Cumbre del Futuro: demasiado en juego como para echarlo a perder
El mundo enfrenta numerosas crisis, y la próxima Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas (ONU) representa una oportunidad vital para abordarlas habilitando una mayor participación de la sociedad civil en la toma de decisiones. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la sociedad civil por promover cambios sustanciales, el borrador del Pacto de Futuro que se adoptará en la Cumbre carece de la ambición que se necesita para generar cambios reales y asegurar rendición de cuentas sobre los compromisos asumidos. El pilar de derechos humanos de la ONU es fundamental, y sin embargo carece de financiación suficiente. La ONU que el mundo necesita -una ONU centrada en las personas y en los derechos humanos – sólo se conseguirá si se abren más espacios para la influencia de la sociedad civil y la participación ciudadana.
Si hay alguien que trabaja incansablemente por un futuro mejor, es la sociedad civil. Un claro ejemplo de ello es el movimiento climático, que ha llevado sus demandas a las calles, parlamentos, tribunales y sitios de extracción, abogando por los derechos de las generaciones futuras. Lo mínimo que cabría esperar es que la sociedad civil desempeñara un rol central en cualquier proceso internacional que busque mejorar la colaboración para enfrentar los desafíos del futuro. Lamentablemente, no es el caso.
La Cumbre del Futuro, que se celebrará los días 22 y 23 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York, tiene como objetivo reforzar la cooperación para materializar las aspiraciones de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como de varios tratados y acuerdos internacionales. Entre ellos se encuentran el Acuerdo de París sobre el cambio climático y la Agenda 2030, que establece los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los plazos se acercan rápidamente, y la mayoría de estos ambiciosos objetivos van mal encaminados. La Cumbre busca revitalizar la Agenda 2030 y fortalecer el pilar más débil de la ONU: el de los derechos humanos.
Durante la Cumbre, los Estados adoptarán tres documentos finales: el Pacto para el Futuro, un documento orientado a la acción que pretende abordar los desafíos globales desde un enfoque multilateral basado en derechos, y dos anexos, el Pacto Digital Global -que esboza principios, objetivos y acciones para superar la brecha digital, de datos y de innovación- y una Declaración sobre las Generaciones Futuras.
La preparación de la Cumbre ha puesto especial énfasis en la elaboración del Pacto, que incluirá compromisos en cinco áreas: desarrollo sostenible y financiamiento para el desarrollo; paz y seguridad internacionales; ciencia, tecnología e innovación y cooperación digital; juventud y generaciones futuras; y transformación de la gobernanza mundial.
Pese a que siempre son relegadas a los márgenes en los procesos estado-céntricos de la ONU, los y las activistas y organizaciones de la sociedad civil (OSC) abordaron el proceso de la Cumbre con cauto optimismo. Participaron de todas las formas posibles, hicieron valiosas contribuciones a los sucesivos borradores del Pacto y promovieron la apertura de nuevos espacios de influencia para la sociedad civil. Pero el balance del proceso es mixto en el mejor de los casos, y queda por verse hasta qué punto sus resultados reflejarán las contribuciones de la sociedad civil y ofrecerán vías de entrada para su incidencia.
Un proceso de dos años
Aunque la Cumbre solo ocupará dos días a inicios de la semana de alto nivel del 79º periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU, su preparación llevó al menos dos años. Fue propuesta por primera vez en 2021 como parte del informe Nuestra Agenda Común presentado por el secretario general de la ONU, António Guterres, y luego convocada por los Estados miembros en 2022. En una reunión ministerial de septiembre de 2023 se definió el alcance del Pacto, y su proceso de redacción comenzó en noviembre.
Las consultas y negociaciones de cada documento final fueron cofacilitadas por dos Estados: para el Pacto para el Futuro fueron Alemania y Namibia, para el Pacto Digital Global Suecia y Zambia, y para la Declaración sobre las Generaciones Futuras lo hicieron Jamaica y los Países Bajos.
Los cofacilitadores prepararon los borradores iniciales de cada documento final a partir de las contribuciones escritas recibidas de la sociedad civil y otras partes interesadas, tales como la academia y el sector privado. Estos borradores se distribuyeron a principios de 2024 y luego fueron revisados reiteradas veces. Tras la publicación de cada nuevo borrador, se organizaron consultas virtuales donde las partes interesadas tuvieron la oportunidad de reclamar formulaciones más contundentes.
