Con su primera presidenta, México tiene una oportunidad de cambio
Las recientes elecciones generales de México se vieron empañadas por una ola de violencia política sin precedentes que dejó decenas de candidatas y candidatos muertos. La candidata del partido gobernante, Claudia Sheinbaum, ganó cómodamente los comicios presidenciales, convirtiéndose en la primera mujer presidenta de la historia de México. Habiendo sido escogida por el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, para competir en su lugar, Sheinbaum hizo campaña con una promesa de continuidad. En última instancia, sin embargo, será juzgada por la medida en que logre cambiar el rumbo para abordar serios problemas pendientes. Debería abstenerse de abusar de sus poderes y, en cambio, trabajar con la sociedad civil para dar respuesta al cambio climático, promover la agenda de la igualdad de género y reducir los altísimos niveles de violencia.
El mayor cambio que han traído consigo las recientes elecciones generales en México no ha sido una sorpresa. Era sabido que el país elegiría a su primera presidenta, ya que los candidatos de las dos principales coaliciones en competencia eran mujeres.
Lo que fue inesperado fue el enorme margen por el que se impuso la ganadora, Claudia Sheinbaum, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido populista de izquierda fundado por el presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, más conocido como AMLO. Sheinbaum obtuvo casi el 60% de los votos, seis puntos más que su predecesor y más del doble que su rival conservadora, Xochitl Gálvez.
Las dos mujeres no habrían podido ser más diferentes. Gálvez, del centroderechista Partido de Acción Nacional (PAN), de ascendencia indígena, es exsenadora y empresaria del sector de la tecnología. Sheinbaum, por su parte, procede de la clase media intelectual, se inició como activista estudiantil e hizo toda su carrera política junto a AMLO. Su primer cargo político fue el de secretaria de Medio Ambiente de la Ciudad de México a principios de la década de 2000, cuando AMLO ocupó la alcaldía, cargo que ella misma desempeñaría más tarde.
Pero Sheinbaum, ingeniera ambiental y energética, proyecta una imagen muy distinta de la de su mentor. El hecho de que sea mujer y científica del clima plantea dos de los mayores interrogantes sobre su presidencia. ¿Se diferenciará de su predecesor tomando distancia de los combustibles fósiles e impulsando una transición energética? Y, habiendo celebrado su elección como una victoria para todas las mujeres mexicanas, ¿priorizará la justicia de género en la agenda de gobierno y tomará medidas efectivas para hacer frente a la violencia feminicida que cada año se cobra más de mil vidas?
Su aplastante victoria le dio a Morena sólidas mayorías en ambas cámaras del Congreso, dejándolo a sólo tres escaños senatoriales de la mayoría de dos tercios necesaria para modificar la Constitución. Ello plantea un tercer interrogante clave: ¿qué hará el nuevo gobierno con todo este poder? Bajo AMLO, el control político se concentró cada vez más en manos de una presidencia ya de por sí poderosa, se deterioraron los frenos y contrapesos institucionales y societales, disminuyó la autonomía judicial y se resintió el espacio cívico. La captura del Estado y una cultura política cada vez más autoritaria son dos de los principales factores que explican la reciente regresión democrática de México. La sociedad civil espera que Sheinbaum no siga el mismo camino que su predecesor.
Violencia política
México es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser político, y estas elecciones han sido las más violentas de las que se tiene registro. Según un informe del Instituto para la Economía y la Paz, la violencia política ha aumentado significativamente en los últimos tres años. También ha cambiado su naturaleza: hasta 2018, la violencia se dirigía principalmente contra candidatos y se concentraba en los estados del norte de México. Ahora también se dirige contra funcionarios gubernamentales y se ha extendido por todo el país. Alrededor del 80% de los asesinados son políticos locales.
Voces desde las primeras líneas
Luis Eduardo Medina Torres es profesor investigador de procesos electorales en el Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.
Lamentablemente, lo más destacado de la campaña ha sido la violencia, con un alto número de candidatos asesinados. Al menos dos consultoras independientes llevan un conteo sistematizado de estos hechos desde 2015, y en esta ocasión la violencia se ha incrementado notablemente.
