se superpone con múltiples sistemas de opresión. Las organizadoras centraron la atención en las voces y necesidades de las mujeres que experimentan múltiples formas de exclusión: mujeres racializadas, indígenas, trans, con discapacidad, en situación de pobreza, de clase trabajadora y migrantes. Exigieron justicia reproductiva y atención a las barreras raciales y de clase en el acceso a la atención de la salud, protecciones laborales para trabajadoras migrantes y domésticas, políticas climáticas que reconozcan la relación de las mujeres indígenas con la tierra, reformas migratorias sensibles a la violencia de género, atención sanitaria inclusiva para personas con discapacidad, y políticas económicas que aborden las dimensiones raciales y de género de la pobreza.

Hubo eventos en todos los continentes. La participación fue particularmente intensa en América y Europa, donde hubo manifestaciones en todos los países donde las condiciones del espacio cívico lo permitieron.

En todo Estados Unidos, el amplio abanico de demandas de las manifestantes reflejó el extenso espectro de amenazas a los derechos humanos bajo el actual gobierno. En varios países latinoamericanos, la exigencia de poner fin a los femicidios fue el eje central de las marchas. En Uruguay, la lucha contra la regresión global cobró protagonismo en una concurrida marcha bajo el lema “contra el avance fascista, lucha feminista”. En Filipinas, las manifestantes priorizaron las reivindicaciones económicas.

Por todos lados, las manifestantes conectaron los problemas nacionales de igualdad de género con la solidaridad internacional, y destacando las situaciones críticas de Afganistán, Irán y Palestina. En Lahore, Pakistán, la protesta se centró en la solidaridad con las mujeres de Gaza.

En Polonia, donde rige una de las legislaciones más restrictivas de Europa en materia de aborto, las activistas feministas celebraron la fecha con la inauguración de un centro para promover el acceso al aborto farmacológico, estratégicamente ubicado frente al Parlamento.

En Turquía, donde el presidente autocrático Recep Tayyip Erdoğan declaró a 2025 como el “Año de la Familia” y las autoridades prohibieron la marcha del Día de la Mujer en el centro de Estambul, miles de manifestantes salieron a las calles para desafiar tanto la prohibición de manifestarse como los intentos del gobierno de reducir a las mujeres al rol de esposas y madres. Como ocurre cada vez con mayor frecuencia, la policía detuvo a cientos de manifestantes tras la Marcha Nocturna Feminista, a pesar de que ésta fue completamente pacífica.

Luchas a nivel mundial

Al  mismo tiempo que conmemoraban el Día Internacional de la Mujer con movilizaciones callejeras, los movimientos feministas continuaban su incidencia en las instituciones globales. En la CSW, las tensiones se intensificaron durante las negociaciones entre Estados en torno de la declaración política para reafirmar la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.

La sociedad civil enfatizó la necesidad de crear coaliciones entre organizaciones que representan a mujeres racializadas, indígenas, con discapacidad, migrantes, LGBTQI+ y en zonas de conflicto. En el Foro de ONG de la CSW se habilitaron espacios específicos para reconocer estas identidades interseccionales y formular recomendaciones políticas que aborden directamente el impacto diferenciado del cambio climático, la austeridad económica, la transformación digital y el retroceso democrático sobre las mujeres según su posicionamiento social. A través de redes estratégicas y acciones solidarias, las organizaciones de la sociedad civil resistieron con éxito los intentos de imponer temas divisivos para fragmentar al movimiento de mujeres.

Sin embargo, la influencia del gobierno de Trump quedó patente en los repetidos intentos de desmantelar el lenguaje establecido sobre igualdad de género, derechos sexuales y reproductivos, y compromisos de desarrollo. Aunque finalmente la delegación estadounidense no bloqueó la declaración final, dejó claras sus posturas en contra de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y a favor de definiciones de género conservadoras.

La lucha global va más allá de los debates de política pública y abarca el liderazgo de las instituciones internacionales. La ONU se aproxima a su 80˚ aniversario y nunca ha sido dirigida por una mujer. Esto evidencia las persistentes barreras que enfrentan las mujeres para acceder a posiciones de liderazgo, incluso dentro de un sistema encargado de promover los derechos de las mujeres a nivel mundial. Este desequilibrio institucional de género refleja patrones más amplios dentro del sistema de la ONU, donde las mujeres permanecen muy subrepresentadas en posiciones de alto nivel y como ponentes en los principales foros. Ello ocurre a pesar de que los derechos humanos universales constituyen uno de los tres pilares de la organización, y de que la universalidad de los derechos humanos no es tal cuando a la mitad de la humanidad se le sigue negando su disfrute pleno.

El proceso de selección del próximo secretario general de la ONU, previsto para el año que viene, se ha convertido en un punto focal para quienes abogan por romper con las ocho décadas de monopolio masculino en la cúpula. Basándose en campañas previas que lograron aumentar la transparencia en el proceso de selección, la sociedad civil está movilizando la campaña de incidencia 1 para 8 mil millones, que insta a los Estados a nominar candidatas feministas y garantizar un proceso de selección verdaderamente abierto y basado en los méritos.

Mirando hacia el futuro

El camino a seguir exige tanto estrategias defensivas para proteger los derechos frente a la regresión como enfoques proactivos para seguir avanzando en la justicia de género, especialmente donde más escasea. Es fundamental contrarrestar las sofisticadas campañas de desinformación que distorsionan los objetivos feministas, reforzar los marcos jurídicos que salvaguardan los derechos de las mujeres e invertir sustancialmente en la próxima generación de líderes feministas. También la creciente presencia de grupos antiderechos en espacios diseñados para promover la justicia de género exige respuestas estratégicas.

Las voces progresistas de la comunidad internacional enfrentan ahora una disyuntiva crucial: ceder ante la presión de poderosas fuerzas regresivas y retroceder en sus compromisos o reafirmar la visión de igualdad de género plasmada en documentos históricos como la Plataforma de Acción de Beijing. Su decisión de mantenerse firmes o ceder terreno tendrá consecuencias de largo alcance.

Las movilizaciones del Día Internacional de la Mujer de este año evidenciaron los desafíos que enfrenta el movimiento mundial por los derechos de las mujeres, pero también dieron testimonio de su resiliencia. Ante un ataque coordinado que amenaza décadas de progreso, las movilizaciones demostraron su energía, determinación, compasión y solidaridad inagotables, que trascienden fronteras y movimientos.

En estos tiempos tan desafiantes, los movimientos de mujeres son más necesarios que nunca, y se mantienen firmes. Su mensaje es claro: no nos rendiremos. Hasta que la igualdad sea una realidad, la lucha debe continuar.

NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN

  • Los Estados deben rechazar las presiones antiderechos y reafirmar sus compromisos con la Plataforma de Acción de Beijing mediante políticas nacionales concretas y más financiamiento para la igualdad de género.
  • Las instituciones internacionales deben salvaguardar la integridad de los mecanismos de igualdad de género, asegurando que los puestos de liderazgo estén ocupados por personas con un compromiso demostrado con los derechos de las mujeres.
  • Los financiadores deben proporcionar recursos sostenidos y flexibles a los movimientos feministas, especialmente a aquellos que operan en entornos hostiles o están liderados por personas de comunidades excluidas.

Para entrevistas o más información, póngase en contacto con research@civicus.org

Foto de portada de Quetzalli Nicte-Ha/Reuters vía Gallo Images