Los debates más intensos se dieron en torno al Pacto. Su primer borrador carecía de ambición: solo mencionaba superficialmente el rol de la sociedad civil y omitía por completo el espacio cívico, a pesar de que la creciente restricción de las libertades fundamentales representa un gran obstáculo para alcanzar los ODS.
En mayo de 2024, en medio del proceso de negociación, la ONU organizó una conferencia de la sociedad civil en Nairobi, Kenia para recoger sus aportes para la Cumbre. La conferencia, a la que también asistieron cofacilitadores y otros Estados, alentó a la sociedad civil a formar coaliciones en torno a áreas de interés común. Aunque las negociaciones del Pacto llevaban ya tres meses en marcha, la sociedad civil trató de aprovechar el espacio para abogar por compromisos en temas prioritarios como el clima y la justicia de género. Para garantizar que sus voces fueran escuchadas, algunas de las OSC más grandes invitaron a miembros de sus grupos objetivo. Save the Children, por ejemplo, apoyó la participación de niños y niñas de seis países africanos. Tal participación debería haberse dado por descontada en un proceso destinado a marcar el rumbo del futuro, pero se trató de una rara excepción, ya que los niños son sistemáticamente excluidos de los procesos donde se toman las decisiones que afectan sus vidas.
Acceso de la sociedad civil
Las instituciones internacionales, al ser fundamentalmente intergubernamentales, otorgan poder de decisión exclusivamente a los Estados. Si bien la sociedad civil disfruta de variados grados de influencia en muchas de las instituciones, mecanismos y procesos existentes, su capacidad de hacerse escuchar a nivel global sigue siendo limitada. Lamentablemente, el proceso previo a la Cumbre no fue la excepción.
Desde el comienzo, la sociedad civil pidió que se estableciera un proceso abierto, participativo e inclusivo. La iniciativa UNMuteCivil Society, respaldada por más de 300 OSC de todo el mundo y varios Estados, reiteró su llamamiento a que la ONU facilitara la participación mediante el uso de tecnologías de la información y comunicación, y organizara reuniones híbridas que ampliaran el acceso. Esta campaña subrayó la necesidad de reducir la brecha digital entre el Norte y el Sur global, así como entre hombres y mujeres, clases sociales, y zonas rurales y urbanas, entre otras disparidades. Además, la iniciativa propuso cambios en los procedimientos de la ONU para garantizar que los y las representantes de la sociedad civil tuvieran tiempo y oportunidades reales para realizar aportes, asistir a reuniones y participar en las negociaciones.
Sin embargo, el proceso de la Cumbre fue menos inclusivo de lo esperado. Aunque muchos Estados dijeron valorar a la sociedad civil, pocos gobiernos consultaron a su propia sociedad civil en el período previo a las negociaciones. Algunos gobiernos autoritarios incluso cuestionaron la legitimidad de la participación de la sociedad civil en los procesos de la ONU.
Si bien se organizaron sesiones informativas y consultas virtuales, la sociedad civil señaló que estas sólo se ofrecieron en inglés, lo que tuvo efectos excluyentes. Además, se realizaron en horarios ajustados a la zona horaria del este de los Estados Unidos, lo que dificultó la participación de personas de Asia y Oceanía. En lugar de establecer un verdadero diálogo, el formato de las consultas sólo permitió una sucesión de breves declaraciones.
Con todo, la sociedad civil intentó aprovechar las oportunidades al máximo. Las OSC reunieron las perspectivas de las comunidades a las que representan y las llevaron a las mesas de negociación. Aportaron sus opiniones por escrito e intentaron reforzar el lenguaje del Pacto. Y, para no depender de iniciativas de inclusión ad hoc, siguieron insistiendo en la necesidad de establecer prácticas sistemáticas de participación de la sociedad civil en todos los procesos y mecanismos de la ONU.
Sin embargo, puesto que se trató de un proceso interestatal, las OSC debieron contentarse con presionar a ciertos Estados para que abogaran en su nombre. Las negociaciones fueron opacas: en el caso del Pacto para el Futuro y del Pacto Digital Global, la sociedad civil ni siquiera pudo observar los debates y dependió de Estados aliados para obtener información sobre su desarrollo. Tuvo la posibilidad de observar las negociaciones de la Declaración sobre las Generaciones Futuras, pero éstas tuvieron menos trascendencia, ya que una declaración tiene menor rango normativo que un pacto. Debido a la limitada influencia de la sociedad civil en la toma de decisiones clave, es poco probable que sus propuestas más ambiciosas sean incluidas en los textos finales de la Cumbre.