La primera causa es la influencia del crimen organizado, y especialmente el narcotráfico, en las elecciones. Esto sucede en otras partes de América Latina y del mundo, pero aquí se ha intensificado de manera preocupante.
La segunda causa es la política pública del gobierno federal, que intenta resolver la violencia mediante la reconstrucción del tejido social a través de programas sociales para que el mejoramiento de las condiciones económicas reduzca la dependencia y la vulnerabilidad de la gente en relación con el narcotráfico. Sin embargo, está claro que esta estrategia no ha funcionado. La violencia en general, y la violencia política en particular, han seguido aumentando. Aunque estos programas son beneficiosos para reducir la marginalidad y la pobreza, no abordan las causas estructurales de la violencia.
El tercer factor es la desesperación de algunas candidaturas por ganar a toda costa, buscando cualquier tipo de apoyo, ya sea legal o ilegal. Esto crea un ambiente propicio para la violencia cuando los acuerdos no se cumplen.
Morena controla todas las aduanas del país, incluyendo puntos estratégicos como Tapachula en el sur y Tijuana en el norte. Además, gobierna muchos municipios y estados donde hay mucha violencia política, como Guerrero y Morelos.
Todo esto ha creado un caldo de cultivo para la violencia. Todas las fuerzas políticas han tenido candidatos asesinados.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Luis Eduardo. Lea la entrevista completa aquí.
Los grupos criminales han diversificado sus actividades. Además del tráfico de drogas, han incursionado en ámbitos tan diversos como el control de la venta de alcohol, el cobro de servicios públicos como la electricidad y la distribución de asistencia social. Ha emergido una gobernanza de facto en la que desempeñan funciones económicas, políticas y sociales. En muchos lugares, los políticos locales no tienen más remedio que vincularse con ellos: sus opciones son, como suele decirse en México, “plata o plomo”: o aceptan el dinero que se les ofrece por colaborar, o los matan. La mayoría de los ataques de grupos del crimen organizado son letales. México es considerado el cuarto país más violento del mundo y el más peligroso para sus ciudadanos, blanco directo de cárteles y grupos de crimen organizado rivales.
Según un grupo de monitoreo de la sociedad civil, Causa en Común, al menos 32 candidatos y 24 funcionarios públicos fueron asesinados durante la campaña electoral de 2024. El estado de Guerrero encabezó la lista, seguido de los de Michoacán y Chiapas.
AMLO acusó a los medios de comunicación de sensacionalistas por informar acerca de la violencia electoral, a pesar de que su partido fue el que tuvo más políticos asesinados. El día de las elecciones, al menos 24 casillas electorales de varios estados no pudieron abrir debido a ataques armados, asesinatos de candidatos y votantes, e intentos de quema y robo de urnas. La fiscalía general recibió 192 denuncias de delitos electorales y realizó cuatro detenciones. El gobierno restó importancia a los incidentes.
La realidad es que, en algunos lugares, presentarse a las elecciones requiere de la bendición implícita de los jefes criminales locales, e incluso así, los candidatos saben que no deben mencionar temas delicados, tales como la corrupción, la impunidad y la violencia. Esto disuade a muchos de presentarse, mientras que otros optan por abandonar la competencia: hay lugares donde ya nadie quiere el puesto de alcalde. Esto reduce drásticamente las opciones de los votantes. Allí donde hay candidatos asesinados, la participación desciende y menos personas se ofrecen de voluntarias para administrar el acto electoral.
El 2 de junio el presentismo electoral disminuyó: acudieron a las urnas unos 60 millones de los cerca de 100 millones de votantes habilitados.
Política de partidos
Además de la presidencia, el 2 de junio estuvieron en juego más de 20.000 cargos, entre ellos 500 escaños en la Cámara de Diputados, 128 en el Senado, gobernaciones estaduales, incluida la de Ciudad de México, legislaturas estaduales, alcaldías y ayuntamientos.