Reivindicaciones de la sociedad civil
Para la sociedad civil, el proceso que llevó a la Cumbre representó una oportunidad para impulsar compromisos más firmes en materia de derechos humanos, justicia social y medio ambiente.
Voces desde las primeras líneas: foco en los derechos de la niñez
Julie Murray es asesora de Incidencia Política de Save the Children International, una organización que defiende los derechos e intereses de niños y niñas en todo el mundo.
Estamos abogando por la inclusión de un lenguaje más sustancial sobre la niñez, especialmente en el capítulo dedicado al desarrollo sostenible. A pesar de que en las negociaciones de la ONU ha habido cierta resistencia a reconocer estos derechos, la Convención sobre los Derechos del Niño es el tratado de derechos humanos más ampliamente ratificado. Es imprescindible satisfacer las necesidades de los niños hoy para garantizar sus derechos mañana. Esperamos que los Estados lo reconozcan.
Los niños representan aproximadamente un tercio de la población mundial. Entre el aumento de la conflictividad y la violencia y la crisis climática, el cumplimiento de sus derechos urge más que nunca. En Save the Children, nuestra prioridad es asegurar que estos derechos se integren en los tres documentos finales.
Debemos invertir en servicios públicos para los niños de hoy y de mañana. Esto implica reformar la arquitectura financiera internacional para que todos los países puedan financiar medidas de resiliencia y adaptación al cambio climático, protección de la infancia, educación, salud y otros servicios esenciales. Además, se debe proteger a los niños contra la violencia. Cada año, mil millones de niños sufren abusos físicos, emocionales y sexuales. Están creciendo en un mundo digital que evoluciona muy rápido y que no fue diseñado para ellos, por lo que es imperativo garantizar sus derechos y su seguridad tanto en la esfera virtual como en el mundo real.
Los niños tienen derecho a participar en las decisiones que les afectan, tal como lo establece el artículo 12 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño. Al ser la generación más cercana a las generaciones futuras, son los principales interesados. Por ese motivo, convocamos Asambleas Infantiles virtuales para escuchar sus prioridades, y próximamente publicaremos un Pacto de la Niñez para el Futuro. Hemos detallado nuestra posición en dos informes de políticas: “Hacer realidad la justicia intergeneracional para los niños y las generaciones futuras” y “Cumplir los derechos de los niños, con los niños, hoy y mañana”.
Aún queda por ver si los derechos de la niñez se incluirán de forma significativa en el Pacto. Ha habido muchos vaivenes en torno a la cuestión. Se lograron avances en los capítulos sobre paz y seguridad y juventud y generaciones futuras, pero las negociaciones aún no terminan. El Pacto Digital Global es progresista respecto a los derechos digitales de la niñez y la Declaración sobre las Generaciones Futuras ha mostrado un firme compromiso con la defensa de un entorno que proteja los derechos de los niños, pero persiste el debate sobre si los niños son realmente “agentes críticos del cambio”, como lo afirma la Agenda 2030.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Julie. Acceda a la entrevista completa (en inglés) aquí.
Voces desde las primeras líneas: foco en los derechos de las mujeres
Jennifer Rauch es oficial de Incidencia Global en Fòs Feminista, una organización feminista que promueve la salud y los derechos sexuales y reproductivos en todo el mundo.
Lamentablemente, el Pacto no cuenta con un capítulo específico dedicado a la igualdad de género, por lo que hemos presionado en cada versión para que se incluya una perspectiva de género transversal en los cinco capítulos. Nuestras recomendaciones se centraron en integrar un enfoque de salud y de igualdad de género basado en derechos humanos, que aborde la salud y los derechos sexuales y reproductivos, la cobertura sanitaria universal, la educación inclusiva y de calidad, y la protección contra la violencia sexual y de género.
También abogamos por la recolección de datos desglosados sobre igualdad de género, el empoderamiento de mujeres, niñas y personas diversas, y la reafirmación de instrumentos de derechos humanos como el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo y la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.
Como organización feminista, también reclamamos un lenguaje más contundente acerca de la participación de la sociedad civil, en particular para las organizaciones feministas y lideradas por jóvenes, para garantizar que se priorice a los grupos históricamente y estructuralmente excluidos. En términos generales, abogamos por un pacto basado en derechos humanos y en principios de igualdad de género, que contribuya a la consecución de los ODS y exija que los gobiernos rindan cuentas sobre sus compromisos previos.
Afortunadamente, muchas de las cuestiones que defendemos, como la salud y los derechos sexuales y reproductivos, la prevención de la violencia de género y el empoderamiento de mujeres y niñas, se han incluido en la versión más reciente del Pacto. Sin embargo, la inclusión de menciones no garantiza que los Estados miembros se comprometan plenamente a alcanzar estos objetivos.
Al principio, nuestras expectativas eran altas, pero a medida que avanzaron las negociaciones, fuimos moderándolas. Esperábamos un lenguaje más ambicioso y progresista en materia de género y derechos humanos, pero los asuntos controvertidos, como los enfoques transformadores para enfrentar el cambio climático, la salud y los derechos sexuales y reproductivos y la erradicación de la pobreza, quedaron diluidos. No obstante, mantenemos la esperanza de que nuestros aliados estatales sigan presionando por la adopción de un lenguaje progresista e igualitario en materia de género.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Jennifer. Acceda a la entrevista completa (en inglés) aquí.
Voces desde las primeras líneas: foco en los derechos LGBTQI+
Ophelia Kemigisha es oficial de programas para la ONU en Outright International, una organización que promueve los derechos de las personas LGBTQI+ en todo el mundo.
Las personas LGBTQI+ no buscamos privilegios: sólo buscamos que se nos reconozca la misma dignidad y los mismos derechos. Representamos a personas con discapacidades, de diferentes orígenes étnicos y raciales, de distintas edades, con diversos trabajos y familias. Lo que queremos es un Pacto cuyo lenguaje inclusivo refleje y respete nuestra diversidad.
En el capítulo sobre desarrollo sostenible, nos centramos en la eliminación de la discriminación para garantizar que la protección social y las oportunidades laborales estén al alcance de todos. Abogamos por la inclusión de las personas LGBTQI+ en las políticas de crecimiento económico, ya que ciertas métricas como el PIB a menudo no reflejan el bienestar humano ni la sostenibilidad. Debemos pensar el desarrollo de manera más integral. Asimismo, instamos a las instituciones globales de financiamiento a que respeten las normas de derechos humanos y erradiquen la discriminación en sus prácticas. El desarrollo sostenible debe ir de la mano de la inclusión.
En cuanto a paz y seguridad, buscamos garantizar que las personas LGBTQI+ estén incluidas en las medidas de prevención de conflictos. Además, obramos por la erradicación de la violencia de género contra las mujeres, las personas transgénero y cualquiera que no se ajuste a las normas patriarcales heterosexuales. La paz no es sólo la ausencia de guerra; el Pacto debe reconocer que los cuerpos son un campo de batalla.
En el ámbito tecnológico, promovemos la cooperación regional para desarrollar programas de alfabetización digital inclusivos que aseguren el acceso a internet para las personas LGBTQI+. También queremos garantizar que los espacios digitales sean seguros para todas las personas, y que las personas LGBTQI+ se encuentren protegidas de la vigilancia y el acoso.
En el capítulo sobre juventud y generaciones futuras, reclamamos la inclusión de los jóvenes LGBTQI+ en los procesos de toma de decisiones a todos los niveles, para que sus voces sean escuchadas en la construcción de su futuro y el de las generaciones venideras.
En términos de gobernanza mundial, abogamos por un sistema basado en la confianza, la cooperación, la descolonización, la interdependencia y la distribución de poder. Insistimos en la importancia de reforzar las obligaciones internacionales en materia de derechos humanos para evitar que los Estados las incumplan.
En términos generales, abogamos por la protección integral de los derechos humanos, mediante la creación de un entorno verdaderamente inclusivo y solidario para todas las personas.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Ophelia. Acceda a la entrevista completa (en inglés) aquí.
La sociedad civil también ha planteado demandas transversales importantes, comenzando por el reconocimiento de su rol clave en las luchas por la paz, la democracia, la inclusión, la justicia y la rendición de cuentas. En cuanto a los ODS, la sociedad civil ha dejado clara su indispensabilidad tanto para implementar estos objetivos como para garantizar que los recursos se utilicen de manera eficaz.
Sin embargo, se observa un deterioro alarmante de las condiciones necesarias para que la sociedad civil cumpla sus funciones. Según el CIVICUS Monitor, nuestra iniciativa colaborativa de investigación que analiza el estado del espacio cívico a nivel global, actualmente poco más del 2% de la población mundial vive en países donde el espacio cívico está abierto – es decir, donde se respetan plenamente las libertades fundamentales de asociación, de expresión y de reunión pacífica – mientras que más del 85% de las personas vive en países con graves restricciones del espacio cívico. Esto implica que es cada vez más difícil organizarse, expresarse y movilizarse para lograr cambios económicos, políticos y sociales. Estas tendencias también se manifiestan en la ONU, donde por lo menos 40 Estados recientemente han tomado represalias contra personas y organizaciones por cooperar con los órganos y mecanismos de la ONU.