La coalición de izquierda Sigamos Haciendo Historia -liderada por Morena e integrada por el Partido Verde Ecologista de México y el Partido del Trabajo- se enfrentó a una coalición conservadora denominada Fuerza y Corazón por México e integrada por el PAN, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El PRI fue la fuerza política dominante en México durante gran parte del siglo XX, en parte gracias al fraude y la represión. El PAN fue el principal rival conservador que en 2000 puso fin a la seguidilla de gobiernos del PRI. El PRD fue un partido supuestamente progresista originado en los años ’80 a partir de una escisión del PRI. Muchos vieron a la alianza entre estos tres partidos como una aberración histórica y una prueba del impacto de AMLO, ya que la esperanza de derrotarlo parecía ser lo único que los unía.
La formación de una fuerza anti-establishment
Aunque esto no es mencionado en la biografía oficial que se encuentra de la página web de Presidencia, AMLO comenzó su carrera política en el PRI, situado en la cúspide de un sistema que el escritor peruano Mario Vargas Llosa denominó “la dictadura perfecta” por su capacidad para mantener las apariencias democráticas mientras bloqueaba toda perspectiva de cambio.
Pero su fama empezó a crecer cuando, tras las disputadas elecciones de 1988, cofundó un nuevo partido de oposición, el PRD. Fue jefe de gobierno de Ciudad de México y compitió sin éxito en las elecciones presidenciales de 2006 y 2012. En ambas ocasiones denunció fraude.
En 2011 fundó Morena bajo el formato de organización de la sociedad civil para que apoyara su candidatura y movilizara a la ciudadanía en caso de sospechas de fraude. Abandonó el PRD tras las elecciones de 2012 y registró a Morena como partido en 2014. En 2018, al frente de Morena, su campaña anti-establishment lo convirtió en el presidente más votado de la historia de México, y Morena y sus aliados obtuvieron el control de las dos cámaras del Congreso.
La promesa que los llevó al poder fue la de una “cuarta transformación” de dimensiones comparables a las tres anteriores: la independencia, a principios del siglo XIX, la separación de Iglesia y Estado a mediados del siglo XIX, y la revolución que a principios del siglo XX puso fin a una dictadura de 30 años y dio paso a la actual Constitución. En otras palabras, redactar una nueva constitución siempre ha estado en los planes de Morena.
Desde la década de 1920 y hasta AMLO, todos los presidentes mexicanos procedieron del PRI, con la excepción de dos presidentes recientes del también veterano PAN. AMLO logró presentarse como un outsider de izquierda no contaminado por la corrupción y la incompetencia que durante mucho tiempo han caracterizado a la clase política. Su mensaje -que saltó a los titulares gracias a promesas tales como las de bajarse su propio sueldo y vender el avión presidencial- caló entre votantes hartos de la corrupción, la delincuencia, la desigualdad extrema, la pobreza y la violencia, incluidas las violentas consecuencias de la denominada “guerra contra el narco” promovida por gobiernos anteriores.
En 2018, Morena y sus aliados se hicieron con 308 de los 500 escaños de la Cámara de Diputados y 69 de los 128 del Senado. La coalición gobernante sufrió un revés en las elecciones legislativas de 2021, aunque siguió teniendo la mayor representación.
En 2022, AMLO llevó a cabo una extraña maniobra para plebiscitar su gestión y movilizar a su base de apoyo. Con una participación muy baja, se impuso en un referéndum revocatorio que él mismo convocó para preguntar a la ciudadanía si quería que dimitiera o que completara su mandato.
AMLO es uno de los presidentes salientes más populares de la historia de México. Pero la prohibición absoluta de la reelección es un legado de la Revolución Mexicana que ni siquiera él se atrevió a desafiar. Su liderazgo, sin embargo, fue reivindicado en las últimas elecciones, en las que la ciudadanía expresó con fuerza su desconfianza hacia los partidos establecidos. Sheinbaum recorrió los 32 estados mexicanos evocando constantemente el recuerdo de la corrupción y la incompetencia de los gobiernos del PRI y el PAN y prometiendo que seguiría impulsando la “cuarta transformación”.
AMLO se involucró personalmente en la campaña de Sheinbaum. Durante casi un año, utilizó sus “mañaneras”, las conferencias que ofrece todas las mañanas, para apoyarla y atacar a Gálvez. Miles de funcionarios de su gobierno recorrieron comunidades de todo México, hablando con personas beneficiarias de programas sociales gubernamentales y sugiriéndoles que, si ganaba la oposición, los apoyos desaparecerían.
Sheinbaum superó los niveles de apoyo de su mentor, ganando con los mayores márgenes en los estados más pobres, como Chiapas y Oaxaca. Se impuso en todos los estados excepto en uno, y Morena se hizo con siete de las nueve gobernaciones en juego, incluida la de la Ciudad de México. Su coalición terminó con el mayor número de escaños legislativos de su historia: 370 en la Cámara de Diputados y 82 en el Senado.
Cuestiones irresueltas
El presidente saliente deja un legado que genera gran polarización. AMLO conecta con la gente a un nivel profundo, en marcado contraste con sus predecesores, claramente integrantes de una élite privilegiada y distante. Pero en tanto que populista, creyó tener el monopolio de la representación de los intereses del pueblo mexicano e intentó concentrar el poder atacando a las instituciones independientes, a los medios de comunicación críticos y a la sociedad civil.
Mejoró los salarios, aumentó el gasto social y la inversión pública en infraestructuras y sacó a millones de personas de la pobreza, al tiempo que aseguraba la estabilidad económica. Como era de esperarse, los sondeos de opinión revelaron una enorme diferencia entre la orientación del voto de quienes recibían asistencia social, la mayoría de los cuales votaban a Sheinbaum, y la de quienes no la recibían, que votaban mayoritariamente por Gálvez.
Aun así, la tercera parte de los 130 millones de habitantes del país sigue viviendo en la pobreza, y la desigualdad sigue siendo muy alta. La economía creció muy poco durante el último gobierno, dejando el déficit fiscal más elevado de las dos últimas décadas, lo que sugiere que Sheinbaum podría tener que adoptar medidas de ajuste económico políticamente impopulares.
Pero el principal desafío sigue siendo la violencia. Desde la década del 2000, dos presidentes declararon una “guerra contra el narco” que fracasó estrepitosamente. La violencia no hizo más que aumentar. AMLO promovió inicialmente una política a la que llamó “abrazos, no balazos”, enfocada en abordar las causas sociales profundas de la violencia. Aunque Sheinbaum hizo campaña con la misma promesa, está claro que esta estrategia fracasó hace rato, como lo reconoció tácitamente el gobierno al decidir militarizar la seguridad.
En la actualidad hay cientos de grupos criminales armados que luchan por el control del territorio y son responsables de unos 80 asesinatos diarios. México sigue registrando cifras récord de periodistas asesinados. Por sexto año consecutivo, en 2023 hubo más de 30.000 personas asesinadas. Durante el sexenio de AMLO, la violencia se cobró 190.000 vidas y desaparecieron unas 100.000 personas. El 99% de los casos de desapariciones forzadas nunca se resuelve.
La migración -tanto la inmigración como la emigración- es otra cuestión pendiente y muy vinculada con la violencia. Alrededor de un tercio de los migrantes que ingresan en los Estados Unidos son mexicanos que huyen de la pobreza y la inseguridad. México es también la ruta de tránsito para migrantes centroamericanos y sudamericanos que intentan llegar a los Estados Unidos por tierra. Muchos de ellos nunca llegan o son devueltos al intentar cruzar la frontera estadounidense y acaban quedándose en México. Los acuerdos del gobierno mexicano con su homólogo estadounidense para militarizar la frontera son parcialmente responsables de esta situación.
Durante la campaña, Sheinbaum se comprometió a promover la industrialización en el estado sureño de Chiapas para hacer frente a la crisis de desempleo de la región y atender las causas profundas de sus niveles récord de emigración. Prometió que la mitad de los nuevos puestos de trabajo serían para chiapanecos y la otra mitad para migrantes centroamericanos.
Pero también deberá hacer frente al problema ambiental. Su predecesor desmanteló las políticas climáticas y promovió la soberanía energética mediante el aumento de la producción nacional de combustibles fósiles. El cambio climático está afectando duramente a México, donde más de la mitad del país se enfrenta a la sequía y la cantidad promedio de agua disponible per cápita alcanza niveles peligrosamente bajos.