Por este motivo, en el periodo previo a la Cumbre la sociedad civil buscó compromisos firmes para proteger y ampliar el espacio cívico, un requisito fundamental para que pueda promover cualquier tipo de cambio. Además, la sociedad civil exige que la ONU lidere con el ejemplo, reconociendo su papel en los sistemas de la ONU y reformando las instituciones para que se ajusten a los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. No se trata solamente de una cuestión de democracia e inclusión, sino también de eficacia: sin la plena participación de la sociedad civil, las instituciones de gobernanza mundial no podrán alcanzar su máximo potencial.
Propuestas de reforma de la gobernanza mundial
A pesar de todos sus defectos, la ONU sigue siendo un logro notable de la cooperación internacional. Nacida de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, su Carta establece cuatro aspiraciones fundamentales en nombre de “Nosotros los pueblos”: preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra; reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales, la dignidad y la igualdad; crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto del derecho internacional; y promover el progreso social y elevar el nivel de vida.
Sin embargo, frente a las múltiples crisis actuales, que incluyen conflictos violentos, violaciones atroces de los derechos humanos y del derecho humanitario, niveles asombrosos de desigualdad y la aceleración del cambio climático, el impacto de la ONU se ve limitado por las rivalidades entre potencias y su lógica estado-céntrica. La sociedad civil tiene propuestas para cambiar esta situación.
Voces desde las primeras líneas: foco en la reforma de la gobernanza mundial
Renzo Pomi representa a Amnistía Internacional ante la ONU en Nueva York.
Nuestras propuestas abarcan desde la reforma del Consejo de Seguridad hasta el aumento de la participación de la sociedad civil en la ONU.
Llevamos mucho tiempo sosteniendo que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad deben abstenerse de ejercer su derecho de veto y de bloquear resoluciones creíbles sobre violaciones graves como crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio. Desgraciadamente, esta propuesta no se ve reflejada en el borrador. Es posible que, al final, los Estados acuerden ampliar el Consejo de Seguridad pero, en su mayoría, el lenguaje se limita a reafirmar compromisos ya existentes, como el artículo 27.3 de la Carta. Esta disposición impide a los Estados implicados en conflictos votar sobre resoluciones relacionadas con dichos conflictos, pero actualmente se la ignora.
También destacamos que las OSC se enfrentan a varios obstáculos a la hora de relacionarse con la ONU. El Comité de ONG del Consejo Económico y Social, encargado de revisar las solicitudes de estatus consultivo, actúa a menudo como filtro, denegando injustamente el acceso a OSC que cuestionan las posiciones de ciertos Estados. Hemos propuesto desmantelar este comité y establecer un mecanismo compuesto por expertos independientes que evalúen las solicitudes en función de sus méritos y no de consideraciones políticas. Sin embargo, es poco probable que esta propuesta se incluya en el borrador final del Pacto.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Renzo. Acceda a la entrevista completa (en inglés) aquí.
La iniciativa UNMute Civil Society ha lanzado cinco llamamientos para mejorar la participación de la sociedad civil en los procesos de la ONU: ampliar la participación y la inclusión mediante el uso de tecnologías digitales; reducir la brecha digital enfatizando la conectividad de los más excluidos; cambiar los procedimientos y prácticas para garantizar una interacción y una participación efectivas y significativas en todas las etapas; instituir un día anual de acción de la sociedad civil como oportunidad para evaluar los avances en la participación; y nombrar un enviado de la ONU para la sociedad civil.
La propuesta relativamente modesta de designar un enviado de la sociedad civil en la ONU podría servir como primer paso para seguir avanzando. A lo largo de los años, los secretarios generales de la ONU han creado diversos roles de enviados especiales para ayudar a coordinar la acción en torno a un tema y señalar su importancia. Un enviado de la sociedad civil podría, entre otras cosas, promover mejores prácticas de participación de la sociedad civil en toda la ONU, asegurar una participación diversa y promover la vinculación de la ONU con OSC de todo el mundo.
Además de apoyar esta propuesta, la campaña Nosotros los Pueblos, respaldada por más de 200 OSC y más de 100 parlamentarios de todo el mundo, propone implementar una Iniciativa Ciudadana Mundial que permita a la gente movilizarse para recoger firmas con el fin de incluir un tema en la agenda de la ONU. Mediante este mecanismo, se podría asegurar que iniciativas con amplio apoyo de la opinión pública mundial sean consideradas, inclusive en la semana de apertura de alto nivel de la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad. Contribuiría a que la ONU aborde cuestiones urgentes, daría más peso a los esfuerzos de los Estados que buscan avances en ciertos temas, y alentaría a la gente a identificarse más con la ONU al verla como una institución capaz de recoger y encarnar sus preocupaciones.
Otra propuesta consiste en crear una Asamblea Parlamentaria de la ONU que complemente a la Asamblea General y otorgue voz a la ciudadanía y no solamente a los gobiernos. Este cuerpo podría funcionar como correctivo de la toma de decisiones estado-céntrica y como fuente de monitoreo y rendición de cuentas por las decisiones que la ONU toma o deja de tomar.
Finalmente, ante la inminente selección de un nuevo secretario general de la ONU, la sociedad civil está impulsando la campaña 1 por 8 mil millones, que aboga por un proceso de selección abierto, transparente, inclusivo y basado en el mérito, que refleje los ideales de la ONU y prevea espacios para que la sociedad civil pueda hacer aportes. Las propuestas de la sociedad civil son realistas, ya que no requieren enmiendas a la Carta de la ONU, pero son ambiciosas. Se resumen en la limitación a un solo mandato no renovable, la presentación de varios candidatos ante la Asamblea General, y la eliminación de los acuerdos a puerta cerrada.
Todas estas propuestas son pasos hacia un sistema de gobernanza mundial más abierto, democrático y centrado en la rendición de cuentas. No son soluciones mágicas, pero podrían ser el comienzo de un camino en esa dirección.
El futuro empieza hoy
La sociedad civil abordó el proceso de la Cumbre con cautela, ya que no tenía ninguna seguridad de que pudiera producir acciones reales. El proceso parecía seguir el patrón de anteriores iniciativas multiactor que no lograron resultados: corría el riesgo de acabar en otro documento de elevadas aspiraciones pero carente de mecanismos claros de implementación y rendición de cuentas.
Lamentablemente, por el momento los temores de la sociedad civil han sido confirmados. Su influencia depende de la voluntad política de los Estados de adoptar sus propuestas y hacer avanzar su agenda, y sencillamente no se la está escuchando lo suficiente.
Pero la sociedad civil no se rinde. Justo antes de la Cumbre, se celebrarán dos Jornadas de Acción que ofrecerán espacios adicionales, tanto físicos como virtuales, para el diálogo entre las partes interesadas. El diálogo continuará durante toda la Cumbre y, a diferencia de lo acostumbrado, todas las OSC que lo deseen, y no solamente las acreditadas ante la ONU, podrán inscribirse y participar.
La sociedad civil seguirá presionando para lograr compromisos claros y firmes, acompañados de estrategias de implementación y mecanismos de rendición de cuentas. También continuará trabajando para incluir temas clave en los documentos finales y, una vez incluidos, encontrará formas creativas de utilizar cualquier lenguaje favorable como palanca para abrir espacio para nuevos cambios. Además, se esforzará por mantener la relevancia de los documentos finales: presionará para que los compromisos se implementen y exigirá que los gobiernos rindan cuentas por ello.
Si existe alguna posibilidad de que la Cumbre y el Pacto marquen una verdadera diferencia, ésta dependerá de que los Estados realmente escuchan a la sociedad civil.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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A la hora de ultimar el Pacto para el Futuro y otros documentos finales, los Estados no deberían limitarse a reciclar compromisos preexistentes ni suavizar el lenguaje. En cambio, deberían redactar textos innovadores y específicos, enfocados en el futuro.
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Para promover un equilibrio adecuado entre los tres pilares de la ONU -derechos humanos, paz y seguridad y desarrollo sostenible-, los Estados democráticos deberían ajustar las asignaciones presupuestarias y ampliar el rol de la sociedad civil en todo el sistema.
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La ONU debe introducir reformas que permitan la participación de la sociedad civil, comenzando por el nombramiento de un enviado especial que integre la participación de la sociedad civil en todos los procesos de la ONU.
Para entrevistas o más información, póngase en contacto con research@civicus.org
Foto de portada de EvaManhartAPA/AFP vía Getty Images