Sheinbaum ha prometido un cambio limitado. Ha prometido impulsar la transición energética, electrificar el transporte y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero sigue comprometida con el uso de combustibles fósiles. Ha apoyado la reciente construcción de una refinería de petróleo, gasoductos de gas natural y plantas petroquímicas.
Grandes dudas
Sheinbaum se convirtió en la primera mujer presidenta de México siete décadas después de que las mujeres obtuvieran el derecho al sufragio, y poco después de que el país alcanzara la paridad de género en el gabinete y el Congreso. Sin embargo, México registra niveles récord de violencia de género, con un promedio de 10 mujeres asesinadas cada día. Las activistas por los derechos de las mujeres reclaman por la falta de avances en la lucha contra este flagelo. Mientras AMLO ha desestimado estas críticas, generalmente alegando que son impulsadas por opositores políticos de derecha, Sheinbaum ha prometido crear una Fiscalía de Feminicidio.
Voces desde las primeras líneas
Anaid Alcázar es una politóloga mexicana y coordinadora del programa Innovación para la Democracia de la Fundación Avina.
La elección de la primera presidenta de la historia de México es un hito significativo, pero ha generado sentimientos encontrados en el movimiento feminista. Aunque Sheinbaum se define como feminista, muchas activistas feministas expresan abiertamente su desconfianza y dudan respecto de si su elección representará un avance para las causas feministas.
Ello se debe, al menos en parte, al historial de Sheinbaum durante su mandato como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, durante el cual no mantuvo un diálogo fluido con el movimiento feminista, y en cambio hubo grandes manifestaciones feministas que fueron reprimidas. De ahí las dudas sobre su real compromiso con las demandas de justicia y la lucha contra la violencia de género. La inclusión en su nuevo gabinete de personas con posturas trans excluyentes ha polarizado aún más las opiniones dentro del movimiento.
El movimiento feminista espera que el cambio sea mucho más que simbólico. Espera políticas concretas y acciones efectivas que aborden las problemáticas de género, es decir, que se construyan instituciones para impartir justicia de género para las mujeres y disidencias. Sheinbaum enfrenta el desafío de demostrar a través de sus acciones su compromiso con la igualdad de género y la justicia social.
Este es un extracto editado de nuestra conversación con Anaid. Lea la entrevista completa aquí.
En los próximos años, la coalición gobernante estará muy por encima de la mayoría de dos tercios necesaria para reformar la Constitución en la Cámara de Diputados, y a solo tres escaños de dicha mayoría en el Senado. Como expresidente, AMLO se encontrará en una posición única, ya que el que ostenta esta supermayoría es el partido que él creó y que sigue liderando. Es esperable que continúe impulsando su propuesta de 20 reformas constitucionales, que además de numerosas políticas sociales incluyen la elección popular de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia y de los titulares de las instituciones electorales y la transferencia de la Guardia Nacional al Ministerio de Defensa, que la Corte Suprema ha declarado inconstitucional.
Durante la campaña, Sheinbaum se vio compelida a identificarse plenamente con AMLO. Pero ahora que la presidenta es ella, podría revelarse como una política de diferente cuño. Prometió continuidad, pero en última instancia se la medirá por el grado de cambio que sea capaz de introducir en aras de la resolución de las principales cuestiones pendientes, desde el cambio climático hasta la desigualdad de género y la violencia.
NUESTROS LLAMADOS A LA ACCIÓN
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El nuevo gobierno debería abstenerse de abusar de su supermayoría y, en cambio, adoptar una postura más consensual, abrir espacios plurales y trabajar con la sociedad civil.
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La nueva presidenta debe tomar medidas decisivas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y combatir el cambio climático, entre otras cosas impulsando eficazmente la transición energética.
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La nueva presidenta debe adoptar una agenda justicia de género y priorizar la implementación de políticas para abordar el problema de la violencia de género.
Para entrevistas o más información, póngase en contacto con research@civicus.org
Foto de portada de Pedro Pardo/AFP vía Getty Images